Hace ahora un año, el 70.º aniversario de la primera «campaña de febrero» de la Soka Gakkai –que se desarrolló en 1952– inspiró la publicación de un artículo especial en Civilización Global. Un año después de aquel logro en Kamata, una nueva campaña consolidó, en 1953, lo que se daría en llamar la «tradición de febrero». En este nuevo año, en esta revista renovada, conmemoramos este novedoso 70.º aniversario presentando el extracto de un ensayo de Daisaku Ikeda que expone el modo en que ese hito en la historia del kosen-rufu llegó a ser posible, al tiempo que ofrece preciadas lecciones para el presente y el futuro.
En el frío febrero de 1953, di continuidad a la Campaña de Febrero emprendida el año anterior en el distrito general Kamata, liderando una nueva lucha por forjar personas capaces. En ese momento tenía veinticinco años, y luché con espíritu vigoroso, como el de los miembros de nuestro actual Departamento de Hombres Jóvenes.
Estaba en mi segundo mes como responsable del Primer Cuerpo[1] del Departamento de Hombres Jóvenes, cargo que me había asignado Toda Sensei a comienzos del año. Para hacer realidad el objetivo de mi maestro, de que la Soka Gakkai llegara a estar formada por setecientas cincuenta mil familias, lancé una enérgica campaña dirigida a los jóvenes, para forjar y desarrollar juntos nuevos valores humanos. Hice un profundo juramento: «Nuestro maestro, Josei Toda, está orando para que surjan numerosos discípulos. ¡Yo le ofreceré una impresionante fuerza de jóvenes discípulos, consagrados a la verdad y la justicia!».
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La meta de ese año en cuanto al desarrollo de valores humanos era sumamente clara. Nuestro Primer Cuerpo debía estar formado, al final del año, por mil jóvenes. Cuando asumí la conducción de dicho cuerpo, los miembros se concentraban en los barrios de Sumida, Koto y Edogawa (en el lado este de Tokio). Estaba formado por seis grupos, y unos trescientos integrantes. Nuestro objetivo era multiplicar por tres nuestras filas. Con este cometido, había sido enviado a una parte de la ciudad muy alejada del lugar donde vivía, que era Kamata (en el lado sur de la ciudad). Obviamente, no sería una tarea fácil. Pero para lograr la gran aspiración de Toda Sensei, en ese momento era crucial acrecentar la solidaridad en el Departamento de Jóvenes. Así como el distrito general Kamata había logrado romper un techo en la lucha por el kosen-rufu en sentido general, ahora el Departamento de Jóvenes debía mostrar el camino para la expansión en un lugar determinado, para generar una onda expansiva que se propagara a lo largo y ancho del país.
[…] En mi mente, no concebía que un desafío asignado por un tan excelente maestro del kosen-rufu no pudiera lograrse. Además, teníamos la estrategia del Sutra del loto. La clave era inspirar a cada miembro a ponerse en pie con una fe ardiente. Era esencial permitir que los miembros con una fe más consolidada que luchaban junto a mí se lanzaran al reto sintiéndose seguros de que nuestro curso de acción conduciría a la victoria.
La clave era inspirar a cada miembro a ponerse en pie con una fe ardiente.
Lo primero que haría sería llevar de seis a diez la cantidad de grupos, agregando nuevos responsables de grupo. Los llamé «los diez campeones del Primer Cuerpo». Entendía que, para lograr la victoria en cualquier contienda, era absolutamente necesario fortalecer a las figuras centrales. Mi siguiente tarea fue desarrollar diez responsables de subgrupo a cargo de cada uno de los diez responsables de grupo, con el objetivo de forjar cien fuertes líderes en el Primer Cuerpo. De este modo, si en cada uno de esos cien subgrupos se podía forjar a diez miembros, el cuerpo se convertiría en una fortaleza de mil valores humanos.
Por lo tanto, no teníamos que dejarnos intimidar por lo imponente de la cifra. Lo único que hacía falta era inspirar y reunir a nuevos jóvenes, uno tras otro. Consciente de que este era el camino hacia la victoria segura, uní a todos los miembros del Primer Cuerpo para enfrentar los desafíos que nos esperaban.
