A continuación, presentamos el extracto de un reciente ensayo de Daisaku Ikeda, perteneciente a la serie Nuestra brillante revolución humana. En línea con uno de los temas tratados recientemente en las páginas de esta revista,[1] ejemplifica la actitud de agradecimiento hacia los lugares y personas que nos han visto crecer.
En su ejemplar de los escritos del Daishonin, Tsunesaburo Makiguchi –fundador de la Soka Gakkai– había subrayado este pasaje: «Si uno de estos buenos hombres y estas buenas mujeres, en la época posterior a mi extinción puede exponer secretamente el Sutra del loto a una persona, […] debes saber que esa persona es el enviado de El Que Así Llega. […] [A los que obren así] El Que Así Llega los cubrirá con su túnica».[2]
Cuando transmitimos la Ley Mística, aunque sea a una sola persona, somos «emisarios del Buda»; es decir, personas con el importante cometido de poner en práctica su benéfica tarea.
Desde la fundación de la Soka Gakkai, siguiendo el camino trazado por los maestros Makiguchi y Toda, hemos llevado a cabo esta labor del Buda prestando suprema atención a cada individuo. Esto se refleja de manera cabal en nuestras reuniones de diálogo en pequeños grupos, donde interactuamos cara a cara en encuentros abiertos, y también en cada uno de nuestros diálogos de vida a vida.
En Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, el anfitrión –es decir, Nichiren Daishonin– propone: «Conversemos extensamente sobre esta cuestión».[3] Eso mismo hemos hecho nosotros: dialogar basados en nuestras oraciones por el bienestar de los semejantes y la seguridad de los lugares donde vivimos.
Cualquiera sea la realidad en la cual nos encontremos, es importante seguir procurando el encuentro y el diálogo budista con quienes nos rodean, basados en nuestro juramento como Bodisatvas de la Tierra.
Según consta en los registros, en el lapso de dos años transcurridos en plena Segunda Guerra Mundial, Makiguchi Sensei participó en más de 240 reuniones de diálogo.
Además, todas las semanas se encontraba de manera individual con diversas personas, ya sea en su casa o en algún otro lugar, para ofrecerles orientación en la fe. Aun sometido a la vigilancia del gobierno militar, siguió saliendo a reunirse con la gente y a entablar sinceras conversaciones con unos y otros. E incluso recluido en la cárcel por sus creencias, transmitió la filosofía del Daishonin a los carceleros que lo custodiaban. Y Toda Sensei procedió de la misma manera.
Cualquiera sea la realidad en la cual nos encontremos, es importante seguir procurando el encuentro y el diálogo budista con quienes nos rodean, basados en nuestro juramento como Bodisatvas de la Tierra. Obrar así –eso nos enseñaron los maestros Makiguchi y Toda–, es ayudar a otros a relacionarse con el budismo Nichiren, sembrar las semillas de la felicidad en su vida y abrir rutas al desarrollo del kosen-rufu.
Cuando avanzamos con «el orgullo de ser enviados del Buda», sentimos que surge en nosotros «el poder de triunfar jubilosamente», tal como dice la letra de la canción de la Soka Gakkai de Tokio «¡Ah, nuestros inspiradores miembros!».
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Confinado en la penitenciaría de Nishi Sugamo, en el distrito municipal de Toshima (Tokio), Makiguchi Sensei envió cartas a su familia en Mejiro, vecindario también situado en Toshima.
Desde su celda, mantuvo correspondencia con su esposa y con otros familiares, en un rango de edades que cubrirían desde las mujeres del actual grupo Muchos Tesoros hasta las jóvenes del Kayo-kai. En estos textos, les recordaba la importancia de tener el corazón de un rey león, determinadas a transformar cualquier veneno en medicina, y les transmitía su esperanza de que vivieran con ese espíritu.
En las proximidades del 6 de junio, fecha de su natalicio, nosotros celebramos el día del Kayo-kai Ikeda de la SGI (el 4 de ese mes) y el septuagésimo aniversario del Departamento de Mujeres (el 10 de junio).
Imagino cuán feliz se sentiría nuestro fundador de ver las actividades dinámicas y radiantes de las integrantes de ambas agrupaciones.
