Cecilia Hernández | La Palma

Un soleado 30 de julio de 2022 llegué a casa de una compañera de trabajo –hoy, amiga de corazón ya– con una invitación a participar en una «Asamblea conmemorativa del Ikeda Kayo-kai». Hacía tan solo unas semanas que se había despertado en mí la curiosidad por aquella práctica que ella realizaba. En ese momento trabajábamos codo con codo en un centro de acogida para personas migrantes en un recóndito pueblito de La Palma y, en una reunión de trabajo, charlando sobre la dificultad que enfrentaban estas personas en su viaje migratorio y cómo nuestro rol podía marcar un punto de inflexión, dijo: «Siempre hay que defender la dignidad de la vida de todas las personas. Dentro de mi práctica budista, esa es mi guía». Esas palabras resonaron fuertemente en mí, ya que desde siempre esa había sido una guía en mi vida.
De aquella conversación saqué el coraje para participar en aquella asamblea, a la que me había invitado con tanto cariño. No conocía aún el lenguaje de la Soka Gakkai. ¡No sabía siquiera cómo se pronunciaba «Soka Gakkai»! Y mucho menos «Nam-myoho-renge-kyo», que me parecía un trabalenguas. Aun así, recuerdo no sentirme ajena a lo que ocurría: aquellas jóvenes hablaban desde el corazón, y el diálogo me llegaba como los cálidos rayos de un sol brillante. Mi práctica comenzó aquel día, y de aquel encuentro han pasado ya dos años y medio.
Aunque atravesé meses de cambios vitales, pérdidas y adaptaciones, la práctica siempre se mantuvo como un pilar que, por primera vez, me ayudó a fortalecer mi constancia. Con el tiempo me animé a participar cada vez más en las reuniones de diálogo y, tras un año de práctica, recibí el Gohonzon. Justo al mes siguiente, pude participar en Madrid en un curso del grupo Azahar1 que marcó un punto de inflexión para mí, llevándome a profundizar mi fe, el estudio budista y mi conexión con la familia Soka y, finalmente, a asumir la responsabilidad del Departamento de Mujeres Jóvenes en mi grupo de diálogo.
Al poco tiempo, llegó otra propuesta: asistir al Curso de Verano de la SGEs 2024, en Guadalajara. Recibir la noticia fue como cuando la AEMET anuncia unas esperadas lluvias, que sabes que nutrirán el suelo con todo lo que sostiene… Y entonces ves el monte de tu isla reverdecer. Acepté sin vacilar y viví un fin de semana cargado de aliento mutuo, en que continué aprendiendo a atesorar a cada persona y a no dejar a nadie atrás. Pero, sobre todo, fue un despliegue de espíritu humanista, una oportunidad única para ver corporeizado el principio de «distintas personas con un mismo propósito».2
Cuando acabó el curso, sentí que quería llevar ese ejemplo de humanidad a cada rincón que habitase. Comprendí con más claridad la profundidad del propósito del kosen-rufu. Tanta fue la inspiración que me determiné a comenzar a leer La nueva revolución humana. Antes, el sinfín de volúmenes me abrumaba, pero, tras leer el primero, me sentí como una adolescente que quiere leer más de su saga favorita.
Me determiné a comenzar a leer La nueva revolución humana. Antes, el sinfín de volúmenes me abrumaba, pero, tras leer el primero, me sentí como una adolescente que quiere leer más de su saga favorita.
Adentrarme en la obra de Ikeda Sensei cambió mi manera de vivir mi práctica. Entendí la determinación con la que logró expandir el kosen-rufu mundial, la decisión inquebrantable de no dejarse vencer por los desafíos, y su postura de atesorar cada diálogo. Todo esto generó en mí una gran inspiración. «Esta es la postura con la que quiero vivir», pensé, y sentí una enorme deuda de gratitud.
En el curso de verano, además, mantuve un diálogo de orientación que me alentó profundamente. Compartí con una responsable, que me escuchó con dulzura, la incertidumbre que sentía en relación con mi futuro personal y profesional. Con una cálida sonrisa, ella me animó a orar para extraer claridad y me transmitió que, si reforzaba el músculo de la práctica –que para entonces flaqueaba–, surgirían las respuestas. Y así fue: después de unos meses orando por primera vez ininterrumpidamente, con constancia y determinación, comenzaron a ocurrir cambios.
Una responsable [de la SGEs] […] me animó a orar para extraer claridad y me transmitió que, si reforzaba el músculo de la práctica –que para entonces flaqueaba–, surgirían las respuestas. Y así fue.
El primero fue poder conversar con mi madre, de corazón a corazón, sobre la práctica budista. Le hablé de la inspiración que había sentido a partir del curso de verano y tal fue la emoción que, al día siguiente, decidió acudir a la reunión de diálogo. Hoy, recibe diariamente palabras de aliento de Sensei y me pregunta por las compañeras de práctica, con ganas de participar en los siguientes encuentros.
Poco tiempo después, recibí una oferta de trabajo que me dejó asombrada. Durante los meses previos había estado orando para un trabajo en que poder sentir coherencia con mis valores, y también me había propuesto que fuera a comienzos de año, antes de que mi colchón económico se agotase. Para mi sorpresa, el Servicio Canario de Empleo me convocaba a una oferta como mediadora dentro de una administración pública insular. ¿Mi labor? Facilitar el diálogo y mediar en los conflictos entre la ciudadanía y un proyecto de energía renovable que podría abastecer energéticamente a la isla. El proyecto comenzaría el 1 de enero de 2025. Superé la entrevista y ¡oficialmente comencé el año como mediadora!
El agradecimiento que siento es inmenso. Desafiarme en mi práctica y reforzar el lazo con el maestro ha generado las condiciones que hoy me permiten contar esta experiencia.
El agradecimiento que siento es inmenso. Desafiarme en mi práctica y reforzar el lazo con el maestro ha generado las condiciones que hoy me permiten contar esta experiencia.
Como afirma Ikeda Sensei: «No hay nada de qué preocuparse. Cuentan con Nam-myoho-renge-kyo. Si oran con la firme determinación de triunfar sin falta, pueden convocar infinita valentía, sabiduría y fuerza vital y desplegar plenamente su potencial».3
Gracias a todas las personas que siguen creando las causas correctas sin dejarse vencer. ¡Sensei, cuente con nosotros!
- Azahar es un grupo de capacitación de la SGEs integrado por miembros del Departamento de Mujeres Jóvenes que, con base en la fe budista y el vínculo con el maestro, realizan en coordinación con otros grupos diversas labores dirigidas a que los miembros, simpatizantes e invitados de la entidad puedan disfrutar de las actividades sin preocupaciones.
- Puede leerse más sobre este principio, p. ej., en CG, n.º 237, enero de 2025, sección «Estudio».
- Véase CG, n.º 190, febrero de 2021, sección «De pie y de paz».