Superar el sufrimiento y asumir mi misión


Susana Segovia | Torremolinos, Málaga


Susana Segovia Mudie | Fotos: Cortesía de Susana Segovia

En 2015 yo tenía una vida aparentemente perfecta: un matrimonio estable, éxito en el deporte –siendo una atleta reconocida a nivel nacional–, estabilidad económica, dos hijos maravillosos (que, por supuesto, aún lo son) y todo lo que desde fuera se podría percibir como una vida de éxito.

Debido al estrés por mi trabajo y la competición atlética y, en parte, a la disforia hormonal que sufría desde la adolescencia y que nunca me diagnosticaron correctamente, hace diez años experimenté una crisis profunda, a raíz de la cual mi vida se derrumbó en absolutamente todos los aspectos posibles. Además, recibí un tratamiento médico incorrecto que me produjo efectos secundarios adversos. Estaba destrozada, me sentía totalmente incapaz de tolerar semejante sufrimiento y miedo.

En medio de todo ese caos, murió mi madre. Ella tenía el mismo trastorno hormonal que yo, aunque jamás se lo diagnosticaron, y sufría de muchísima ansiedad, miedo y ataques de pánico. Tras su muerte, caí en el abismo, en un infierno que no le deseo a nadie.

En mi adolescencia, también había sufrido anorexia nerviosa y bulimia y, aunque llevaba muchos años totalmente recuperada, recaí. Empecé a utilizar calmantes y alcohol para tratar de evadir el sufrimiento. Las adicciones siempre estuvieron presentes en mi vida desde muchos aspectos distintos. Llegó un punto crítico y decidí buscar ayuda profesional.

En 2015 yo tenía una vida aparentemente perfecta […]. Debido al estrés por mi trabajo y la competición atlética y, en parte, a la disforia hormonal que sufría desde la adolescencia y que nunca me diagnosticaron correctamente, hace diez años experimenté una crisis profunda.

Cuando empecé a tratar de rehacer mi vida, me sentía aterrorizada y perdida. Tenía que partir de cero y enfrentar numerosos desafíos. Un día, mientras corría por el campo, me encontré con una chica a la que no conocía, pero que sí me conocía a mí y, de hecho, me admiraba por mis logros atléticos. Empezamos a conversar y acabé en su casa, donde me habló del budismo Nichiren por primera vez. Recuerdo que me mostró un video donde entonaban Nam-myoho-renge-kyo, y yo sentí una llamada en mi interior…

A partir de ese momento, me presentó a otros compañeros de la Soka Gakkai y comencé a participar en las reuniones de diálogo y a practicar. Yo siempre había sido una persona escéptica y nada espiritual, pero no tenía nada que perder, así que confié. Aunque no habían desaparecido mis dificultades, no dejé de practicar en ningún momento, y siempre pude contar con el apoyo de los responsables del grupo de diálogo y los compañeros de fe, a los que estoy tremendamente agradecida. No sabía cómo, pero lograba sacar los días adelante, a pesar de seguir sufriendo mucho. Unos meses después de empezar a entonar daimoku, recibí el Gohonzon, en julio de 2016.

Un día, mientras corría por el campo, me encontré con una chica a la que no conocía, pero que sí me conocía a mí y, de hecho, me admiraba por mis logros atléticos. […] Me habló del budismo Nichiren por primera vez. […] Yo siempre había sido una persona escéptica y nada espiritual, pero no tenía nada que perder, así que confié.

Al poco tiempo, me diagnosticaron un tumor hipofisiario, que estaba relacionado con la disforia hormonal, y me dijeron que tenía que hacer controles cada seis meses. Determiné en mi oración que ese tumor desaparecería: quería transformar el karma que mi madre y yo compartíamos con la enfermedad. Mientras me hacían una segunda resonancia para comprobar si el tumor había crecido, oré con todas mis fuerzas. Al recoger los resultados de la resonancia, ¡me dijeron que el tumor ya no se veía! Fue una prueba real increíble, que me permitió afianzar mi fe. Ese fue solo uno de los ejemplos que he tenido de lo grandiosa y poderosa que es la práctica budista, y de la fuerza y el potencial que todos tenemos.

Hoy he encontrado una profesional de la medicina que ha dado con el tratamiento correcto, y puedo decir que mi enfermedad hormonal está estabilizada. Ha sido una gran protección. Además, he superado al cien por cien la anorexia y la bulimia; he logrado no tener que tomar ningún tipo de medicación y ya no existen esos ataques de pánico tan horrendos.

También he retomado el atletismo y he vuelto a competir, algo que no creía posible. El año pasado quedé en el décimo puesto en el campeonato del mundo máster de atletismo, en 5000 metros, y además lo hice sin un entrenador, algo muy poco habitual en ese ámbito. Estoy convencida de que no habría podido volver a competir a ese nivel sin la práctica budista y al entrenamiento en la vida recibido por mi maestro, Daisaku Ikeda.