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Acaso en respuesta a la profunda unión entre maestro y discípulo, en la misma época en que moría en la cárcel Makiguchi Sensei, en noviembre de 1944, Toda Sensei experimentaba en el mismo presidio una revelación que lo llevaría a asumir su identidad como Bodisatva de la Tierra y abrazar el gran juramento de lograr el kosen-rufu.
A finales de junio del año siguiente, el maestro Toda fue transferido a la penitenciaría de Toyotama, en Nakano, Tokio, desde la cual salió libre el 3 de julio, al anochecer. Fue como la liberación de un león encadenado. De regreso a su casa, paró en la estación de Meguro. Desde la cuesta elevada donde se emplazaba el edificio, vio las localidades de Meguro y de Shinagawa reducidas a cenizas.
En ese lugar, Toda Sensei se puso de pie, a solas con su vida, y se lanzó a trabajar por el kosen-rufu. Yo también atesoro infinitos recuerdos de Meguro; entre ellos, un día que el señor Toda y yo subimos caminando por la cuesta de Gonnosukezaka, en la avenida Meguro-dori, bajo la lluvia.
La inspiración es la fuerza que impulsa la vida humana.
La primera reunión de diálogo a la cual asistió mi maestro en su campaña de posguerra para reconstruir la Soka Gakkai fue en el distrito municipal de Kamata [que, en 1947, pasaría a llamarse Ota], hace 75 años [el 5 de mayo de 1946]. Al año siguiente, en un encuentro de diálogo en el distrito municipal de Ota [el 14 de agosto de 1947], donde habló sobre el escrito Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, me comprometí a seguirlo como discípulo.
A menudo, mi maestro decía que, aunque solo asistieran a la reunión de diálogo una o dos personas, debíamos transmitir lo maravilloso que era practicar el budismo Nichiren y asegurarnos de que todos regresaran a sus hogares inspirados y colmados de alegría. Esto –enseñaba– promovía el crecimiento del movimiento en la primera línea.
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La inspiración es la fuerza que impulsa la vida humana.
El empresario pionero japonés Eiichi Shibusawa (1840-1931) dijo: «Volcarnos en el trabajo cada mañana sintiendo alegría e inspiración nos llena de excitante entusiasmo».[4]
El presente desarrollo global de la Soka Gakkai se remonta al despertar que experimentó Toda Sensei en la cárcel, que lo inspiró a dedicar su existencia a la gesta del kosen-rufu. […]
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Quienes alojaron al Daishonin en su última visita a Musashino fueron los integrantes de la familia Ikegami. Los dos hermanos habían prevalecido sobre la severa prueba de que el padre –influenciado por sacerdotes egoístas enemigos del Daishonin– desheredara al mayor de ambos en dos oportunidades. Estos creyentes ofrecieron una magnífica prueba real de victoria y, de esa manera, retribuyeron algo de lo mucho que le debían a su maestro.
Durante su lucha con la adversidad, el Daishonin les había escrito: «Hoy, más que nunca, eviten toda muestra o sentimiento de temor. […] [A]prieten los dientes y jamás retrocedan en la fe».[5] Los hermanos Ikegami se pusieron de pie y lograron superar sus problemas. Y luego, su maestro los felicitó por el resultado que habían logrado a través de su unión ejemplar: «¿Acaso podría haber una historia más espléndida que la de ustedes, [que será relatada por las generaciones futuras]?».[6]
Asimismo, las cónyuges de los hermanos Ikegami tuvieron una fe formidable. También ellas fueron alentadas por el Daishonin, quien predijo que darían «el ejemplo como mujeres capaces de manifestar la budeidad en esta era corrupta».[7] Mi esposa Kaneko y yo jamás olvidaremos que, hace treinta años, cuando el clero de la Nichiren Shoshu reveló abiertamente su ingratitud y su doblez hacia la Soka Gakkai, fueron las mujeres de Tokio las que lideraron a nuestros miembros del mundo a dialogar y a dejar un claro registro de nuestra verdad sosteniendo en alto el estandarte de un nuevo renacimiento Soka.
Hoy, más que nunca, eviten toda muestra o sentimiento de temor. […] [A]prieten los dientes y jamás retrocedan en la fe.
