Ante un significativo 24 de agosto


Día del Departamento de Hombres de la Soka Gakkai


El 14 de agosto de 1947, cuando la tarde acababa de dar paso a la noche, un joven Daisaku Ikeda participó por primera vez en una reunión de diálogo de la Soka Gakkai. Asistía invitado por unos amigos, y en ella conoció a Josei Toda. Confiando en la personalidad de aquel a quien adoptó como maestro, el joven ingresó a la Soka Gakkai diez días después: el 24 de agosto.

En aquel primer encuentro, Toda Sensei había disertado acerca del tratado de Nichiren Daishonin Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra. Al hacerlo, había recalcado que, aunque los miembros de la Soka Gakkai eran pocos en número, estaban recorriendo el camino de maestro y discípulo e izando el estandarte de la enseñanza budista para iluminar Japón –una tierra que, en medio de la devastación y el caos de la posguerra, se hallaba sumida en la oscuridad–.

Recreación de la reunión de diálogo en la que Daisaku Ikeda conoció a Josei Toda, el 14 de agosto de 1947 | Ilustración: Cortesía de Seikyo Shimbun

La lucha que aquel joven inició en ese momento se convirtió en el propósito de su juventud y de su vida. En un ensayo publicado en el Seikyo Shimbun décadas más tarde, escribió:

Cuando el 24 de agosto de 1947 decidí seguir a Josei Toda como maestro y emprender la contienda por propagar el budismo de Nichiren Daishonin y hacer realidad la paz para todos los seres humanos, yo tenía 19 años y él, 47. Toda Sensei se encontraba en los mejores años de su vida… Era un hombre de coraje, en la etapa culminante de sus facultades.[1]

Tres años más tarde, el 24 de agosto de 1950, el maestro Toda, que estaba experimentando enormes dificultades como empresario, tomó la decisión de dimitir como director general de la Soka Gakkai para proteger la organización. Leemos sobre ello en La nueva revolución humana:

Después de la guerra, en ausencia de un nuevo presidente, Toda había asumido la total responsabilidad de reconstruir la Soka Gakkai como director general. Pero si seguía en esa posición, lo más probable era que las dificultades de sus negocios tuvieran repercusiones negativas en la organización. Con el fin de evitarlas por todos los medios, luego de terminar su disertación sobre el Sutra del loto en la sede central de la Soka Gakkai, en Nishi-Kanda, Tokio, anunció que renunciaba a su cargo de director general y nombró a su sucesor.

Ante este acontecimiento tan inesperado, los participantes quedaron profundamente desconcertados. Incluso Shin’ichi fue incapaz de ocultar su conmoción. ¿Qué ocurriría con la Soka Gakkai y el kosen-rufu? Su confusión fue tal, que le preguntó a Toda si el nuevo director general sería su maestro. La respuesta fue contundente:

–No, de ninguna manera. Puede que solo te provoque dificultades, pero tu mentor siempre seré yo.

Shin’ichi esperaba estas palabras con todo su ser. Una alegría indescriptible invadió su corazón: él era verdaderamente un discípulo de Toda.[2]

La llegada de este significativo 24 de agosto, el primero tras el fallecimiento de Ikeda Sensei […], nos ha motivado a dedicar esta sección a presentar experiencias […] del Departamento de Hombres.

Con la determinación de cultivar y transmitir a las siguientes generaciones el espíritu de avanzar siempre junto al maestro, como continuadores del vínculo que corporifican los episodios citados, en 1976 los discípulos de Ikeda Sensei propusieron conmemorar el 24 de agosto como Día del Departamento de Hombres de la Soka Gakkai. Posteriormente él expondría el motivo por el que estuvo de acuerdo con la idea:

[Él mismo] era un integrante del Departamento de Hombres y deseaba que todos los miembros de este departamento se levantaran apoyados en el juramento de la lucha conjunta del mentor y el discípulo, y dedicaran su vida al gran propósito del kosen-rufu, como lo había hecho él. Porque consideraba que solamente allí yacía el camino más elevado.[3]

La llegada de este significativo 24 de agosto, el primero tras el fallecimiento de Ikeda Sensei en noviembre pasado, nos ha motivado a dedicar esta sección a presentar experiencias de miembros del Departamento de Hombres de la SGEs (Gaspare Gullo, de Gran Canaria, y Luis Ricardo Avelar Clemente, de Madrid) que, como tantas otras, muestran la profundidad y amplitud con que el vínculo de maestro y discípulo y una acción cotidiana cimentada en él pueden transformar positivamente una vida.

