A continuación publicamos el ensayo de Daisaku Ikeda publicado el pasado 26 de enero como parte de la serie Nuestra brillante revolución humana.
Mi maestro, Josei Toda, confiaba profundamente en nuestros miembros pioneros de Tohoku,[1] que luchaban centrados en el distrito general Sendai. Los consideraba un ejemplo para todo el país, y hacía cuanto estaba a su alcance para ayudarlos a impulsar el kosen-rufu en esa región.
En el gélido mes de febrero de 1955, Toda Sensei concedió una entrevista para un programa radiofónico de la Emisora Tohoku. Cuando le preguntaron sobre la historia de la Soka Gakkai, él explicó afablemente que los orígenes de la organización se remontaban a 1928,[2] año en que él y su maestro, Tsunesaburo Makiguchi, habían empezado a practicar el budismo Nichiren.
Solo yo lo había acompañado a la grabación de la entrevista y, al término, me dijo sonriendo: «Daisaku, tú naciste en 1928, ¿no es así? Qué relación kármica tan significativa…».
Me sumé a la gran lucha iniciada por los maestros Makiguchi y Toda –que este año cumple 95 años– para abrir junto a mis compañeros, con la fuerza del pueblo, un gran camino hacia la realización del kosen-rufu y del ideal de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra». Hoy, el castillo de valores humanos de la Soka, del que mi maestro habló en Tohoku,[3] ha crecido magníficamente a escala global.
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El 21 de enero, en una ceremonia pletórica de alegría y de renovadas decisiones, se inauguró oficialmente un nuevo centro cultural de la paz[4] en Guam, la isla donde nació la Soka Gakkai Internacional (SGI). Está situado junto al Centro de Comercio Internacional de Guam, un refulgente edificio blanco colmado de recuerdos para mí. Fue en la conferencia por la paz mundial celebrada en él donde se fundó la SGI el 26 de enero de 1975.
Todavía recuerdo vivamente los rostros de los inolvidables amigos de Guam y de otros lugares de los Estados Unidos que, en esa fecha histórica, me acompañaron en la bienvenida a los nobles pioneros de nuestro movimiento procedentes de 51 países y territorios. Trabajaron con enorme dedicación entre bastidores para preparar el evento y asegurar su éxito.
Aspirando a propagar más ampliamente la filosofía de paz y los valores humanos del budismo del Daishonin a personas de todo el mundo, decidí hacer aún mayor hincapié en los encuentros personales […]. También sentí que era fundamental ampliar nuestros círculos de amistad y nuestra contribución positiva a la sociedad, partiendo de la comunidad local.
En ese momento, aspirando a propagar más ampliamente la filosofía de paz y los valores humanos del budismo del Daishonin a personas de todo el mundo, decidí hacer aún mayor hincapié en los encuentros personales de vida a vida: la unidad más pequeña de interacción social. También sentí que era fundamental ampliar nuestros círculos de amistad y nuestra contribución positiva a la sociedad, partiendo de la comunidad local, es decir, el lugar de misión más cercano.
Aunque llegué a Guam con dolor de garganta, después de una larga gira por los Estados Unidos en la época más fría del invierno, mi esposa y yo alentamos de todo corazón a los compañeros de Guam y a los representantes llegados desde tantas partes del mundo.
También compuse y dediqué diversos poemas.
Al miembro del Departamento de Hombres que, con orgullo, anunció el inicio de la reunión, le escribí:
Bajo el cielo infinito,
en esta tierra de azules aguas
y de deslumbrante luz,
lideras el kosen-rufu.
¡Que toda felicidad sea tuya!
Y a las jóvenes que trabajaron entre bastidores con confianza y alegría, como integrantes del comité organizador, les envié estos versos:
A cada una de vosotras,
jóvenes inspiradoras
de bello corazón,
os obsequio
un lei[5] de felicidad.
Como punto de partida de la SGI, habíamos escogido Guam, un lugar donde los feroces enfrentamientos librados durante la Segunda Guerra Mundial provocaron un enorme sufrimiento. Y desde allí nos consagramos a entablar lazos a través de alentar cálidamente a cada persona frente a nosotros, sembrando en su corazón las semillas de paz de la Ley Mística.
Como se ha visto reflejado en las celebraciones inaugurales del nuevo centro en Guam, nuestros jóvenes Bodisatvas de la Tierra –hermosas flores humanas– están danzando vivazmente y creando espléndidos jardines exuberantes de confianza y buena fortuna en nuestras amadas Guam, Saipán y otras islas del Pacífico. Nada me hace tan feliz como ver a nuestros miembros mostrar tan maravillosas pruebas reales.
