Ceremonia de la SGEs en memoria de los seres fallecidos


Con introducción desde el Centro Cultural Soka


El 1 de noviembre tuvo lugar la ceremonia en memoria de los seres fallecidos que la SGEs convoca anualmente. En común con las ediciones recientes, la de este año tuvo que, antes del gongyo en cada lugar, se emitió en directo desde el Centro Cultural Soka de Rivas-Vaciamadrid una intervención introductoria. Como aspecto tristemente distintivo estuvo que, tres días antes, los efectos de la DANA se habían cobrado demasiadas vidas que recordar.

Fue el director general de la SGEs, Enrique Caputo, quien, en ese contexto, compartió reflexiones sobre la vida y la muerte enraizadas en el budismo y, en particular, en la enseñanza de Nichiren Daishonin.

Enrique Caputo ofrece las palabras introductorias de la ceremonia de la SGEs en memoria de los seres fallecidos | Foto: Civilización Global

El mensaje esencial del budismo no es pesimista, pero tampoco es de un optimismo irracional. La filosofía budista examina directamente los sufrimientos de la vida y propone experimentarla con alegría como resultado de un compromiso con la realidad, no de negarla o eludirla. El profundo júbilo de vivir,  un sentimiento perdurable, surge cuando se percibe claramente la realidad del sufrimiento y se enfrenta con valentía hasta trascenderlo.

Hoy, muchas personas perciben la vida como algo que empieza con la concepción o el nacimiento y termina con la muerte, pero la perspectiva budista reconoce integralmente la naturaleza de la vida, ya sea en su manifestación activa como en los períodos de latencia, fases que se alternan en un continuo sin fin.

Como es tradición, en el altar del Centro Cultural Soka se colocó una carpeta que contenía la lista con los nombres de seres queridos enviados previamente por miembros, familiares y amigos de la SGEs y, en esta oportunidad, se propuso orar también por las víctimas de la DANA. Ante la evidencia de que situar la dignidad de la vida, la seguridad humana y la protección social en el centro es una necesidad imperiosa de nuestra sociedad, el daimoku estuvo a la vez enfocado en el compromiso de seguir promoviendo, con mayor vigor aún, la expansión de la filosofía humanista del budismo, que pone la dignidad de la vida en primer plano.

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