Contribuyendo a atenuar el sufrimiento de la enfermedad


Entrevistamos a Luis Olivos Oré, doctor en Neurociencia, docente e investigador en la Universidad Complutense de Madrid.

Luis A. Olivos Oré, en el laboratorio | Foto: Blanca Pascual

En primer lugar, muchas gracias por aceptar esta entrevista, Luis. Tus investigaciones y tu actividad docente en la universidad giran en torno a la farmacología, en la especialidad de la neurociencia. ¿Nos podrías explicar brevemente en qué consisten esta especialidad y tus pesquisas?

En efecto, trabajo en neurociencia, estudiando los mecanismos por los cuales se originan algunas enfermedades neurodegenerativas, es decir, aquellas situaciones en las que algún componente del sistema nervioso se ve modificado de forma que da lugar a una pérdida de neuronas o a alteraciones de sus funciones. Entre estas enfermedades puedo mencionar la de Parkinson, la de Alzheimer, diferentes tipos de epilepsias o el dolor neuropático. Asimismo, al identificar los mecanismos que se encuentran alterados se abre la posibilidad de encontrar fármacos que puedan ser capaces de revertir o minimizar dicha alteración.

Desde luego, es un ámbito de estudio muy importante. Pero ¿qué te hizo decidirte por él en un primer momento?

Desde un principio me motivó una actitud de servicio para resolver uno de los sufrimientos inherentes a la vida como es la enfermedad.[1] Ahora bien, estudiar la carrera de Farmacia supuso superar algunos retos académicos, pues en la educación secundaria no obtuve las mejores calificaciones en Química, un gran componente de las asignaturas de Farmacia. Mi etapa universitaria sería el momento de revertir esa circunstancia.

Mientras cursaba mis estudios de Farmacia, no alcancé un buen rendimiento en las asignaturas de Farmacología. Esto me incentivó a desafiarme en ese campo, optando por estudiar un máster en Farmacología Experimental, que sí pude culminar con calificaciones muy buenas. Esto me permitió acceder a un puesto de alta dirección en la industria farmacéutica, con una excelente y creciente remuneración.

Pero algo te llevó al ámbito público…

Sí, mis inquietudes iniciales seguían estando ahí. Deseaba investigar las alteraciones biológicas que se traducen en enfermedades en los seres humanos y también en los animales. Este objetivo principal pudo más que el puesto directivo y sus beneficios económicos, y elegí cursar estudios de doctorado en Neurociencia. Los seguí en la Universidad Complutense de Madrid, complementándolos con estancias de investigación en Francia.

Se trata de una decisión valiente, más cuando el camino académico no suele ser llano. ¿Nos podrías hablar sobre tu experiencia de recorrerlo?

Una vez instalado en Madrid para seguir mis estudios de doctorado, si bien tenía un contrato como becario de investigación, este era de corta duración y tenía que ver cómo prolongar la financiación de mis estudios. Para ello, me presenté a numerosas convocatorias de becas. Con cada negativa sentía que, aunque mi determinación no caía, sí se tambaleaba.

Cuando solicité una beca para formación de personal investigador de la Comunidad de Madrid, la resolución fue, de nuevo, negativa, pero aun así me mantuve determinado a seguir mis metas, entonando más daimoku. El tiempo trascurrió hasta una buena tarde en la que recibí una llamada en la que me preguntaban si aún estaba interesado en esa beca. Era un primer e importante paso, ya que la concesión me aseguraba cuatro años de contrato para encaminarme en la investigación.

Retos similares se han ido dando de forma sucesiva a lo largo de los últimos veinticinco años. Los siguientes fueron presentarme a plazas dentro de las figuras docentes e investigadoras universitarias. Con la misma fórmula que en el caso de la beca, he ido ganando cada uno de los cuatro concursos públicos u oposiciones a los que me he presentado, algunos con muchas dificultades, pero todos con resultado positivo.

Una vez dentro de la universidad, en la Facultad de Veterinaria, mi formación y las líneas de investigación que empezaba ahí eran diferentes al clásico discurrir de la vida académica de mi nuevo departamento. La disparidad de opiniones y los momentos de tensión no se hicieron esperar, pero año tras año, con una actitud diaria de cercanía, colaboración y avance conjunto, he conseguido llegar al corazón de varios de mis compañeros. Aunque me queda mucho por hacer al respecto, no declino este desafío de ampliar la armonía y la confianza en mi entorno de trabajo.

Tu actitud es digna de respeto. Y entendemos que, siendo docente además de investigador, el trato directo con los estudiantes representará para ti otro escenario de desafío. ¿Cómo lo afrontas?

A pesar de enseñar asignaturas con componentes altamente abstractos, ser docente me ha permitido abrir pequeñas puertas hacia la mente y el corazón de muchos estudiantes. En buena parte de los jóvenes noto una marcada ansiedad por el futuro, que en algunos casos los lleva a pretender dar, de alguna manera, pasos gigantes, siendo esta una actitud distractora que a unos les aleja de su presente formativo mientras que a otros les puede desviar de su proyección de futuro como profesionales y del sentido de contribución a la sociedad.

Sin embargo, he logrado crear pequeños momentos con los estudiantes que me han permitido recibir de ellos respuestas positivas, con cambios de actitud que me han agradecido posteriormente.

Teniendo una trayectoria de varios años ya como docente, me resulta gratificante ver a varios de los estudiantes que han pasado por mi laboratorio triunfando en diferentes ámbitos de la sociedad, y recibir de ellos, año tras año, mensajes en los que agradecen los consejos que les brindé con un trato «cercano» y «humano».

Luis, junto a estudiantes del curso 2023-24 | Foto: Cortesía de Luis Olivos

Nuestra enhorabuena. Se diría que has logrado cristalizar tus aspiraciones juveniles de mejorar el mundo a través de tu profesión.

Gracias. Siento una gran satisfacción por lo que he venido haciendo y seguiré haciendo, a pesar de los nuevos retos que se me vayan presentando. He materializado, en buena medida, varios de mis ideales describiendo, a través de mis investigaciones, mecanismos que eran desconocidos en la producción de determinadas enfermedades que confío en que contribuyan a encontrar fármacos que atenúen el sufrimiento que ellas generan.

Al mismo tiempo, considero que mi objetivo original, mi actitud y mi determinación no deben decaer hasta el final de mis días, en los que seguiré utilizando las herramientas que encuentro en mi profesión y muchas otras que he ido conociendo a lo largo de este camino.


[1] ↑ El budismo reconoce el nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte como «cuatro sufrimientos» universales. De acuerdo con los escritos, Shakyamuni habría tomado conciencia de ellos a través de otros tantos encuentros reveladores que mantuvo cuando aún vivía en palacio, y que lo motivaron a renunciar al mundo secular. Puede leerse más sobre ello en IKEDA, Daisaku: Develando los misterios del nacimiento y la muerte: Sabiduría budista para la vida, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2015, págs. 2 y ss.

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