Puestos a reflexionar, podemos recordar que fue también en una isla donde Nichiren Daishonin, durante su destierro a Sado, plasmó su visión futura sobre la transmisión del budismo al oeste y el kosen-rufu mundial.[6]
En ese momento, la población de Japón sufría el temor a una inminente invasión mongola, los conflictos internos, las hambrunas y las epidemias. El propio Daishonin escribió sobre sus circunstancias: «Mis posibilidades de sobrevivir este año o, incluso, este mes son de una en diez mil».[7] Así y todo, desde Sado, una isla remota y rodeada por un mar bravío, proyectó al mundo entero la luz del budismo del sol para guiar a todas las personas a la iluminación.
Siguiendo el rumbo que él marcó, nosotros hemos abierto nuevas rutas hacia el kosen-rufu y la paz desde islas como Okinawa, Hawái y Hong Kong.
Estoy orando cada día por la paz, la prosperidad y el brillante triunfo de nuestra familia Soka en Guam, y por todos nuestros admirables miembros de comunidades insulares a lo ancho del globo.
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El año en que se fundó la SGI, 1975, marcó también el trigésimo aniversario de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki y el final de la Segunda Guerra Mundial. Corrían las horas más álgidas de la Guerra Fría, en un mundo atravesado por divisiones y conflictos cada vez más pronunciados, regidos por la lógica del poder y los intereses unilaterales.
Con la meta de superar las crisis que afrontaba la humanidad, nos pusimos en acción para aplicar la sabiduría del budismo Nichiren y crear nuevo valor en las áreas de la paz, la cultura y la educación.
El Daishonin afirma que toda sabiduría –budista o no budista– que «pone fin a los sufrimientos de la gente» y «ayuda a las personas» resuena, en última instancia, con la sabiduría del budismo.[8] Y agrega: «La persona de sabiduría no es la que practica el budismo alejada de los asuntos mundanos, sino, antes bien, la que comprende cabalmente los principios con los que el mundo se gobierna».[9]
Esto significa que nuestro desafío es emprender la misión religiosa de difundir la Ley Mística y, al mismo tiempo, asumir la misión humana y social de la paz mundial. Con ese fin, la SGI, constituida como una organización popular independiente, basada en el Camino Medio y en los principios humanísticos del budismo, sigue tendiendo puentes de solidaridad entre personas de todo el mundo en diversas esferas, trascendiendo las diferencias nacionales, políticas, ideológicas y religiosas.
Con la meta de superar las crisis que afrontaba la humanidad, nos pusimos en acción para aplicar la sabiduría del budismo Nichiren y crear nuevo valor en las áreas de la paz, la cultura y la educación.
Tras mi visita a Guam, ese mismo año viajé a China [en abril], Europa [en mayo], la Unión Soviética [también en mayo] y, de nuevo, a los Estados Unidos [en julio], decidido a esforzarme al máximo. Entablé diálogos con líderes y pensadores de distintos ámbitos, con la voluntad de no perder una sola oportunidad para sembrar las semillas de la paz.
Uno de los acontecimientos culminantes de ese año fue mi viaje a Hiroshima, en noviembre. Allí deposité una ofrenda floral en el Cenotafio a las Víctimas de la Bomba Atómica. También participé en una reunión general de la sede central de la Soka Gakkai celebrada en la ciudad, donde los miembros y yo juramos trabajar unidos con un compromiso incondicional para lograr la abolición de las armas nucleares. Además, propuse que todos los países poseedores de armas nucleares se sumaran en una declaración conjunta renunciando al uso de estos arsenales con fines preventivos. Y sugerí celebrar en Hiroshima una conferencia internacional de paz con el propósito de abolir las armas nucleares.
A comienzos de este año [2023], emití una declaración exhortando al cese urgente del conflicto en Ucrania y a adoptar, como necesidad imperiosa, el principio de «no ser los primeros en recurrir a las armas nucleares».[10]
La fecha de esta presentación, 11 de enero, coincidió con el 78.° aniversario de la muerte de mi hermano mayor, reclutado por el ejército durante la Segunda Guerra Mundial y fallecido en combate a los 29 años [en 1945]. Yo quería y admiraba mucho a mi hermano. Recuerdo cómo, en un breve paso por casa antes de regresar al frente, me dijo que no había nada glorioso en la guerra.
