El valor de dialogar y estrecharse la mano


Entrevista a José Manuel Morán, vicepresidente del Capítulo Español del Club de Roma | Parte I


El mes pasado presentamos en esta sección un ensayo dedicado al vínculo entre Aurelio Peccei y Daisaku Ikeda, motivados por el 40.º aniversario de Antes de que sea demasiado tarde, el libro de conversaciones entre ambos. Tras el fallecimiento de Peccei el mismo año en que se publicó la obra, 1984, lo sucedió en la presidencia del Club de Roma el cofundador Alexander King. Y entonces, en 1990, quien lo relevó en el cargo fue un español universal, Ricardo Díez Hochleitner. Coetáneos, Díez Hochleitner (1928-2020) e Ikeda (1928-2023) no tardaron en entablar una entrañable amistad, que se extendería a lo largo de tres décadas, y en colaborar en iniciativas dirigidas a la mejora de la sociedad humana y su relación con el medio ambiente. Desde los inicios de su andadura en el Club de Roma, junto a Díez Hochleitner estuvo José Manuel Morán Criado, una personalidad sin la cual no se podría entender la actividad del Capítulo Español en todos estos años. A continuación, se recoge la primera entrega de la entrevista que le realizamos en su despacho, donde nos recibió cálidamente.


José Manuel Morán | Foto: clubofrome.org

Muchas gracias por aceptar esta entrevista. Nos gustaría empezar preguntándole por los orígenes del Capítulo Español del Club de Roma.

Tras su fundación en 1968, el Club de Roma tuvo un impacto social enorme a raíz del informe Los límites del crecimiento (1972), porque poco después de su publicación se produjo la crisis del petróleo de 1973. El Club fue la primera institución que intentó tener una visión sistémica, de cómo interaccionaban los distintos sistemas; es decir, de cómo la alimentación, la industrialización, la contaminación… se relacionaban entre ellas.

Ricardo Díez-Hochleitner había tenido interés en el Club desde su formación. Sin embargo, existía un obstáculo importante. Aurelio Peccei había estado en las cárceles de Mussolini y era un acérrimo antifascista. Por este motivo, no creía que fuera oportuna la formación de un capítulo del Club de Roma en España mientras perviviera el régimen de Franco.

Con el tiempo, en esto jugó un papel importantísimo la Asociación de Científicos Jóvenes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de la que era secretaria Teresa Mendizábal.1 Ella y el presidente de la asociación, José Gómez-Acebo, nada más morir Franco escribieron a Aurelio Peccei para invitarlo a venir a España a pronunciar una conferencia tan pronto como él quisiera. Y lo hizo muy poco después, en abril de 1976.

Ese mismo año se creó el Capítulo Español del Club de Roma. Un dato poco conocido es que esto ocurrió a instancias del entonces presidente del Gobierno. Adolfo Suárez creó el Instituto Nacional de Prospectiva en noviembre de 1976 y al mes siguiente, en diciembre, Ricardo Díez Hochleitner, Jesús Moneo, Marcelino García Cuerpo y Eduardo Primo firmaban el acta de constitución del Capítulo.

Eran personas muy especiales… No necesitaban grandes documentos; a veces, bastaba con estrecharse la mano.

Ricardo Díez Hochleitner y Daisaku Ikeda se saludan en el que fue su cuarto encuentro (Tokio, febrero de 1996) | Foto: Seikyo Shimbun

Es como se lee en el texto de presentación del Club de Roma: «La mayoría de las organizaciones influyentes comienzan con la reunión de unas pocas mentes afines».2 Y entonces, poco después, usted se suma al Capítulo Español. ¿Cómo ocurre?

Yo soy ingeniero, y trabajaba en Telefónica. En aquel momento era un simple jefe de negociado. Sin embargo, el anterior presidente de la empresa, Antonio Barrera de Irimo, una personalidad visionaria, había creado FUNDESCO, la Fundación para el Desarrollo de las Telecomunicaciones, y esta había impulsado el debate sobre temas de futuro. A propósito, la puesta en marcha de la fundación había sido el mismo año que la del Club de Roma y las revueltas estudiantiles, 1968.

