Tras el fallecimiento de Ikeda Sensei, la Soka Gakkai ofició una ceremonia en su memoria el 23 de noviembre en el Auditorio en Memoria de Josei Toda en Sugamo, Tokio. Seguidamente presentamos palabras pronunciadas en el acto tras el gongyo.
KIMIKO NAGAISHI
Responsable del Departamento de Mujeres de la Soka Gakkai
El 17 de noviembre, recibí la inesperada noticia del fallecimiento de Ikeda Sensei. Acababa de participar en una ceremonia de gongyo en la Sede del Gran Juramento del Kosen-rufu, en conmemoración del 18 de noviembre.
La noticia me dejó consternada y en un profundo estado de tristeza. Enseguida me avisaron de que podía estar presente en el funeral del maestro Ikeda, oficiado por su familia más cercana.
Junto a la esposa de Sensei y a otros parientes directos, hicimos el gongyo y entonamos daimoku, dirigidos por el presidente Harada.
Cuando terminamos la recitación, el presidente Harada miró hacia Ikeda Sensei y expresó la inmensa gratitud y el juramento inquebrantable que todos estábamos sintiendo. En esa ceremonia digna y solemne, profundamente conmovedora, sentí que nuestro mentor había emprendido su viaje hacia el Pico del Águila.
La señora Ikeda me habló con bondadoso afecto, como si me abrazara con sus palabras. Le manifesté mi infinito agradecimiento: «Muchísimas gracias. Daré todo de mí, y más aún, para corresponder a usted y a Sensei».
Me respondió diciendo: «Cuento contigo. Te pido que seas fuerte y que te esfuerces al máximo». Sus palabras fueron amables, pero a la vez, firmes. Como alguien que toda su vida avanzó por el camino de maestro y discípulo con fe pura y sincera, y que siempre vivió en unión espiritual con Ikeda Sensei, me estaba confiando el corazón de Sensei… En el instante en que la escuché, sentí que mi determinación se redoblaba.
Entonces, tratando de transmitirle el sincero sentimiento de todos los compañeros, le dije: «Señora Ikeda, estaremos orando con alma y vida para que usted viva muchos, muchos años». A esto, respondió: «Muchas gracias. ¡Eso haré!».
Antes de abandonar la sala, la señora Ikeda se dirigió a Sensei y le dijo: «De verdad, lo diste todo, ¿no es así?». En ese momento, un profundo oleaje de gratitud inundó mi corazón, sabiendo cuánto habían orado Sensei y su esposa, sin otro deseo que la felicidad de todos y cada uno de nosotros, los miembros, y que, gracias a ambos, la Soka Gakkai había llegado a ser todo esto que es hoy…
¡Ikeda Sensei! ¿Cuántas personas, gracias a usted, han podido transformar su karma, cuántas personas han podido hacer su revolución humana y avanzar por el camino de la felicidad más inmensa posible? ¡Son tantas, que no podríamos contarlas! Los lazos indisolubles entre usted y cada uno de nosotros son eternos: nada podrá destruirlos jamás.
Como discípulos nunca olvidaremos las luchas que ha librado para proteger a sus compañeros de fe, atravesando con la valentía de un león tormentas de persecuciones, marchando siempre en la primera fila, absolutamente preparado para protegernos de cualquier ataque.
Sensei, lo diré con sus palabras: «Cuantas más personas crean en la bondad inherente al ser humano, cuanto más basemos nuestras relaciones en el respeto mutuo, más crecerá la corriente del respeto a la dignidad de la vida y más se propagará en todo el mundo. Esto, en definitiva, nos permitirá poner fin al ciclo de conflictos y de odio que parece haber definido hasta ahora el karma de la humanidad».
Nosotros, como discípulos, estamos decididos a cumplir su deseo, construyendo más y más jardines de paz en cada rincón del mundo.
¡Con jubilosa solidaridad, arremetiendo hacia el triunfo, juramos promover el kosen-rufu eternamente a su lado!
Obsérvenos, Ikeda Sensei, y sin falta lo verá!
MINORU HARADA
Presidente de la Soka Gakkai
En esta ceremonia recordatoria de la Soka Gakkai para homenajear la noble existencia de nuestro mentor, Daisaku Ikeda, y honrar sus contribuciones extraordinarias e inigualables al kosen-rufu –la primera desde que se oficiaran las exequias del maestro Josei Toda– hemos recitado el Sutra del loto y entonado Nam-myoho-renge-kyo con profunda solemnidad, junto a nuestros compañeros miembros de Japón y del mundo.
Han pasado apenas unos pocos días desde la inesperada noticia del fallecimiento de Ikeda Sensei; estoy seguro de que todos ustedes, al igual que yo, estamos participando en esta ceremonia sacudidos por un sinfín de emociones, entre la consternación, la pesadumbre y el agradecimiento.
De acuerdo con los deseos de la familia Ikeda, el anuncio de esta triste noticia (la muerte de Ikeda Sensei el 15 de noviembre) se dio a conocer el 18 de noviembre, día de la fundación de la Soka Gakkai. Como todos sabemos, en esa fecha se recuerda también la publicación del Soka Kyoikugaku Taikei (El sistema pedagógico de la creación de valores), la obra magna del maestro Makiguchi. Al releer el colofón del libro, me sorprendió ver que, además de mencionarse el 18 de noviembre como fecha de publicación, también consta el 15 de noviembre como fecha de impresión.
