IGOR LIPPOLIS · BARCELONA
Conocí la práctica con 19 años, pero recibí el Gohonzon cuando me mudé a Barcelona dos años después. Desde el principio esto representó la decisión de dedicar mi vida al kosen-rufu y compartir la práctica.
Surgieron dificultades que me invalidaron parcialmente por un tiempo. En esos momentos, gracias a una profunda oración y al apoyo de amistades, junté la fuerza y el coraje para salir adelante. Ahora puedo decir que estas adversidades representaron la motivación para decidir transformar mi vida desde la raíz. Como explica Sensei: «Las dificultades son una parte inevitable de la existencia. Nuestra práctica del budismo Nichiren nos empodera para construir una sólida identidad, afrontar cualquier prueba y abordar las situaciones negativas con actitud positiva, tomando todo como una oportunidad para crecer».1
En el último año, por mi trabajo como terapeuta y con el deseo de terminar mis estudios de Osteopatía, decidí mudarme al centro de la ciudad. Aunque era difícil debido al coste de los alquileres y mi situación económica, determiné que surgiera el lugar adecuado para realizar el kosen-rufu en Barcelona. En dos meses, en el décimo aniversario de mi Gohonzon, encontré una casa que supera mis expectativas, y además mi situación económica mejoró. Seguí abriendo mi casa y haciendo visitas para que personas nuevas pudieran practicar el budismo, y participé en cuantas actividades podía.
Hace unos años mi hermana mayor comenzó a practicar y ahora se realizan reuniones de jóvenes en su casa y, hace poco, mi hermana pequeña también participó en sus primeros encuentros de diálogo. Además, el 25 de agosto pasado mi madre expresó el deseo de recibir el Gohonzon.
Mi determinación es consolidar mi profesión y mi persona, y crear unión y valor en dirección a la paz y la cultura. Seguro de mi camino, he determinado que no pase un solo día sin dialogar con jóvenes, sobre el budismo y la vida, para crecer juntos.