Daisaku Ikeda ha visitado España en dos ocasiones. Cuando lo hizo por primera vez, el 15 de octubre 1961, todavía no había en nuestro país ningún practicante del budismo Nichiren. Sin embargo, «oró intensamente para que algún día surgieran […] muchos Bodhisattvas de la Tierra»[1] y, cuando pisó de nuevo suelo español dos décadas después, el domingo 12 de junio de 1983, las semillas habían germinado. Acompañado de su esposa Kaneko, Ikeda Sensei dio todo de sí para inspirar a los miembros de la Soka Gakkai de España que acudieron a la asamblea y la cena conmemorativas que, junto con varios diálogos con personalidades del mundo de la cultura y la educación,[2] pautaron su agenda hasta la partida el 15 de junio; también creó oportunidades para el aliento espontáneo. En el 40.º aniversario de aquellos encuentros, hemos dialogado y recogido testimonios de algunas de las personas que participaron en ellos.
Muchas gracias por aceptar nuestra invitación a dialogar. Para empezar, quisiéramos preguntaros acerca de vuestro camino en la fe budista antes de 1983 y sobre vuestra experiencia del encuentro con Daisaku Ikeda en Madrid, en junio de ese año. Algunos de vosotros habíais tenido la oportunidad de conocerlo anteriormente, ¿verdad?
Alain González: En mi caso, llevaba practicando desde 1970 y ya había tenido la oportunidad de encontrarme con el maestro Ikeda en algunas ocasiones. Una de ellas, que recuerdo muy bien, fue en 1973 en el Centro Cultural de Sceaux, en París.[3] Allí, Shoichi Hasegawa, uno de los pioneros del kosen-rufu de Francia y Europa, me presentó con gran convicción a Ikeda Sensei, quien se dirigió directamente a mí y me instó a construir una identidad firme, que no dependiera de nadie y que nada pudiera hacer tambalear. Me impactó mucho, porqué sentí que en un instante había comprendido la tendencia básica de mi vida.
Dos años después, en 1975, me mudé a Barcelona y comencé a trabajar como profesor de francés en la escuela oficial de idiomas de la ciudad. Durante el primer año mantuve mi práctica budista solo, porque no había ningún otro practicante. Para sostenerme en la fe, viajaba a París cada vez que podía, mantenía el contacto con miembros de la Soka Gakkai de Francia y recibía la revista publicada allí. Pero tenía el deseo de encontrar a alguien más y de compartir el budismo Nichiren, así que organizaba reuniones de diálogo a las que invitaba a otras personas. Sin embargo, la receptividad que encontré en la sociedad en aquella época fue prácticamente nula. Tras un año así, apareció Sumiko, y ya fuimos dos.
Sumiko Soga: En realidad, yo había llegado a Madrid en 1975 para estudiar español. Antes, viviendo en Tokio, había podido encontrarme varias veces con Ikeda Sensei, que había participado en varias asambleas del Departamento de Mujeres Jóvenes de la Soka Gakkai, del que yo formaba parte. De hecho, llegué a España inspirada por su aliento a que entre los jóvenes practicantes de Japón hubiera quienes se desafiaran a aprender otro idioma para poder contribuir al kosen-rufu mundial. Tras un año en Madrid, en 1976 volví a Japón, algo que le había prometido a mi madre; pero en 1977 regresé definitivamente a España, esta vez a Barcelona. Y allí conocí a Alain y empezamos a luchar juntos.
En los primeros tres años, mi preocupación fue no tener un lugar apropiado para realizar reuniones de diálogo. Durante un tiempo las hicimos en una cafetería del centro de la ciudad, y más tarde ya en mi casa…
Sebastiá Vilanova: Fue en una de esas reuniones donde yo conocí el budismo y la Soka Gakkai, en julio de 1980. Me estaba recuperando de una enfermedad grave y, debido a mi estado de salud, mi mujer prácticamente me obligó a ir a una reunión de diálogo a la que había sido invitada. En ella conocí a Alain, que además vivía muy cerca de nosotros. A partir de entonces fui a su casa muchas veces, y cuando lo hacía lo acribillaba a preguntas.
Un año después, en junio de 1981, me encontré con Ikeda Sensei por primera vez, en un curso europeo realizado en Trets, Francia.[4] En aquella época yo era muy escéptico y desconfiaba del vínculo de maestro y discípulo, así que viví esa cita como una oportunidad para conocerlo de primera mano.
Cuando Sensei visitó Madrid dos años después, fue Alain quien me «empujó» a ir a la asamblea. Lo hice y, aunque en ese momento no entendí muy bien las palabras de Sensei, quedó grabada en mi mente la orientación que transmitió: «Myo significa “revivir”».[5] Aunque para entonces yo ya había superado mi enfermedad, estaba en el proceso de reforzar mi vida como objetivo principal, y esta sola frase me impulsó y me sostuvo durante años para construir una base sólida.