 He retomado el atletismo y he vuelto a competir, algo que no creía posible. […] Mis hijos […] hoy encarnan la orientación de Daisaku Ikeda que afirma que las personas que más han sufrido son las que tienen más derecho a ser felices. Los dos están avanzando en sus vidas, concretando logros a nivel profesional.

Además, tengo una maravillosa relación con mis dos hijos, y los tres formamos un gran equipo. Siento que nuestra actual unión es un gran beneficio de mi práctica, y que en nuestra vida se está haciendo realidad el fragmento del Gosho que dice: «Los que creen en el Sutra del loto parecen vivir en invierno, pero el invierno siempre se convierte en primavera».1 Mis hijos también sufrieron mucho, y hoy encarnan la orientación de Daisaku Ikeda que afirma que las personas que más han sufrido son las que tienen más derecho a ser felices. Los dos están avanzando en sus vidas, concretando logros a nivel profesional. Mi hijo mayor se ha formado como terapeuta en adicciones, y esto es un gran orgullo para mí, porque representa una gran transformación del karma adictivo, y ha hecho realidad el principio budista de «convertir el veneno en medicina».2 Mi hijo menor es un gran chef, y tiene un puesto de responsabilidad importante, y absolutamente inimaginable para un chico de 21 años.

«He retomado el atletismo y he vuelto a competir, algo que no creía posible»

Soy plenamente consciente de que no habría logrado transformar el sufrimiento que tenía si no hubiera sido por la práctica budista, por el aliento y la orientación de Ikeda Sensei, por las actividades, por los compañeros de fe… Simplemente, no habría podido soportar el dolor. Es más, estoy segura de que no estaría aquí ahora para contarlo.

El budismo me ha permitido tomar conciencia del potencial tan inmenso que todos poseemos. Me ha enseñado a activar ese potencial en mí, y a utilizar mi vida y los obstáculos que voy superando para alentar a otras personas. He aprendido a no darme nunca por vencida: como nos ha enseñado Sensei con su ejemplo, no hay obstáculo que no podamos superar, y jamás debemos retroceder o sucumbir a la derrota. Es tal y como dice el Daishonin:

Sin duda, hay algo extraordinario en el flujo y reflujo de las mareas, en el recorrido de la luna desde que asoma hasta que se pone, en la forma en que el verano, el otoño, el invierno y la primavera se suceden unos a otros. También ocurre algo inusitado cuando una persona común logra la Budeidad. En ese momento, invariablemente aparecen los tres obstáculos y los cuatro demonios; pero cuando ello sucede, los sabios se regocijan, mientras que los necios se echan atrás.3

En estos años he podido alentar a muchas personas a practicar, y siento un gran regocijo dentro de mí cuando otro ser humano me abre su corazón y me permite enseñarle a encender la «bombilla» que ya tiene dentro de sí, es decir, a manifestar su budeidad. Mi sufrimiento y el haber podido transformarlo a través de la práctica me han permitido ser una persona mucho más empática y capaz de identificarme con el dolor de otra persona, para alentarla y comprenderla realmente desde el corazón. Gracias a ello, hasta hoy han recibido el Gohonzon cinco personas a las cuales he transmitido la Ley.

Mi sufrimiento y el haber podido transformarlo a través de la práctica me han permitido ser una persona mucho más empática y capaz de identificarme con el dolor de otra persona, para alentarla y comprenderla realmente desde el corazón.

Hace unos años, asumí la responsabilidad del Departamento de Mujeres en mi grupo. Era un momento en el cual, por motivos personales, los otros responsables no podían involucrarse mucho en las actividades. Aunque me sentía sola y era fácil caer en el victimismo, me di cuenta de que esa no es la actitud de un Bodisatva de la Tierra, y pude levantarme con el espíritu de nuestro maestro, que he ido aprendiendo gracias a La nueva revolución humana.

Participantes en una reunión reciente del grupo de diálogo de Susana (en tercer lugar desde la izquierda), en Torremolinos

Mi deseo es que todas las personas de mi grupo, y aquellas a las que he transmitido la Ley, crezcan en la fe y asuman su misión con seriedad. Me doy cuenta –y cada vez con más convicción– de esa misión que tenemos, de la importancia de orar para la felicidad de los demás, alentarlos y luchar junto a ellos hasta que logren sus metas. Cuanto más nos esforzamos por el kosen-rufu, trascendiendo nuestro pequeño yo, mayores son las pruebas reales y los beneficios que obtenemos.

Me gustaría terminar con unas palabras de aliento que me han ayudado a seguir adelante en momentos de gran dificultad: «Cuanto más oscura es la noche, más cerca está el amanecer».4

¡Muchas gracias!


  1. El invierno siempre se convierte en primavera, en END, pág. 561.
  2. Véase El general Tigre de Piedra, en END, pág. 997.
  3. Los tres obstáculos y los cuatro demonios, en END, pág. 668.
  4. Véase CG, n.º 226, febrero de 2024, sección «Orientación».
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