Entrevista a José Manuel Morán, vicepresidente del Capítulo Español del Club de Roma | Parte II
(Continúa desde la entrega anterior).
Háblenos un poco más, por favor, sobre la trascendencia de la figura de Ricardo Díez Hochleitner.
Era una personalidad increíble… Tenía una bondad natural y, al mismo tiempo, una visión anticipatoria nada usual. Entre todos los personajes internacionales que ha tenido España, creo que él ha sido especialmente provechoso para el país, básicamente porque no tenía ningún afán de protagonismo. Era una persona discreta, que hacía las cosas sin llamar la atención sobre sí.
En su juventud, fue el primer director de Formación Profesional en el Ministerio de Educación. Luego vivió un tiempo en Colombia, un país con el que ya tenía vínculos. Fue asumiendo diversos cargos de responsabilidad, y estos lo llevaron a pasar etapas también en París y en Washington. En esta ciudad se convirtió en el primer director del Departamento de Inversiones en Educación del Banco Mundial. Posteriormente fue nombrado director del Departamento de Planificación y Financiación de la Educación de la UNESCO.
Cuando volvió a España, sirvió de nuevo en el Ministerio de Educación, donde estuvo a cargo de la elaboración del Libro Blanco y del Proyecto de Ley General de Educación, que dirigió el ministro José Luis Villar Palasí y que generalizó la educación obligatoria hasta los catorce años. En otras palabras, fue uno de los cerebros de un cambio en la educación que se anticipó en seis años a la transición.
Es, ciertamente, un currículum impresionante. Y somos conscientes de que este resumen alude solo a sus primeros años de desempeño… La visión global que desarrolló debió de contribuir enormemente a la actividad del Club de Roma.
Siendo ya su presidente,[1] promovió que Juan Luis Cebrián redactara un informe al Club sobre La red; se trata de un trabajo muy preliminar, de mediados de los noventa.[2] Y luego promovió un informe sobre El futuro de las personas con discapacidad en el mundo, firmado por Rafael de Lorenzo García.
También se promovió la presentación de un informe que en aquel momento pasó sin pena ni gloria, pero que habría que releer. Me refiero a Microelectrónica y sociedad, que abordó una cuestión de cuya importancia nuestra sociedad ha tomado mayor conciencia recientemente: el valor de los transistores, los circuitos integrados, los microprocesadores… Esto da a Taiwán una ventaja estratégica sobre el resto del mundo, y por ello otras potencias están intentando implantar esa industria en su propio territorio, dispuestas a invertir mucho dinero en ello. Pero hablamos de una ventaja de quince años en el saber hacer, y eso no se salva con dinero. Para lograr ciertas cosas, hay que tener unas condiciones previas; estar en el sitio adecuado y tener la tecnología adecuada.
Más allá de los temas específicos, se podría decir que la época de Ricardo[3] fue especialmente prolífica en informes. Por otro lado, cabe señalar que la atención del Club no estaba tan circunscrita, como ha estado en los últimos tiempos, a la sostenibilidad medioambiental.
Quizás debería volverse sobre un tema que fue fundamental en sus inicios, y que enlaza con los contenidos de los dos libros que Daisaku Ikeda escribió con Aurelio Peccei, primero, y con el propio Ricardo.[4] Y es que el Club de Roma se creó con la meta del desarrollo humano principalmente y, en una segunda capa, para la gobernabilidad (no la gobernanza); es decir, para hacer posible el gobernar un sistema en condiciones adversas, de incertidumbre total. Esto requiere en los mandatarios, y también en la ciudadanía, una gran generosidad y fe en el género humano y en la buena voluntad de las personas. El problema es que hay que arriesgar, y muchas veces las cosas no salen; pero hay que arriesgar. Lo que no es admisible es limitarse a jugar sobre seguro.
Son facetas menos conocidas, probablemente, por quienes hayan empezado a seguir la actividad del Club en tiempos recientes.
En el prólogo de la Memoria 2023 del Capítulo Español del Club de Roma, su presidente, Isidro Fainé, mencionó el informe Aprender, horizontes sin límites, de cuya publicación se han cumplido ahora 45 años. En ese documento, el Club planteó un tema: por mucho que avancemos con las máquinas, estas replicarán el pasado, lo conocido, mientras que el gran valor de las personas es la capacidad de imaginar el futuro, de dar soluciones a problemas nuevos. Esa es la esencia de la gobernabilidad.