Sumiko: Igual que Sebastià, yo también había participado en el curso europeo de 1981. Allí tuve el arrojo de decir: «Sensei, por favor, venga a España». Y él me respondió que, si bien en ese momento no podía hacerlo, prometía venir más adelante. Su viaje dos años más tarde para mí encarnó, entre otras cosas, el ejemplo de alguien que se esfuerza por cumplir su palabra aun en medio de innumerables compromisos.
Algo que me marcó fue la mirada de Sensei; demostraba un gran cariño hacia los compañeros de España. Recuerdo que cuando, durante la asamblea, estudiamos la frase de los escritos de Nichiren Daishonin que ha mencionado Sebastià, Sensei empezó directamente pronunciándola: «Myo significa “revivir”; es decir, volver a la vida».[6] De su orientación, grabé en mi corazón que myo es la fuente fundamental de la vida y permite extraer la fuerza del Gohonzon. También nos transmitió que la práctica budista y la vida misma son una lucha constante contra el estancamiento y la desesperanza; y nos exhortó a que, cuando nos encontráramos en un punto muerto, lucháramos. Desde entonces, esto me ha hecho levantarme cada vez que me he sentido estancada.
De aquel 14 de junio de 1983 también recuerdo que, a la salida de la asamblea, había un libro de firmas; y que Sensei dejó escrito: «Queridos amigos de España, eternamente gloriosos»; y Kaneko Ikeda escribió: «Si surge algún problema, un millón de daimoku». Nunca he olvidado estas frases.
Luisa González: En mi caso, el de 1983 sí fue el primer encuentro con Ikeda Sensei. Para mí fue una proeza participar, ya que en ese momento vivía en Barcelona[7] y trabajaba de noche. Para poder asistir, fui al aeropuerto de madrugada directamente desde el trabajo, cogí el primer puente aéreo disponible y llegué a las 8 de la mañana. Me dirigí al hotel donde se haría la asamblea, y había muchas personas trabajando frenéticamente en los preparativos. Mientras esperaba, una chica me preguntó mi nombre, me pidió acompañarla a una sala y me entregó un paquete. Era un libro de Sensei en castellano, titulado El Buda viviente,[8] y estaba firmado por él y fechado. No me lo podía creer, porque en aquel entonces prácticamente no había disponible en España material de lectura sobre nuestra filosofía y yo deseaba como loca leer algo en castellano. Además, quedé muy impactada, pensando: «¿Cómo es que me regala un libro a mí, si ni siquiera me conoce?». Aquel fue mi libro de cabecera durante un montón de años, lo leí y releí centenares de veces.
Muchas gracias por compartir tan preciados recuerdos y vivencias… Vuestras respuestas muestran que la repercusión que ha tenido en vuestras vidas aquel encuentro ha sido duradera. Sin duda, debió de representar un antes y un después también para el movimiento por el kosen-rufu aquí, del que habéis sido pioneros. ¿Podéis hablarnos por favor del desarrollo de la Soka Gakkai en España a partir de entonces?
Sebastià: Ciertamente, salimos alentados y con ganas de hacer shakubuku. En Barcelona había solo dos o tres grupos de diálogo en ese momento, y fuimos creciendo poco a poco. Pero debo decir que la transformación mayor y más profunda de la organización fue a partir de 1991:[9] ahí empezamos realmente a luchar basándonos en el Gosho y a profundizar en la práctica del amor compasivo. Por decirlo en términos coloquiales, la organización que formamos hoy no tiene nada que ver con la que teníamos antes de aquel momento.
Luisa: Efectivamente. Después de junio de 1983, el entonces responsable de la Soka Gakkai en España comenzó a imponer una separación creciente entre el maestro y los practicantes. Viéndolo en perspectiva, diría que la tendencia arrogante de ese responsable, que seguramente ya existía, empezó a manifestarse con más fuerza, posiblemente al ver el vínculo de unión y cariño que en ese encuentro comenzó a establecerse entre Ikeda Sensei y los miembros locales. Y fue en 1991 cuando esto terminó de hacerse evidente.[10]
Sumiko: Durante el encuentro con Sensei en Trets en 1981, en un momento dado se dirigió a mí y, mirándome directamente a los ojos, me pidió que nunca dejara de practicar y nunca abandonara la Soka Gakkai. Como yo era tan joven y en ese momento vivía la práctica simplemente con alegría, no entendí por qué me lo decía; no podía imaginar lo que vendría después. En 1991 lo comprendí y, para mí, resultó clave haber escuchado esas palabras años atrás.
Estamos hablando de un período en el que teníais edades similares a las de los actuales miembros del Departamento de Jóvenes de la SGEs. La mayor parte de ellos no han tenido la oportunidad de encontrarse personalmente con su maestro. ¿Os gustaría transmitirles algo?