Ricardo me conoció porque, no mucho después del establecimiento del Capítulo, con motivo de un evento centrado en el cambio tecnológico y su impacto sobre el empleo en la nueva sociedad, llamaron a Telefónica para ver si podían enviar a alguien a exponer cómo vivíamos ese cambio en la empresa, y la persona designada para hacerlo fui yo.

Se trataba de un cambio tecnológico profundísimo… Significaba que, por ejemplo, en una central con 20 000 líneas telefónicas, de los doce operadores con formación superior que habían tenido que trabajar hasta ese momento, se pasaría a solo tres operadores con formación básica.

En el evento hablé sobre el impacto que cambios como ese iban a tener en el empleo, de cómo iban a transformar totalmente las nóminas de las empresas, y esto llamó la atención de Ricardo.

A la salida, él se acercó a mí y me preguntó si había oído hablar del Club de Roma. Yo respondí que sí, y que había comprado los dos primeros informes: además de Los límites del crecimiento, La humanidad en la encrucijada. Esto le sorprendió, y me preguntó si me interesaría entrar en el Capítulo Español. Yo no sabía lo que era, y él me explicó que se acababa de crear.

Qué escena tan estimulante…

Ciertamente, en aquellos momentos el Capítulo Español del Club de Roma era algo increíble. Formaban parte de él exministros, académicos de mucho renombre… Ricardo había concitado a su alrededor a un grupo de personas extraordinario.

Cuando fui a mi primera asamblea, salí absolutamente impresionado. Allí no había ningún papel. Solo dialogaban.

Yo le agradezco tremendamente al Club de Roma el haberme hecho ver que uno no es solo del sitio donde está, sino que hay muchas más interacciones. La gran importancia que tienen los informes al Club es que intentan tener esa visión que va más allá del objeto en sí.

En este sentido, la idea de la etnia humana, de la familia humana por la que aboga Daisaku Ikeda, es fundamental. Coincide con la exhortación del Nuevo Testamento a no hacer «acepción de personas».3 No se debería discriminar a nadie por el color de su piel o por su lugar de nacimiento, ni tampoco por sus creencias. Por eso, la consideración de que los seres humanos valemos por nosotros mismos, con independencia de los oropeles que tengamos alrededor, es básica.

Otra cosa que aprendí en el Club es que siempre se tiene que prestar atención al entorno. Esto es algo que yo tenía claro desde el punto de vista de la ingeniería; quien ha estudiado en matemáticas las condiciones de contorno sabe que son básicas.

La posterior elección de Ricardo Díez Hochleitner como presidente del Club de Roma da idea de la trascendencia de su actividad al frente del Capítulo Español. Y usted fue una persona de confianza para él en ese camino.

En una primera etapa, Ricardo contó conmigo para ofrecer un contrapunto a algunos entusiastas de la tecnología, por cuanto podía mostrar sus claroscuros basado en mi experiencia profesional.

Yo vivía una realidad que luego ha seguido intensificándose y acelerándose. Me refiero a las rupturas provocadas por las innovaciones tecnológicas y su impacto sobre la sociedad, con la desaparición súbita de profesiones enteras. En aquel período, pocas personas entendían la magnitud de este fenómeno.

Esta transformación constante hizo necesaria una formación continua, para actualizarse permanentemente. En Europa se empezó a hablar de la educación no formal y a configurarse un modelo de comunicación entre las empresas y las universidades. Este debate daría origen al Proceso de Bolonia.

El Gobierno de España requirió abordar esta nueva realidad. Como resultado, en Telefónica, tras pasar por puestos de responsabilidad como los de director de Planificación y ser miembro de la alta dirección, se me pidió ponerme al frente de la Fundación Formación y Tecnología. Entonces, Ricardo me invitó de nuevo al Club a explicar en qué consistía la educación no formal. Digamos que él me iba involucrando en diversos debates y procesos, y que contaba conmigo para contribuir a la continuidad de la labor que había iniciado en el Capítulo Español.

No somos conscientes de lo mucho que ha significado para España la personalidad de Ricardo Díez Hochleitner…

(Continuará).


  1. Teresa María Mendizábal (1940-2022), prestigiosa científica nacida en Vitoria, más tarde se convertiría en vicepresidenta del Capítulo Español del Club de Roma.
  2. Véase <https://www.clubofrome.org/history/>.
  3. Santiago 2:9.
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