Por todo esto, en el Capítulo Español hemos intentado ir más allá de los problemas concernientes a la sostenibilidad en sentido alicorto; porque la sostenibilidad no solo se refiere a la sostenibilidad medioambiental, sino también a la sostenibilidad social y la sostenibilidad económica. Y esto nos remite al trilema del Club de Roma. ¿Cómo se consigue una sociedad solidaria, una sociedad económicamente viable y una sociedad ecológicamente perdurable? La cuestión es similar a lo que plantea el trilema de Rodrik sobre la globalización.[5] Y conecta con el problema que expuso el informe Come on, al cual contribuyeron cerca de cuarenta miembros del Club: el logro de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible, en el contexto actual, generaría una huella ecológica de cuatro planetas.[6] Si no se llevan a cabo transformaciones radicales, el sistema será cada vez más insostenible. Por eso, en el Capítulo Español hemos programado algunos ciclos de sesiones con el fin de pensar también cuál es el entorno internacional, de estudiar los principales fenómenos que transforman la geopolítica.
Por mucho que avancemos con las máquinas, estas replicarán el pasado, lo conocido, mientras que el gran valor de las personas es la capacidad de imaginar el futuro, de dar soluciones a problemas nuevos.
Entre las sesiones que tenemos programadas, hay una sobre el futuro de la competitividad de Europa; otra sobre desigualdad, pobreza y vulnerabilidad, que retoma un trabajo que habíamos empezado con Cáritas y Cruz Roja; también queremos dedicar una sesión a las elecciones americanas; y cerrar un ciclo, ya iniciado, sobre los retos y las oportunidades para las sociedades del bienestar del mañana.
Al hilo de los temas tratados en los libros de Ikeda con Peccei y con Ricardo, algo que nos ha sorprendido es que, en este último ciclo, la sesión más vista ha sido una que dedicamos a la espiritualidad. Yo no había podido imaginar que participara tanta gente, con tantas preguntas.
Qué interesante, y qué significativo…
En Antes de que sea demasiado tarde, Daisaku Ikeda y Aurelio Peccei se plantean tres ejes, que son los ejes básicos. Uno es el hombre y la naturaleza: hasta qué punto las personas estamos destruyendo la naturaleza, creyendo que es algo que es nuestro, cuando no lo es; hasta qué punto la preservación de la naturaleza es casi una defensa de la humanidad, porque sin naturaleza no podemos existir. El segundo tema es el propio hombre. Y el tercer tema, la revolución humana, al releerlo me ha recordado una iniciativa que intentó llevar adelante la persona que sucedió a Ricardo en la presidencia del Capítulo Español, cuando él asumió la presidencia internacional. Me refiero a Pedro Duran Farell, un personaje interesantísimo y absolutamente visionario.[7]
Con él y con Alejandro Llano, que en aquel momento era rector de la Universidad de Navarra, intentamos trabajar algo que Duran Farell llamaba la «revolución civil», dirigida a fomentar que la gente, cada uno de nosotros como personas, nos comprometiésemos. La idea era que un compromiso de individuos y asociaciones sería tremendamente positivo para la sociedad. Aunque con otros términos, el fin era esa revolución humana de la que hablaban Ikeda y Peccei; una revolución que se basa en el amor y en el desarrollo de las personas. No hay otra solución: no se puede crear nada sobre una base de violencia, de injusticia, de falsedades, porque no llevará a ningún sitio.
Si no se llevan a cabo transformaciones radicales, el sistema será cada vez más insostenible. Por eso, en el Capítulo Español hemos programado algunos ciclos de sesiones con el fin […] de estudiar los principales fenómenos que transforman la geopolítica.
Resulta fascinante que personas con orígenes tan diversos, al tratar de ofrecer respuestas a las grandes cuestiones, hayan coincidido en lo esencial. Esto nos hace recordar que, en el mensaje de condolencia que Daisaku Ikeda envió a la familia de Ricardo Díez Hochleitner tras su fallecimiento, se refirió a él como a «un compañero de convicciones».[8]
Pienso que la relación de amistad y colaboración sinceras que entablaron se debió a dos razones. En primer lugar, ambos creían fervientemente en la educación y en la mejora continua de los sistemas de enseñanza.
En segundo lugar, compartían el respeto por las personas, el respeto por la diversidad. Y esto, en un estado genuino, no es fácil de encontrar. Hay personas que abogan por ello, pero de boquilla.