La unión espiritual de nuestra membresía diversa es el factor clave que hará realidad la visión del Daishonin de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra».
Cuando nos enteramos de que un amigo está en problemas, oramos por él y lo apoyamos con todo nuestro corazón tomando sus dificultades como nuestras propias aflicciones. Tal como hace hincapié el Daishonin, nuestra familia Soka se ha levantado triunfalmente sobre todos los impedimentos, nutrida por el cálido apoyo y la amistad de los camaradas, con la postura de «compartir las alegrías y las desdichas»[8] de los amigos con un solo corazón.
El escritor japonés Saneatsu Mushanokoji (1885-1976) fue oriundo del área tokiota de Chofu, cerca del río Tama, el mismo que el Daishonin cruzó en sus travesías. En una oportunidad en que debió asumir una difícil empresa, el autor declaró que ese era el momento crucial: «Debemos dar otro paso adelante. Debemos perseverar con determinación en todos los frentes».[9]
Cuanto más difícil es la época, más preciados se tornan nuestros lazos de aliento mutuo.
Los miembros de Japón y del mundo valoran a Tokio como bastión principal de nuestro movimiento por el kosen-rufu y baluarte para establecer la enseñanza correcta que permita pacificar la tierra. Todos ellos hacen daimoku al unísono por la victoria de las actividades de nuestros miembros en Tokio y los apoyan con sinceridad. ¡Cuán afortunados somos de tener compañeros tan inspiradores!
El Gran Tokio es el «castillo del gran valor»[10] que ejemplifica la valentía de la Soka.
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Yo nací en Tokio. Esta es mi tierra natal y, en tal sentido, es mucho lo que le debo.
Sigo orando para que hagamos de ella un sublime centro de creación de valores, rebosante de bienestar, seguridad, paz y crecimiento, que ilumine al mundo entero.
Desde mi juventud, he adoptado como lema la consigna «Cuanta mayor resistencia encuentran las olas, más poderosas se tornan». Tomando a Tokio como escenario central de mis desafíos, me he armado de una determinación potente como un gigantesco oleaje, y he luchado con bravura ante cada reto que he encontrado en mi camino.
Desde mi juventud, he adoptado como lema la consigna «Cuanta mayor resistencia encuentran las olas, más poderosas se tornan».
«Una vida tumultuosa»…[11] Para esto nos hemos preparado los maestros y discípulos de la Soka. Con espíritu invencible, como olas inmensas y poderosas, desintegremos los grandes peñascos que se yerguen en nuestro camino. Avancemos con diligencia renovada hacia julio, el mes de los jóvenes y el mes de maestro y discípulo en nuestro movimiento Soka.
¡Basados en los principios humanísticos del budismo Nichiren y junto a nuestros inspiradores camaradas, siempre entusiastas, hagamos repicar las campanas de la esperanza que anuncian un nuevo amanecer de la paz en cada tierra!
(Traducción del artículo publicado el 10 de junio de 2021 en el Seikyo Shimbun).
[1] ↑ Véase, en Civilización Global, n.º 195, julio 2021, la sección «Para dialogar».
[2] ↑ SL, cap. 10, págs. 160-163, citado en On Reprimanding Hachiman (Sobre la reconvención a Hachiman), en WND-2, pág. 925.
[3] ↑ Véase END, pág. 7.
[4] ↑ SHIBUSAWA, Eiichi: Seien Sensei Kungen-shu (Máximas de Seien Sensei [Eiichi Shibusawa]), comp. y edit. jap. Yoshijiro Yano, Tokio: Tomi no Nihonsha, 1919, pág. 597.
[5] ↑ Carta a los hermanos, en END, pág. 521.
[6] ↑ Véase ib., pág. 523.
[7] ↑ Ib., pág. 526.
[8] ↑ Véase WND-2, pág. 964.
[9] ↑ MUSHANOKOJI, Saneatsu: Mushanokoji Saneatsu Zenshu (Obras completas de Saneatsu Mushanokoji), Tokio: Shogakkan, 1990, vol. 17, págs. 488-489.
[10] ↑ Daisaku Ikeda inscribió estas palabras en una obra caligráfica en 1984.
[11] ↑ Ib., 1982.