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De hecho, antes de ser nombrado responsable del Primer Cuerpo, existía muy poco sentimiento de camaradería entre los miembros. Muchos miembros, a poco de ingresar, se alejaban de la organización; todos los esfuerzos realizados para acercarlos al budismo de Nichiren Daishonin se echaban a perder con la pobre labor de aliento y orientación que se les brindaba en los niveles iniciales de su práctica.
Esto me preocupaba… Cada joven que decide comenzar a practicar el budismo de Nichiren Daishonin lo hace con un serio interés en aprender esta filosofía. Quienes abandonaban en los primeros pasos aún no habían tenido oportunidad de experimentar los espléndidos beneficios de la Ley Mística. No habían podido establecer un vínculo con nuestro excelente maestro, Josei Toda. Tampoco habían tenido tiempo de conocer la profunda misión del Departamento de Jóvenes de la Soka Gakkai. Que dejaran de practicar sin haber llegado a conocer nada de esto me parecía una verdadera tragedia… Así que emprendí una seria lucha para crear una alianza de valores humanos unidos espiritualmente a nuestro maestro, Toda Sensei.
Cada joven que decide comenzar a practicar el budismo de Nichiren Daishonin lo hace con un serio interés en aprender esta filosofía. Quienes abandonaban en los primeros pasos aún no habían tenido oportunidad de experimentar los espléndidos beneficios de la Ley Mística. […] Me parecía una verdadera tragedia…
El primer paso que di fue iniciar una búsqueda diligente de personas capaces. Esto significaba hacer un sincero desafío por conocer a cada uno de los integrantes del Primer Cuerpo.
Aunque la sociedad moderna pueda favorecer el establecimiento de relaciones superficiales, la Soka Gakkai es distinta. No debemos desperdiciar una sola oportunidad de acercarnos y dialogar con los demás. Es importante escuchar y alentar. Compartiendo los sufrimientos y preocupaciones de nuestros compañeros de fe, debemos entonar daimoku con ellos y participar juntos en las actividades.
Cuanto más conocemos a alguien, más profundamente podemos orar para que esa persona despliegue todo su potencial en bien del kosen-rufu y cultive un vínculo con un maestro en la fe. Esta profunda oración es la fuerza motriz para la forja de valores humanos.
Aunque la sociedad moderna pueda favorecer el establecimiento de relaciones superficiales, la Soka Gakkai es distinta. No debemos desperdiciar una sola oportunidad de acercarnos y dialogar con los demás.
Mi segundo paso fue infundir a todos mis miembros orgullo y confianza en sí mismos. En toda lucha, es fundamental tener entusiasmo y orgullo, en el buen sentido de la palabra. Nadie puede lograr nada con una actitud derrotista.
Exhorté a los miembros del Primer Cuerpo a ser los primeros en todos los desafíos, de un modo acorde con el nombre de nuestra agrupación. Cada vez que descubría personas que ofrecían resultados sobresalientes, o que se esforzaban con una actitud de primera en tareas poco visibles, les expresaba elogio y agradecimiento.
El tercer paso fue generar un ritmo en nuestras actividades. Cada domingo, abría mi apartamento en Sanno, Omori (en el barrio tokiota de Ota) a cualquier miembro del Primer Cuerpo que quisiera recibir aliento y dialogar sobre la forma de llevar a cabo las actividades; estos encuentros, de forma natural, terminaron convirtiéndose en verdaderas reuniones de planificación. Todos los meses hacíamos una reunión plenaria con los responsables del Primer Cuerpo, para centrarnos en las metas inmediatas y marcar un punto de partida para la lucha del mes siguiente. […]
Mi cuarto paso fue fortalecer la convicción de los miembros en la fe, así como su capacidad de articular nuestro mensaje de forma correcta, mediante un estudio sostenido del budismo. Junto a los miembros que se reunían en mi apartamento, estudiamos importantes escritos del Daishonin como El objeto de devoción para observar la vida, La selección del tiempo, La entidad de la Ley Mística, Sobre la práctica de las enseñanzas del Buda y Sobre la profecía del Buda, para grabar en lo más hondo de nuestro corazón la histórica lucha personal del Daishonin y su profunda filosofía, y sobre esta base dedicarnos a trabajar en bien de las personas.