La idea de Ikeda que comenté antes acerca de la «etnia humana»,[9] de no hacer discriminación, es tan capital que Ricardo la tenía muy arraigada. Se enmarca en una visión global de inseparabilidad entre el ser humano y la naturaleza. Y apunta a la necesidad de una revolución que se guíe por el respeto a los derechos humanos, pero también por el cariño entre los humanos y la conciencia de un futuro compartido.
Independientemente de la distancia, no es fácil conectar con otra persona si en las primeras conversaciones que mantienes con ella percibes señales de que su visión es totalmente diferente de la tuya. Pero su caso fue el contrario: a pesar de provenir de lugares muy alejados geográficamente entre sí, reconocieron los valores que compartían.
Para abordar los temas clave para el futuro de la humanidad, el Club de Roma ha reunido históricamente a figuras con experiencia consolidada. ¿Cómo aborda el papel de quienes están en fases más tempranas de sus trayectorias, es decir, de los jóvenes?
Al poco tiempo de crear el Club, Aurelio Peccei creó algo que llamó el Fórum Humano. Allí intentó involucrar a algunos jóvenes. Y posteriormente, ya a inicios del siglo XXI, se creó el tt30, como think tank formado por personas con edades en torno a los treinta años.
Nosotros intentamos un crear un tt30 español, en Barcelona, Madrid, Valencia. Tengo que decir que la experiencia fue agridulce. Desde luego, había varios valores prometedores, que luego han seguido desarrollándose. Sin embargo, descubrimos que algunos otros jóvenes, lamentablemente, se nos habían acercado para ponerlo luego en su currículum e, incluso, para tratar de forzar la firma de algún convenio que los favoreciera. Pero el Club de Roma es, intencionalmente, una no-organización…
Actualmente, creo que tenemos un problema muy serio de angustia de los jóvenes por su porvenir, y esto hace que aprovechar las capacidades propias de la juventud resulte un verdadero desafío. Para poder desarrollarse, los jóvenes tienen que sentirse cómodos pensando en el mundo que viene, pero los ejemplos que damos los mayores no les hacen pensar, necesariamente, que el mundo se vaya a arreglar en su favor.
La juventud actual está sometida a unas tensiones de carácter profesional y de expectativas de futuro que no había en épocas anteriores. Y la ruptura que han producido las redes sociales, la esfera de comunicación en la que nos hallamos, dificulta los liderazgos espirituales. A muchos jóvenes se les ha educado en un excesivo ego, y esto ha ido en detrimento del sentido de comunidad y dificulta la gestión del mundo juvenil.
Es necesario recuperar la idea de comunidad, y también valorar positivamente la historia, el legado recibido, entendiendo lo difícil que fue labrarlo. Tenemos unas sociedades donde la gente se queja mucho, pero se esfuerza poco por lo colectivo. La comunidad y el servicio requieren renuncias y cooperación.
¿Cómo cree que se pueden recuperar, o actualizar, los valores de transformación y de esperanza que encarnaron Peccei, Díez Hochleitner, Ikeda?
Ciertamente, hay que volver a esos valores originales. Es la única manera de que las personas crezcan. Y es que crecemos dándonos: para crecer, necesitamos abrirnos a los otros y cooperar. No podemos hacerlo a solas.
Para poder incidir positivamente en los jóvenes, tenemos que transmitirles que trabajar por un futuro de cohesión y cooperación es lo que produce una satisfacción y una realización verdaderas.
Un mensaje del Evangelio es que nos salvamos en racimo. Se deben cultivar reglas morales que hablen de la comunidad, de la salvación conjunta. Y ese mensaje de salvación conjunta es muy difícil de traducir en estímulos cuando el entorno anima al individualismo, a salvarse uno solo.
Pienso que las sociedades que realmente pueden considerarse avanzadas son aquellas que unen competitividad y cohesión. Para poder incidir positivamente en los jóvenes, tenemos que transmitirles que trabajar por un futuro de cohesión y cooperación es lo que produce una satisfacción y una realización verdaderas. Y también que la guerra es inaceptable.
La cuestión del papel de los jóvenes remite en parte, entonces, al papel de quienes los preceden.
Desde luego, los pésimos ejemplos de liderazgo que a veces tienen que presenciar en la sociedad hacen más difícil generar en los jóvenes ilusión por el servicio público. Me refiero, por ejemplo, a los casos de corrupción. Esto hace mella en la capacidad de cultivar una visión a medio y largo plazo.
¿Cómo crear algo atractivo en una sociedad tan diferente de la que hubo antes? […] No se pueden contar las mismas cosas. Hay que encontrar nuevos caminos […] con la juventud.
