Creando redes vecinales de valores humanos


Carlota López · Barcelona


Tengo 35 años, recibí Gohonzon en 2016 y en el budismo Nichiren he encontrado representados los valores humanistas que siempre me han movilizado.

Desde pequeña he tenido una fuerte conciencia de la justicia social, y ya en edad temprana supe que quería estudiar algo que me permitiera repercutir positivamente en la vida de las personas. Por ello, estudié Trabajo Social y Educación Social y me fui especializando en el ámbito del trabajo comunitario y la mediación de conflictos.

Cuando conocí el budismo, me di cuenta de que, en definitiva, deseaba crear valor y promover el kosen-rufu.

Actualmente trabajo en un proyecto de empoderamiento vecinal en el que un grupo de vecinas y vecinos que viven en un barrio con importantes necesidades sociales son contratados, formados y coordinados para visitar las casas de diversas familias y darles soporte, consejos e informarles de recursos sobre cómo mejorar su calidad de vida (acceso a derechos sociales, búsqueda de empleo, vulnerabilidad energética, gestión de residuos, acompañamiento a personas mayores, convivencia, etc.).

El equipo se contrata de forma que sea representativo de la diversidad social del barrio, así que también se trabaja desde la interculturalidad, rompiendo prejuicios y sin dejar a nadie atrás.

Carlota (primera por la izquierda de la imagen), trabajando

Para muchas personas del equipo (en su mayoría, mujeres) esta capacitación es clave para superar desafíos personales y laborales. Pero el beneficio es para toda la comunidad, ya que las vecinas contratadas facilitan herramientas concretas para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía del barrio.

Me encanta trabajar en este proyecto, porque incide muy directa y positivamente en la vida de la ciudadanía. Siento que puedo vivir de acuerdo con mis valores y promover aspectos que –estoy convencida– son clave para la mejora de la vida de las personas: la participación ciudadana, el acceso a las oportunidades y recursos que ofrece el entorno, y el fortalecimiento de la cohesión y de la red vecinal, que permite forjar lazos de amistad basados en valores humanistas.

Cada día me determino a apoyar y alentar a cada una de las integrantes del equipo, a detectar y realzar su potencial; y también me esfuerzo para hacerlo conmigo misma, convencida del aliento de Sensei que dice que «la gran revolución humana de un solo individuo propiciará un cambio en el destino de una nación y, más aún, permitirá cambiar el destino de toda la humanidad».[1]

En La nueva revolución humana Sensei también afirma su anhelo de «construir de un extremo al otro del país una alianza sólida de personas dedicadas a trabajar por la humanidad, la justicia y la paz, basadas en el espíritu del humanismo budista».[2] Me siento muy unida a mi maestro y a su determinación, que es también la mía, y siento que estoy contribuyendo a hacerla realidad a través de este proyecto, el cual, a raíz de la pandemia, se ha extendido a más localidades catalanas.


[1]IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, Vol. 30, Parte 2, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2021, pág. 243.

[2]Ib., Vol. 17, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2020, pág. 127.

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