En el Primer Cuerpo estudiamos el budismo de forma seria y asidua. También iniciamos una tradición de leer buenos libros, tal como Toda Sensei me había enseñado a hacer. Mediante estas actividades, los miembros perfeccionaron su aptitud para leer, escribir y hablar en bien del kosen-rufu, y esto les permitió transmitir eficazmente el mensaje del budismo de Nichiren a cualquier persona.
Los miembros no son «soldados» de la organización. Cada uno de ellos posee la significativa misión de liderar el kosen-rufu y ser una persona victoriosa y ejemplar en la sociedad. Cada uno obtendrá, sin falta, tremendos beneficios.
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En junio de 1953, seis meses después de comenzar mi actividad al frente del Primer Cuerpo, cien miembros llenos de entusiasmo se reunieron en Koiwa, en el área Edogawa de Tokio. Fue una ocasión sublime… Aunque eran todos pobres, con ropas manchadas de grasa, camisas de mala calidad y cabello desgreñado, en sus ojos ardía el espíritu de vivir por el kosen-rufu, chispeante en su mirada hacia el futuro. Esa fuerza, de «los cien campeones del Primer Cuerpo», estaba tomando forma con audacia.
Una profunda emoción llenó mi pecho, y pensé: «De esta agrupación, sin falta surgirán muchos revolucionarios líderes de la Ley Mística. Son todos jóvenes pioneros. Son Bodisatvas de la Tierra. ¡Expandiré esta unión de cien jóvenes hasta mil, diez mil, millones!». De acuerdo con esta determinación, nuestro Primer Cuerpo forjó valores humanos y creció, en un solo año, hasta mil miembros. Nuestra red juvenil se propagó por todo Tokio y por las vecinas prefecturas de Saitama y Chiba.
Pude informar a Toda Sensei que había construido las bases de un Departamento de Jóvenes siempre victorioso y directamente conectado con él. Un Departamento de Jóvenes que abriría gloriosamente rutas hacia el futuro del kosen-rufu. Considero la sonrisa que ese día me brindó mi maestro como una de las medallas de honor más preciadas que recibí en mi juventud.
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En su tratado La selección del tiempo, el Daishonin declara:
Las pequeñas corrientes de agua se unen para formar el gran océano; las diminutas partículas de polvo se acumulan para formar el monte Sumeru. Cuando yo, Nichiren, abracé por primera vez la fe en el Sutra del loto, fui como una sola gota de agua o una única mota de polvo en todo el Japón. Pero luego, cuando dos, tres, diez, o incluso cien, mil, diez mil y un millón de personas lleguen a recitar el Sutra del loto y lo transmitan a los demás, formarán un monte Sumeru de la perfecta iluminación, un océano del gran nirvana. ¡No busque ninguna otra vía por la cual lograr la Budeidad![2]
Completamente de acuerdo con este pasaje, nuestro Departamento de Jóvenes se ha convertido en una grandiosa alianza mundial de paz y de justicia, mediante la fe dedicada al kosen-rufu y junto a su maestro.
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Una imponente cordillera
de valores humanos…
El reino del corazón
tiene alas de oro…
(Traducido desde los artículos publicados el 9 y el 10 de febrero de 2008 en el Seikyo Shimbun).
CUATRO PASOS PARA EL DESARROLLO DE VALORES HUMANOS
Ejemplificados en la experiencia al frente del Primer Cuerpo del Departamento de Hombres Jóvenes de la Soka Gakkai en 1953
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1. Iniciar una búsqueda diligente de personas capaces.
2. Infundir a todos los miembros orgullo y confianza en sí mismos.
3. Generar un ritmo en las actividades.
4. Fortalecer la convicción en la fe y la capacidad de transmitirla a través de un estudio serio y asiduo del budismo.
[1] ↑ A principios de 1953, el Departamento de Jóvenes de la Soka Gakkai estaba formado por cuatro cuerpos en el Departamento de Hombres Jóvenes y cinco en el Departamento de Mujeres Jóvenes, con varios distritos generales representados en cada uno de ellos.
[2] ↑ La selección del tiempo, en END, pág. 607.