No hay nada más atroz que la guerra; no hay nada más cruel. No debemos permitir que nuestros jóvenes e hijos sean sacrificados en la maldad de la guerra, ni que las madres del mundo tengan que llorarlos. Mientras tengamos vida, este deberá ser el clamor más profundo de nuestro corazón.
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Recuerdo el desgarrador testimonio en primera persona del bombardeo atómico de Hiroshima de una miembro del Departamento de Mujeres que actualmente vive en Kansai.
Ella tenía dieciséis años cuando se lanzó la bomba. Aunque, milagrosamente, salió ilesa de la explosión, más tarde ella y su madre comieron tomates contaminados por la «lluvia negra» de cenizas radioactivas caída tras el bombardeo. Esto les produjo unos dolores y unos sufrimientos terribles. Su madre murió dos años después.
Yo escuché en silencio su relato, en el que extraía cada palabra con gran esfuerzo vital.
Contó que, durante muchos años después del fin de la guerra, no había sido capaz de hablar sobre el horror que había vivido. Pero, cuando aprendió acerca de la apasionada «Declaración para la abolición de las armas nucleares» de Toda Sensei [en 1957], decidió dar un paso adelante y ofrecer su testimonio. Con el firme propósito de que ninguna persona tenga que vivir la misma experiencia, desde entonces ha continuado transmitiendo a los demás la barbarie de las armas nucleares, definiéndolas como armas del mal que condenan a las personas a la muerte más horrenda e inhumana.
El movimiento de paz de la Soka Gakkai se sustenta en las oraciones y en las acciones de cada uno de nuestros miembros, basadas en su profunda convicción en la dignidad y el valor de la vida.
A lo largo de los años he formulado muchas otras propuestas, como los llamados al cese inmediato de la guerra de Vietnam, a la restitución de Okinawa a Japón, y a la normalización de las relaciones diplomáticas entre China y Japón. Cada una de estas declaraciones es un rugido de inseparabilidad de maestro y discípulo con los maestros Makiguchi y Toda, y de compromiso compartido con los compañeros miembros, unidos como «distintas personas con un mismo propósito».
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En 1983 comencé a presentar propuestas de paz anuales con fecha 26 de enero, Día de la SGI.
En ese momento, la carrera armamentista nuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética había alcanzado un ritmo desenfrenado. La percepción de que el mundo se encontraba en una encrucijada crítica, entre la paz y un clima de tensión internacional cada vez más acentuada, generaba una enorme ansiedad. En respuesta a ello, presenté «Nuevas propuestas para la paz y el desarme» [la primera propuesta de paz presentada en el Día de la SGI].
Allí expresé mi convicción de que no podríamos llegar a una visión constructiva del futuro si partíamos de la desesperanza y la resignación, y propuse, como primer paso, que se celebrara tan pronto como fuera posible un encuentro entre los máximos líderes de los Estados Unidos y la Unión Soviética. Dos años después [en 1985], el mandatario soviético Mijaíl Gorbachov se reunió con su par estadounidense Ronald Reagan. Ese diálogo directo catalizó cambios que, con el tiempo, condujeron a ambas naciones a la firma de un tratado para la eliminación de las fuerzas nucleares de alcance intermedio [Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio] (INF, por sus siglas en inglés). Esto me conmovió profundamente.
La SGI, constituida como una organización popular independiente, basada en el Camino Medio y en los principios humanísticos del budismo, sigue tendiendo puentes de solidaridad entre personas de todo el mundo en diversas esferas.
En su tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, el Daishonin escribe: «¡Conversemos extensamente sobre esta cuestión!».[11] Corporeizando ese espíritu, Tsunesaburo Makiguchi, Josei Toda y yo –los tres primeros presidentes de la Soka Gakkai– y todos los miembros unidos a nosotros hemos seguido y promovido de manera sostenida el camino del diálogo.
Cuando hablamos de ser humano a ser humano –centrándonos en la vida y en la condición humana, definida por los sufrimientos del nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte–, sin falta encontramos un terreno común sobre el cual entendernos mutuamente.
Dos meses después de mi propuesta de paz de 1983, visité el Centro de Conferencias de Okinawa, erigido en lo que anteriormente había sido una base estadounidense de misiles Mace B. Allí propuse que en lugar de retirar las plataformas de lanzamiento de los misiles que aún se erguían en el recinto, las conserváramos e hiciéramos del centro una plataforma de lanzamiento para la paz.
