Por Minoru Harada · Para el número de marzo de 2025 de Daibyakurenge
Nichiren Daishonin declaró: «Myo significa “revivir”; es decir, volver a la vida».[1]
El ejemplo más cabal de estas palabras del Daishonin son los resilientes miembros de la familia Soka de Tohoku, que hace 14 años sobrellevaron la devastación causada por el terremoto y tsunami de esa región, así como cada uno de los compañeros que siguen avanzando sin doblegarse ante ninguna adversidad. Lo que activa esa fortaleza ilimitada inherente a los seres humanos es la Ley Mística.
Las profundas enseñanzas del Buda cobran vida en las personas que encarnan la esencia del budismo. Por este motivo, nuestros invalorables amigos de la Soka, que practican de acuerdo con estas doctrinas budistas, son dignos de respeto.
En su última disertación sobre pasajes clave del Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, Ikeda Sensei señala con firme convicción: «El principio de que “las personas comunes son idénticas al nivel más elevado del ser [la budeidad]”[2] define la verdadera naturaleza del Buda del Último Día de la Ley, en la medida en que afirma que los budas genuinos no son seres sobrehumanos».
El debate de Otaru, cuyo septuagésimo aniversario recordaremos el próximo 11 de marzo, es uno de los acontecimientos históricos que demuestran esta verdad: que la suprema nobleza existe en las personas comunes.
Una integrante del Departamento de Mujeres de la Soka Gakkai, en defensa de la justicia y de las verdaderas enseñanzas del budismo, había confrontado intrépidamente a los arrogantes sacerdotes de la Nichiren Shu (la escuela Minobu del budismo Nichiren). Su refutación, en última instancia, condujo a organizar el mencionado debate. Tuve oportunidad de conocer personalmente a esta miembro, proveniente de una humilde aldea pesquera de Aomori. Era una persona sencilla, del pueblo, con los pies en la tierra.
Por orientación de Toda Sensei, el debate quedó enteramente bajo responsabilidad del Departamento de Jóvenes, liderado por Ikeda Sensei. La parte opuesta estuvo representada por profesores universitarios que, además, eran sacerdotes ordenados en la Nichiren Shu. Esto contrastaba con los representantes de la Soka Gakkai, que no tenían títulos o tratamientos formales asociados a sus nombres y apellidos. Sin embargo, la rotunda y segura declaración inicial con que Sensei abrió el debate, como moderador por parte de la Soka Gakkai, definió desde el principio el resultado. El debate culminó en una resonante victoria para la Soka Gakkai y, a partir de ese momento, nuestros miembros de Hokkaido despegaron hacia un crecimiento notable.
La historia de la Soka Gakkai, como simboliza el debate de Otaru, es una sublime gesta de victoria y renacimiento protagonizada por el pueblo. Nuestro movimiento no da importancia al prestigio, la posición social, los privilegios o la trayectoria académica. Nos acercamos a dialogar con la gente y a ampliar los lazos de amistad como nobles personas comunes y corrientes. Y es de esa manera como abrimos la senda del kosen-rufu.
Esta postura resume el enfoque que mantenía Ikeda Sensei al dialogar. Jamás adoptaba aires de importancia, aun cuando sus interlocutores fueran líderes mundiales o pensadores de renombre. Más bien, transmitía la esencia del budismo con naturalidad, en el transcurso de la conversación.
En el prefacio del diálogo que mantuvieron, publicado hace medio siglo, el eminente historiador británico Arnold J. Toynbee (1889-1975) dejó claro que tanto él como Sensei coincidían en que la humanidad debía emprender cambios profundos si quería asegurar su supervivencia. Los diálogos de vida a vida que entablan los miembros de la Soka Gakkai en todo el mundo son el camino directo hacia la revolución humana, para nosotros y para los semejantes. Con convicción intrépida y apasionada, ¡volvamos a dialogar, hoy, una vez más!
(Traducción del artículo publicado en la edición de marzo de 2025 del Daibyakurenge, revista mensual de estudio de la Soka Gakkai).
[1] El daimoku del «Sutra del loto», en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2020, pág. 156.
[2] The record of the orally transmitted teachings (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), trad. por Burton Watson, Tokio: Soka Gakkai, 2004, págs. pág. 22.