Alain: Muchas personas han impulsado su revolución humana de manera admirable sin haber tenido la oportunidad de encontrarse con Daisaku Ikeda, o con Josei Toda en los inicios de la Soka Gakkai… Incluso, si nos remontamos a los tiempos de Nichiren Daishonin, episodios como la persecución de Atsuhara[11] evidenciaron el valor de discípulos que habían desarrollado su fe sin haberlo conocido a él personalmente, a pesar de ser contemporáneos. El propio Ikeda Sensei ha subrayado la profundidad de un pasaje del Gosho que alude a ello: «Vernos el rostro uno al otro no es tan significativo; lo importante es el corazón».[12] Además, hoy tenemos multitud de medios para recibir la orientación y el aliento del maestro aun sin encontrarnos con él, incluidos los treinta volúmenes de La nueva revolución humana.
Luisa: Ciertamente, la relación de maestro y discípulo no depende de la cercanía física. Es algo mucho más profundo, y la clave es compartir el mismo deseo y el mismo compromiso de realizar el kosen-rufu.
Sebastià: Paralelamente, los antecesores nos seguiremos esforzando en apoyar a quienes han iniciado su práctica más recientemente. Poder confiar en la multitud de personas que nos han precedido, y que han tratado de ofrecer con sus vidas un ejemplo del valor humano que podemos desplegar como discípulos de Sensei, es un tesoro.
Sumiko: Basada en mi experiencia, algo que me gustaría transmitir a la juventud de hoy es la propuesta de hacer propios esos tres puntos que yo misma he guardado en el corazón: nunca dejes de practicar; nunca abandones la Soka Gakkai; y, si surge algún problema, entona un millón de daimoku. Yo los seguiré hasta el final de mi vida.
TESTIMONIO DE ALBERT BARROSO
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Conocí el budismo Nichiren en febrero de 1983. A pesar de llevar tan poco tiempo de práctica y de no haber ingresado aún como miembro de la Soka Gakkai, acepté la propuesta de ir a desde Barcelona a Madrid para asistir a un encuentro en el que participaría un líder budista que venía de Japón y que se llamaba Daisaku Ikeda. Aunque no era consciente de la trascendencia de la oportunidad, decidí viajar unos días antes porque me habían dicho que siempre se necesitaban manos para colaborar en la preparación de un evento así.
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Lo cierto es que los recuerdos que tengo de la cena a la que fui invitado son vagos. Sin embargo, sí recuerdo muy bien la actitud de Ikeda Sensei. Yo, que desconocía con qué tipo de persona me iba a encontrar, ese día pude ver cuál era la postura del maestro budista: en todo momento mostró un profundo respeto hacia los presentes, hablando con todos, preguntándonos si estábamos bien, si la comida era de nuestro agrado y suficiente… Con el deseo de agasajarnos, rompía una y otra vez la rigidez que tiende a caracterizar un evento de estas características. Ser testigo de esta postura, que quedó grabada en mi corazón, fue muy importante para mí de cara al futuro.
TESTIMONIO DE SUMIE NAKAMURA
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En 1983, se cumplían ya once años desde mi llegada a Canarias desde Japón. Cuando supimos de la visita de Ikeda Sensei a España, muy ilusionados, otro miembro local de la Soka Gakkai y yo compramos unas camisas con los colores azul y amarillo –representativos de Canarias– y reservamos billetes de avión.
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Al saberlo, el entonces responsable de la Soka Gakkai en España tuvo una reacción chocante: enfadado, nos dijo que no debíamos ir, que molestaríamos a Sensei. Afectados por sus palabras, al llegar al hotel en Madrid, la noche antes de la asamblea, nos quedamos en un espacio un poco apartado para no ser un estorbo. Desde allí vimos cómo un hombre japonés parecía necesitar apoyo para hacer alguna gestión, por tener dificultades para hacerse entender a causa del idioma. Nos acercamos a ayudarlo, y resultó ser uno de los hijos de Ikeda Sensei, que había viajado como parte del grupo. La frialdad que habíamos experimentado anteriormente se convirtió en calidez; no solo sentimos que no molestábamos, sino que nos invitaron a participar también en una cena que se había organizado para esa noche.
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Poco después, cuando Sensei llegó, se acercó a nosotros y nos dedicó palabras llenas de cariño. Jamás olvidaré cómo nos trató… Tras esa visita, mi espíritu cambió totalmente. Al volver a casa, retomé con fuerza la lucha por el kosen-rufu de Canarias. Visité muchos lugares para brindar aliento en la fe, y un año después comenzaron a surgir practicantes en Tenerife y Lanzarote.