Por una coincidencia realmente asombrosa y profunda, Ikeda Sensei terminó su noble vida en esta significativa fecha registrada como el día en que fue impreso el Soka Kyoikugaku Taikei, que plasma la colaboración entre los dos primeros presidentes, como maestro y discípulo. Cuando me detengo a pensar en ello, reconozco con inmensa emoción, una vez más, los poderosos lazos que unen a nuestros tres presidentes fundadores.
Hemos recibido una infinidad de condolencias de personas de todo el país, así como también de prominentes líderes, intelectuales, estadistas y diplomáticos fuera de Japón que han atesorado su relación con Ikeda Sensei.
Estos sinceros mensajes, enviados por figuras que se han destacado en los ámbitos más diversos del mundo, testimonian con elocuencia que uno de los triunfos más grandes de Sensei fue su dedicación a forjar lazos de amistad, unir a las personas y conectar la bondad inherente a cada una de ellas, trascendiendo la ideología, el origen étnico o la religión. Cada día que transcurre, lo comprendo con más fuerza y claridad aún.
El mundo en que vivimos está atravesado por las guerras y los conflictos. En este preciso instante, hay quienes viven sumidos en la angustia y el sufrimiento. Nuestra misión como discípulos de Sensei, pase lo que pase, es continuar recorriendo y prolongando aún más la gran vía de paz, cultura y educación que Sensei abrió con su dedicación altruista, para cambiar el karma –el destino– de toda la humanidad.
Incluso, hay voces detractoras de nuestro movimiento que, sin fundamento alguno, ya están prediciendo el debilitamiento de la Soka Gakkai. El maestro Toda se levantó como un defensor indómito de la verdad y luchó contra la fuerza demoníaca del autoritarismo que había causado la muerte en prisión de su maestro Makiguchi. Con ese espíritu, libró y ganó una contienda resuelta para reivindicar a su mentor. Ikeda Sensei también batalló toda su vida sin arredrar, enfrentado a toda clase de obstáculos y funciones destructivas, para hacer realidad el ideal y la visión de su maestro Toda. Con esa determinación, dio a conocer ampliamente la grandeza de su mentor.
Ahora nos corresponde a nosotros, los discípulos de Ikeda Sensei, ser campeones intrépidos de la verdad, y mostrar a la sociedad y al mundo, con nuestras propias victorias, la verdadera grandeza de nuestro maestro.
En un ensayo que él escribió para nosotros en octubre de este año, se refirió a los ciclos de cambio que ocurren cada siete años y agregó: «[L]os maestros y discípulos de la Soka también hemos avanzado siguiendo ciclos de siete años –que hemos llamado «siete campanadas»– que nos han permitido culminar cada uno de estos períodos con resonantes campanadas de victoria para el kosen-rufu».[1] En este texto, hizo constar la importancia de los próximos siete años que habremos de recorrer hasta el centenario de la Soka Gakkai (en 2030).
En su último año de vida, hablando sobre estos ciclos, el maestro Toda preguntó: «Daisaku, ¿crees que, en los próximos siete años, podrás expandir nuestra membrecía a tres millones de familias?». Sin dudarlo ni un instante, Sensei respondió: «Sí, lo haré. Estoy más decidido que nunca».
Poco después de la muerte del maestro Toda, Ikeda Sensei expuso a nuestros miembros su visión de las «siete campanadas», que marcaba un claro rumbo en dirección a los siete años siguientes.
A tono con esto, trabajemos unidos para construir una magnífica Soka Gakkai juvenil en todo el mundo, con nuestro esfuerzo concertado como discípulos, en estos siete años que tenemos por delante hasta el centenario de nuestra organización, la meta de oro que Ikeda Sensei dejó en nuestras manos. Estoy seguro de que esta es la mejor forma de saldar la deuda de gratitud con nuestro mentor, y sé que, de esa manera, podremos abrir una grandiosa nueva ruta hacia la paz.
En el epílogo de su novela La revolución humana, Ikeda Sensei rememora así a su mentor: «En mi marcha por el noble y digno camino de la Soka Gakkai, el presidente Toda sigue viviendo en mi corazón. Solo puedo orar para que él viva eternamente en el alma y el pensamiento de todos nuestros miembros».
Ikeda Sensei también vive en el corazón de todos, en cada paso de nuestra marcha. Cada día y todos los días, vivamos de tal manera que Sensei pueda sentirse feliz y orgulloso de nosotros, avanzando siempre con esperanza y convicción.
¡Sensei! ¡Nosotros, sus discípulos, también lucharemos con la unión de «distintas personas con un mismo propósito»! ¡Lograremos el kosen-rufu mundial, pase lo que pase! Por favor, ¡quédese tranquilo!
Concluyo mis palabras con el firme juramento de informar a Sensei de nuestra victoria, grabando en mi vida la frase de Nichiren Daishonin que afirma: «No hay forma de que el sutra esté diciendo falsedades cuando expresa: “Las personas que habían conocido la Ley vivieron en distintas tierras de buda, aquí y allá, y renacieron constantemente en compañía de sus maestros”».[2]
[1] ↑ Véase la revista CG, n.º 224, diciembre 2023, sección «Orientación».
[2] ↑ La herencia de la Ley suprema de la vida, en END, págs. 227-228.