Luego están fenómenos enormemente preocupantes, como la pérdida de la capacidad de leer algo que vaya más allá de lo que se publica en redes sociales. Esta limita la reflexión a mensajes que tienen que caber en unos pocos caracteres, y que a menudo son falsos. Como resultado de las falencias de quienes los han precedido, la juventud actual ha crecido en un mundo donde se sirven en el mismo plato la mentira y la verdad.
Nos enfrentamos a un mundo lleno de incertidumbres, que necesita nuevas maneras de hacer, y en el que la base material en la que hemos crecido las personas de mi generación ya no existe. ¿Cómo crear algo atractivo en una sociedad tan diferente de la que hubo antes? Esta es, también, la gran preocupación de la actual presidencia del Capítulo Español del Club de Roma.
No se pueden contar las mismas cosas. Hay que encontrar nuevos caminos. Y esa búsqueda de nuevos caminos es la que deberíamos emprender para conectar con la juventud.
José Manuel Morán Criado es ingeniero aeronáutico (UPM, 1971), licenciado en Filosofía y Letras (USAL, 1975) y en Ciencias Políticas (UCM, 1976), diplomado en Dirección General por ESADE (1984) y PADE del IESE (1997). Fue profesor de la UPM (1974-1984) y miembro de su Consejo Social (1990-1995). Ha dirigido y dirige cursos universitarios en la UIMP y en los cursos de verano de la UCM.
Fue director de Planificación de Telefónica (1983-85) y miembro de su Alta Dirección (1989-1996). Asimismo, fundó la Confederación Española de Fundaciones (hoy AEF), de la que fue vicepresidente desde su creación en 1995 hasta 1999, para luego dirigir el área de Desarrollo Institucional. Ha sido presidente de las fundaciones FUNDESCO y FUINCA, director general de la Fundación Formación y Tecnología y secretario general de la Confederación Iberoamericana de Fundaciones.
Es consejero del Consejo Económico y Social de España desde su creación en 1992, y miembro asociado del Club de Roma desde 1994, de cuyo Capitulo Español es vicepresidente desde 1993. Preside la Comisión de la Función Directiva de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE) y es miembro de su Junta Directiva desde 2003.
[1] ↑ La frase se refiere al Club de Roma como tal, que Ricardo Díez Hochleitner presidió internacionalmente durante la década de 1990, a continuación de su etapa como presidente del Capítulo Español.
[2] ↑ A partir de la década de 1990, a raíz sobre todo de la creación de la World Wide Web, el impacto de Internet en la sociedad empezó a crecer exponencialmente.
[3] ↑ Antes de asumir la presidencia del Club de Roma, Ricardo Díez Hochleitner fue su vicepresidente durante los últimos años de mandato de su predecesor, Alexander King. Posteriormente, tras entregar el testigo a su sucesor, Hassan bin Talal, siguió muy activo como presidente honorario.
[4] ↑ Esta segunda obra se publicó en castellano como DÍEZ HOCHLEITNER, Ricardo y Daisaku IKEDA: Un diálogo entre Oriente y Occidente: En busca de la revolución humana, Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2009. Sobre la primera puede leerse más en la revista CG, n.º 234, octubre 2024, sección «Especial».
[5] ↑ En el libro La paradoja de la globalización, el economista Dani Rodrik argumenta que las sociedades o los Estados no pueden optar al mismo tiempo por sostener altos niveles de globalización económica, soberanía nacional y democracia, sino que deben renunciar a una de las tres componentes.
[6] ↑ El informe sostiene: «Una implementación exitosa de los once objetivos socioeconómicos de la agenda podría destruir con toda probabilidad sus tres objetivos ecológicos, que son estabilizar el clima, restaurar los océanos y detener la pérdida de biodiversidad. La única manera de evitar que esto suceda sería adoptar un enfoque integrado para la formulación de políticas, dejando atrás las estructuras compartimentadas de la actualidad» (traducido desde WEIZSÄCKER, Ernst von, Anders WIJKMAN et. al.: Come on! Capitalism, Short-termism, Population and the Destruction of the Planet, Berlín: Springer, 2018).
[7] ↑ Pere Duran Farell (1921-1999) fue un ingeniero, empresario y modernizador de la industria española, particularmente en el ámbito energético.
[8] ↑ Véase la revista CG, n.º 181, mayo 2020, sección «Actualidad».
[9] ↑ Véase la primera parte de esta entrevista, en la revista CG, n.º 235, noviembre 2024, sección «Especial».