TESTIMONIOS DE ROSY ÁLVAREZ Y SANTIAGO LEÑADOR
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SANTIAGO: En 1983, llevábamos tres años practicando el budismo, pero no conocíamos la importancia de la relación maestro-discípulo. En realidad, nadie nos había hablado de ella, y las traducciones de materiales de estudio eran escasas y no muy buenas.
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ROSY: Cuando Sensei vino a Madrid en junio, yo estaba embarazada de ocho meses y medio. Habíamos sido invitados a la cena, y recuerdo que Santiago participó en una actuación musical y cantó Los nardos. Cuando me presentaron a Ikeda Sensei, me dio la mano muy cálidamente y me miró con una gran sonrisa. Me impactó, pero hasta que no pasó el tiempo no me di cuenta de la importancia real de lo que vivimos esa noche.
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SANTIAGO: Después de esa visita, el entonces responsable de la Soka Gakkai en España llegó a prohibir hacer las reuniones de diálogo en casas aquí en Madrid. Tenían que hacerse en la sede que se abrió; así, él podía tener control personal sobre cada miembro. Fue una época oscura… El verdadero aprendizaje empezó en 1991.
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ROSY: Sí, en 1991 comenzamos a recibir todos los escritos de orientación y aliento del maestro que antes no nos llegaban, y empezamos a crecer de verdad. No hay palabras para decir lo que ha cambiado la organización desde entonces. Creo que somos muy afortunados porque, si nosotros dos estamos hoy en la SGEs, es gracias al vínculo que pudimos entablar con Sensei.
Alain González, Luisa González y Sebastià Vilanova son vicedirectores generales de la SGEs; Sumiko Soga y Sumie Nakamura son viceconsejeras nacionales del Departamento de Mujeres; Albert Barroso es responsable nacional del Departamento de Hombres; Rosy Álvarez es vicerresponsable nacional del Departamento de Mujeres; Santiago Leñador es vicerresponsable general del Departamento de Hombres de la región Centro.
[1] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vols. 5 y 6, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2011, págs. 46-48.
[2] ↑ N. de E.: Véase también el ensayo que precede a este artículo en la misma sección.
[3] ↑ N. de E.: El encuentro al que se refiere Alain González en este pasaje se produjo durante la misma visita de Daisaku Ikeda a París, en mayo de 1973, durante la que se estableció la Conferencia Europea de la Soka Gakkai, un tema tratado extensamente en el número anterior de esta revista.
[4] ↑ N. de E.: Puede leerse más sobre el encuentro aquí mencionado en Civilización Global, n.º 193, mayo 2021, sección «NRH 30».
[5] ↑ El daimoku del Sutra del loto, en END, págs. 156.
[7] ↑ N. de E.: Luisa González actualmente vive en Sevilla.
[8] ↑ N. de E.: El Buda viviente es un relato de la vida de Shakyamuni, el buda Gautama. Escrito hace décadas (la primera edición en inglés data de 1976), hoy en día el libro está descatalogado; pero se puede leer acerca de los temas que trata en obras más recientes del autor, entre las cuales Develando los misterios del nacimiento y la muerte y La nueva revolución humana, vol. 3, cap. «El Buda», ambas publicadas por Ediciones Civilización Global.
[9] ↑ N. de E.: En 1991, la deriva autoritaria y ominosa de la Nichiren Shoshu hizo que la continuidad de los esfuerzos realizados por la Soka Gakkai para impulsar el kosen-rufu conjuntamente con el clero se tornara imposible, al recibir de los sacerdotes una «Nota de excomunión» (que no tuvo efectos, por ser la Soka Gakkai una organización independiente). Dicha nota fue emitida el 28 de noviembre, fecha que pasó a celebrarse como «Día de la Independencia Espiritual de la Soka Gakkai».
[10] ↑ N. de E.: El mencionado responsable titular de la Soka Gakkai en España hasta 1991, conocedor de la voluntad de la Nichiren Shoshu de forzar a los miembros de la Soka Gakkai a renunciar a tal condición para asumir la de seguidores laicos del clero (véase tb. la nota anterior), trabajó de manera solapada para apoyar esta maniobra y convertirse en líder del laicado de la Nichiren Shoshu en el país. La intriga salió a la luz en marzo de 1991 y, por este motivo, la alusión a la etapa que se inició ese año como «renacimiento Soka» tiene especial significado para la SGEs.
[11] ↑ N. de E.: Se conoce como «persecución de Atsuhara» un período marcado por la sucesión de amenazas y actos de violencia perpetrados contra los seguidores del Daishonin en la aldea de Atsuhara (en la zona central de la actual prefectura de Shizuoka). Comenzó en 1275 y se prolongó hasta 1283 aproximadamente. Desde 1274, Nichiren Daishonin vivía en el monte Minobu, y Nikko Shonin había asumido, como discípulo suyo, el apoyo directo a los practicantes de esa área.
[12] ↑ El tambor en el Portal del Trueno, en END, pág. 993.