En vuelo · Desde el Departamento de Estudiantes de la SGEs


Carolina Olcina | Tenerife


Tengo 20 años. Estoy estudiando un ciclo superior en Turismo y en enero, arrancando 2025 con el desafío del Departamento de Estudiantes, leí la propuesta de paz de 2017 de Daisaku Ikeda: La solidaridad mundial entre los jóvenes augura una nueva era de esperanza.

Al principio, Ikeda Sensei expone que la raíz del pensamiento de los dos primeros presidentes de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi y Josei Toda, reside en «la visión de la ciudadanía mundial nutrida en la filosofía del respeto a la dignidad de la vida que expone el budismo, y en la convicción de que ninguna persona, cualquiera sea su grupo de pertenencia o país de origen, debe ser discriminada, explotada, o privada de sus derechos e intereses en beneficio de otras».1

Tras esta lectura, he pensado que muchas veces la forma en que nos relacionamos con los demás es un reflejo de la manera en que entendemos los principios de dignidad y respeto. Vivimos en un mundo diverso y, más allá de las circunstancias que todos tenemos, compartimos una humanidad común. Pero esa humanidad no debería ser una idea abstracta, sino un principio activo que guíe nuestras decisiones cotidianas. El concepto de dignidad universal del que habla Ikeda Sensei en la propuesta, me recuerda que la paz no es algo que se pueda solo esperar o desear desde un plano ideal, sino que es algo que se construye en cada acción, en cada gesto de respeto y empatía hacia el otro. Es un desafío personal, diario. Me he dado cuenta de que de nada sirve hablar de igualdad si no estoy dispuesta a tratar a cada ser humano con la dignidad que le corresponde. Mi determinación es compartir estos principios con mis compañeros, familiares y amigos, y así ayudar a crear un mundo mejor.


  1. IKEDA, Daisaku: La solidaridad mundial entre los jóvenes augura una nueva era de esperanza, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2017, pág. 9.
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