Cuando el doctor Jim Garrison, expresidente de la Asociación John Dewey de los Estados Unidos, visitó hace poco [en noviembre de 2022] el Centro de Conferencias de Okinawa, lo definió como un ejemplo del principio budista de «convertir el veneno en medicina». También comentó que, así como el loto florece en agua fangosa, la Soka Gakkai es un faro de esperanza que irradia su luz en tiempos oscuros.[12]
Cuando hablamos de ser humano a ser humano, sin falta encontramos un terreno común sobre el cual entendernos mutuamente.
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He presentado un total de cuarenta propuestas de paz con fecha 26 de enero [entre 1983 y 2022]. Muchas de las ideas que he enunciado han sido adoptadas de una u otra forma por las Naciones Unidas y otros organismos internacionales. Entre ellas se cuentan las de establecer un decenio de la educación para promover el desarrollo sostenible, promulgar una carta de los ciudadanos del mundo, adoptar y ratificar un protocolo que prohíba el reclutamiento de niños soldados, y crear un fondo global para la erradicación de la pobreza.
Cabe destacar especialmente el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN) [aprobado por las Naciones Unidas en 2017], un gran paso hacia la realización del gran anhelo de mi maestro. Agradezco profundamente la labor de nuestros miembros que, compartiendo mi compromiso, propagan en el mundo el espíritu de la paz a través de un oleaje incesante en sus comunidades y en la sociedad.
Por muchos retos que se presenten, la humanidad tiene los recursos interiores que necesita para superarlos. Como subrayó el historiador británico Arnold J. Toynbee (1889-1975) en su visión de la historia humana como proceso de desafío y respuesta, la sabiduría que podemos desplegar para crear valor no tiene límites.
He presentado un total de cuarenta propuestas de paz […]. [L]a sabiduría que podemos desplegar para crear valor no tiene límites. […] Continuemos avanzando en los lugares donde hemos elegido cumplir nuestra misión, junto a nuestros compañeros de la SGI.
El propósito de nuestros diálogos orientados al ideal de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», es creer en, hablar a, extraer y convocar el poder intrínseco de las personas, caracterizado por cualidades como la fortaleza, la valentía, la amistad, la solidaridad, la sabiduría y la tenacidad.
Nichiren Daishonin escribe: «Así y todo, no me he desalentado. El Sutra del loto es como la semilla; el Buda es como el sembrador, y el pueblo es como el campo».[13]
Las voces con las que oramos y dialogamos con otras personas con coraje, sinceridad y perseverancia se convierten en semillas de esperanza: semillas que florecen y dan fruto en profusión interminable para crear en todo el mundo exuberantes jardines de paz.
Continuemos avanzando en los lugares donde hemos elegido cumplir nuestra misión, junto a nuestros compañeros de la SGI de todo el mundo, que siguen surgiendo de la tierra en número siempre creciente. Hoy y, de nuevo, mañana, con la determinación de que «¡Así y todo, no me he desalentado!», sembremos con orgullo las semillas de la paz de la Ley Mística.
(Traducción del artículo publicado el 26 de enero de 2023 en el Seikyo Shimbun).
[1] ↑ Tohoku es una región situada al noreste de Japón.
[2] ↑ La fecha oficial de fundación de la Soka Gakkai es el 18 de noviembre de 1930, día en que se publicó El sistema pedagógico de la creación de valor, obra del primer presidente fundador, Tsunesaburo Makiguchi.
[3] ↑ N. de E.: El 25 de abril de 1954, durante una visita a las ruinas del castillo de Aoba (en Sendai, capital de la prefectura de Miyagi, Tohoku), Josei Toda afirmó: «El castillo que construirá la Soka Gakkai será un castillo de valores humanos».
[4] ↑ Centro Ikeda de Guam para la Paz y la Cultura.
[5] ↑ Collar de flores, popularizado especialmente por la cultura hawaiana.
[6] ↑ Véase Sobre la profecía del Buda, en END, pág. 422.
[7] ↑ Ib., pág. 423.
[8] ↑ Véase El kalpa de disminución, en END, pág. 1168.
[9] ↑ Ib., pág. 1167.
[10] ↑ N. de E.: En Civilización Global, n.º 214, febrero 2023, «Declaración sobre la crisis en Ucrania», se puede encontrar una noticia relativa a la declaración y, también, un enlace con su texto íntegro.
[11] ↑ Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, en END, pág. 7.
[12] ↑ De un artículo publicado en el Seikyo Shimbun, 21/11/2022.
[13] ↑ Las bases para manifestar la budeidad, en END, pág. 786.