En el año 2000, Daisaku Ikeda dedicó a las enfermeras y enfermeros un extenso poema titulado «A quienes protegen la vida y al noble espíritu de la esperanza». Recientemente, en respuesta al deseo del autor de expresar su gratitud a todas las personas que ejercen esta profesión en el mundo, especialmente a las que han trabajado sin desmayo durante la actual pandemia, el Seikyo Shimbun ha republicado fragmentos del mismo, cuya traducción presentamos a continuación.
Con mi más profundo agradecimiento a todos los admirables profesionales de la enfermería:
«Mis manos
son instrumentos
que protegen y salvan
la vida irreemplazable
de miles de pacientes.
Mis actos
serenos, silenciosos,
están al servicio
de quienes sufren
y, convalecientes,
libran batalla.
Mi brazo
es una espada
blandida contra el demonio
de la enfermedad…».
*
Los llaman ángeles de uniforme blanco
pero su profesión
tiene poco de atractivo o de excitante.
Su realidad
es infinitamente más dura.
*
Son pocas las personas que entienden cabalmente
la exigencia agotadora de su trabajo,
la empatía infinita que despliegan
frente a esa otra persona que sufre y se lamenta.
Algunas veces,
como una brisa fresca,
abrazan y sostienen a quienes recorren,
al borde de la extenuación,
la senda de la curación
y alientan afectuosamente:
«¡Hoy tiene mucho mejor aspecto…!».
«¡Pronto se va a recuperar…!».
Otras veces,
los animan como un padre o una madre
y les dan fuerzas fraternales:
«¡Sé fuerte…!»
«¡No te rindas…!».
La filosofía budista que practican,
con su profunda contemplación
de las preguntas primordiales
sobre el nacimiento, el envejecimiento,
la enfermedad y la muerte,
les ayuda a infundir fuerzas a los pacientes
y a convertir en pasión de vivir
los miedos y ansiedades
ante lo que les deparará
el incierto futuro.
*
Su mirada bondadosa,
sin reparar en la propia fatiga,
nunca se aparta de las personas enfermas
y de su bienestar.
Toman el pulso con precisión
y ejercen su especial capacidad
para alentar a ese ser
y guiarlo desde la oscuridad
hacia la luz.
Cuando, junto a los pacientes,
triunfan sobre la enfermedad,
la sonrisa de ellos resplandece
aplaudiendo la misión de ustedes
que con honor infinito
desborda de su corazón.
El 6 de junio de 1969,
aniversario del nacimiento de nuestro fundador,
se establecía en Japón
el Grupo Shirakaba[1]
formado por nuestras enfermeras jóvenes.
Como el bodisatva Rey de la Medicina,
que prendió fuego a su cuerpo
para ofrendar luz al Buda,
Makiguchi Sensei dio la vida
en su defensa altruista del budismo.
La existencia de nuestras enfermeras y enfermeros,
bodisatvas Rey de la Medicina de la Soka,
siempre brilla intensamente
junto al fundador de nuestro movimiento.
El día que se creó
el Grupo Shirakaba,
mi esposa y yo
expresamos una profunda decisión
y un potente juramento:
«¡Que las preciadas,
tan preciadas integrantes
de nuestro grupo de valores
gocen de suprema salud y de una larga existencia,
y que vivan de manera realmente espléndida!».
Y para celebrar el nuevo comienzo
de esta agrupación de profesionales,
les envié estas palabras:
«Asuman la misión
de alentar a las personas enfermas
y a quienes sufren.
El auténtico amor a la gente
que transmiten las voces de ustedes
supera al de cualquier
político o celebridad».
Hoy, para mi inmenso deleite,
miles y miles
de enfermeras y enfermeros de la Soka,
quienes protegen de la vida,
se han puesto en pie al servicio de las personas,
trabajando con gallardía
día tras día,
conscientes de su profundo
sentido de misión.
*
Su actitud en el trabajo
incansable, inquebrantable,
trasciende la insistencia de las dudas y los temores;
su mirada, posada en el horizonte
de una segura recuperación,
se revela magnífica
en su semblante sereno.
Infinidad de personas
se benefician de su atención cada día,
inmensamente reconfortadas
por saber que están a su lado.
*
Hace tiempo escribí unos versos
a nuestro grupo de profesionales sanitarios:
«Ustedes son, con toda seguridad,
budas y bodisatvas
que han surgido en este mundo humano
para crear una era de esperanza».
«Deidades celestiales,
¡protejan resueltamente
a nuestro grupo de profesionales,
camaradas de noble misión,
y elógienlos eternamente!».
En sus rondas nocturnas,
a través de los mudos pabellones,
atienden salas calladas y sombrías,
olvidadas por el mundo.
En el solemne amanecer,
con agotamiento tras la larga noche en pie,
oran para recuperar las energías
y poder seguir luchando.
Cuerpos ágiles
y miradas alertas
para responder a situaciones complejas
con absoluta maestría;
¡ustedes corporifican
el alma de la profesión sanitaria!
*
Nuestros enfermeros y enfermeras:
¡infinitamente fuertes,
infinitamente consideradas,
infinitamente pacientes,
infinitamente sabias,
infinitamente positivas!
Un poeta, tiempo atrás,
exaltó a Florence Nightingale
como una santa
y comparó su espíritu con el de un ángel
por su forma de cuidar la vida
con profunda sabiduría
y con respuestas veloces.
Las enfermeras y enfermeros me hacen pensar
en los abedules,
altos y erguidos
bajo los vientos helados,
nobles, majestuosos, invencibles…
¡Cuán admirables son…!
¡Sus conquistas,
su honor, su dignidad,
sus dolorosas luchas
y hasta su futura felicidad
son, enteramente,
por las personas que tienen a su cuidado!
Observan el rostro de sus pacientes
con mirada atenta y experimentada
y velan amorosamente por cada uno de ellos;
trabajan noche y día
para hacer realidad su sueño
de ayudar a todos a tener
la vida larga y sana que anhelan…
¡Ustedes son, enfermeras y enfermeros,
un perfecto ejemplo
de amor a la gente
y de solidaridad!
·
Daisaku Ikeda
12 de julio de 2000
(Traducción del artículo publicado el 12 de mayo de 2020 en el Seikyo Shimbun).
[1] ↑ Shirakaba significa «Abedul Blanco».