Albert Barroso, responsable del Departamento de Hombres de la SGEs

Cuando, el 5 de marzo del año pasado, celebramos en la SGEs una asamblea nacional del Departamento de Hombres festejando el 57.º aniversario de la agrupación, recibimos un mensaje de Ikeda Sensei en el que nos dedicaba el siguiente pasaje del Gosho: «[N]o hay un solo beneficio que deje de manifestarse, y no hay buen karma que deje de obrar en nuestro beneficio».[4] Con base en él, nos impelía a «avanzar con valor y sin escatimar esfuerzos, entonando en todo momento el daimoku del rugido del león, como dignos “pilares de oro de la Soka” y “vanguardia del kosen-rufu”».[5]

La fortaleza para emprender acciones que conduzcan al logro de nuestros objetivos se manifiesta ciertamente cuando empleamos la estrategia del Sutra del loto, basándonos en la oración. Convertirse en un pilar de oro tiene que ver con brillar en la fe forjando lazos de confianza con las personas a nuestro alrededor.

El budismo Nichiren es una práctica «para uno y para los demás».[6] Orar y alentar a una persona es una labor crucial; no hay nada más respetable. La tarea de inspirar a otras personas puede no resultar deslumbrante o glamurosa, pero constituye la fuerza motriz del kosen-rufu. El aliento continuo es la energía propulsora del avance.

Ikeda Sensei escribió lo siguiente acerca del significado de ser un «pilar de oro»:

El término «pilares de oro», que usamos para describir a los miembros del Departamento de Hombres, denota también a los reyes, a los defensores de la humanidad. Cuando estos «pilares de oro» de nuestro noble movimiento se ponen de pie y se manifiestan con la dignidad del león rey, uno tras otro, ocurre lo que enseña el Daishonin en su tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra: ellos transforman el lugar donde están en una perpetua tierra de Buda, en una deslumbrante e invencible tierra de tesoros.

Un pilar siempre se mantiene firme y erguido cumpliendo su función, ya sea que los demás reparen en él o no. Compañeros del Departamento de Hombres, sigamos apoyando a nuestros camaradas de fe de todas las maneras posibles, conscientes de que la vida de cada uno de ellos es una preciada torre de tesoros, y jamás dejemos de proteger el grandioso castillo del kosen-rufu. Juntos, procurando ser responsables que respondan al sincero anhelo del pueblo y merezcan su respeto y confianza, conquistemos grandes victorias en la vida y en el kosen-rufu, victorias que podamos dejar como legado a nuestros jóvenes sucesores.[7]

El Daishonin señala: «El oro no puede ser quemado por el fuego ni corroído o arrastrado por las aguas».[8] Los miembros del Departamento de Hombres podemos determinar ser verdaderos pilares de oro capaces de sostener a las personas y emprender acciones para ayudarles a brillar. Este es el camino que Ikeda Sensei abrió para nosotros: recorrámoslo junto a nuestros amigos y compañeros, conscientes de que en ello reside la realización plena.

«Cuando estos “pilares de oro” de nuestro noble movimiento se ponen de pie […] transforman el lugar donde están» | Foto: Sophia Hilmar en Pixabay

[1] ↑ IKEDA, Daisaku: «El juramento del 24 de agosto. Parte 2/2», Seikyo Shimbun, 25/8/2011.

[2] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana. Volúmenes 23 y 24, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2021, pág. 198.

[3] ↑ Ib.

[4] ↑ Conversación entre un venerable y un hombre iluminado, en END, pág. 139.

[5] ↑ Véase Civilización Global, n.º 216, abril 2023, sección «Actualidad».

[6] ↑ Puede leerse acerca de este aspecto de la práctica budista en línea.

[7] ↑ Véase Civilización Global, n.º 192, abril 2021, sección «Punto de partida».

[8] ↑ La herencia de la Ley suprema de la vida, en END, pág. 227.

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