Johanna Domínguez | Madrid
Nací en Palmira, Colombia, y llevo en España 23 años, más de la mitad de mi vida. Soy la hija mayor de cuatro hermanos y, cuando tenía 19 años, con la intención de transformar la difícil situación económica y de desunión familiar, mi madre depositó su confianza y expectativas en mí y me propuso viajar a España. El objetivo era abrir camino para construir un futuro mejor para toda la familia.
Con el profundo deseo de concretar mi objetivo, me inicié en la práctica del budismo Nichiren a mis 24 años.[1] Fue gracias a la determinación y el gran apoyo de quien era mi pareja en aquel entonces. Tuve que superar mi desconfianza y total falta de interés por cualquier tipo de enseñanza espiritual, que se debían a experiencias previas con otra religión.
Con el profundo deseo de concretar mi objetivo [de abrir camino para construir un futuro mejor para toda la familia], me inicié en la práctica del budismo Nichiren a mis 24 años.
En 2008, al poco tiempo de empezar a recitar Nam-myoho-renge-kyo, pude encontrar la forma de que mi madre viniera a España legalmente, en condiciones que superaron todas mis expectativas: con trabajo, casa y un billete de avión para regresar un año después pagado por la compañía aérea, como compensación por overbooking. Esa fue mi primera prueba real.[2] A partir de ahí, reforcé mi práctica.
Asimilar el viaje de mi madre a España no fue fácil para mis hermanos, que se quedaron en Colombia en plena adolescencia, así que ambas nos pusimos en marcha para que la reagrupación de Joximar, el más joven de la familia, fuera lo más rápido posible.
Ya en España, su proceso de adaptación fue muy complicado: problemas con el alcohol y las drogas ponían de manifiesto en su vida los efectos de la falta de armonía familiar; la separación de mis padres y el proceso migratorio lo habían llevado a vivir sin mi madre y sin mí muchos momentos vitales importantes. Sin embargo, en toda esa etapa nosotras nos mantuvimos muy unidas, como un pilar de nuestra familia, apoyando a mis hermanos en todo lo necesario.
Durante esos años, mi pareja y las experiencias de fe que leía en la revista Civilización Global eran mi único vínculo con la Soka Gakkai. Aún no había despertado en mí la conciencia del gran valor de las actividades de la organización ni había construido un vínculo con la comunidad de practicantes.
Fue más adelante, cuando finalizó aquella relación de pareja, cuando conocí a las jóvenes responsables del grupo de diálogo de mi zona y pudieron empezar a apoyarme. Recuerdo que el día que participé en mi primera reunión de diálogo sentí tal alegría que ya no quise perderme ninguna. Así, comencé a asistir asiduamente y no falté durante un año entero.
Recuerdo que el día que participé en mi primera reunión de diálogo sentí tal alegría que ya no quise perderme ninguna. Así, comencé a asistir asiduamente.
Gracias a ello, pude conocer de verdad la Soka Gakkai y construir mi propia relación con mi maestro Daisaku Ikeda. El 4 de mayo de 2014 recibí el Gohonzon y ahí se despertó en mí el deseo de compartir la Ley Mística con otras personas. La primera fue Sara, mi pareja actual, quien un año y medio después decidió ingresar como miembro de la SGEs.
Durante aquel periodo me desafié más que nunca en compartir con mi familia todo lo que aprendía en las reuniones de diálogo, de la forma más natural posible. Mis palabras fueron calando poco a poco en sus vidas y finalmente, Joximar también decidió recibir el Gohonzon junto con quien era su pareja en ese momento. Ambos comenzaron a participar activamente en las reuniones de diálogo y a abrir su casa para los encuentros del Departamento de Jóvenes.
Mi hermano pudo ver enseguida los beneficios de la práctica en su vida; retomó sus estudios y comenzó a tomar decisiones muy positivas, como dejar de fumar. Sin embargo, un tiempo después surgieron varias dificultades, como problemas económicos y una fuerte presión en su entorno laboral, y entonces afloró también la enfermedad: cayó en una fuerte depresión que le arrebató las ganas de vivir.
Fue un período muy sombrío para toda la familia. Aunque era él quien sufría la enfermedad de primera mano, todos los familiares debimos afrontar en unión esa situación. Por suerte yo me encontraba trabajando como autónoma, así que establecimos guardias en casa para cuidarlo, y junto con su pareja sostuvimos la práctica con firmeza, redoblando el daimoku.
A raíz de esa situación, mi madre se sumó a la oración, y desde entonces ha hecho de esta práctica su fortaleza. Con sabiduría, pudimos encontrar juntas el tratamiento adecuado para Joximar en ese momento, para el cual viajó a Colombia, y poco a poco empezó a salir de ese estado de oscuridad. Entonces, justo cuando iba a viajar de regreso a España, llegó la pandemia.
Joximar se quedó a vivir con mi otro hermano. Dado que era un momento clave para su recuperación, establecimos videollamadas familiares para seguir atentos, y las seguimos manteniendo aún hoy. Mi padre, con quien durante mucho tiempo la relación había sido más bien distante, también prestó ayuda económica y colaboró con su presencia en el cuidado de mi hermano. Gracias a ello, pude recuperar la relación con él. Además, en ese período en Colombia, mi hermano llegó a obtener un diagnóstico más exacto y pudo ser acompañado de una forma mucho más adecuada.
En enero de 2023 la enfermedad volvió de nuevo a mi entorno más cercano, esta vez afectando a mi pareja, a quien le diagnosticaron un cáncer. De pronto, toda la situación vivida con mi hermano se reveló como un gran entrenamiento para mantener una postura firme en esta segunda embestida de la enfermedad. Recordé la postura de Nichiren cuando en el Gosho dice: «Si […] usted tuviese que caer en el infierno y Shakyamuni me estuviera instando a lograr la Budeidad, aun así yo me negaría. Preferiría, en cambio, ir al infierno con usted. Pues si los dos cayéramos juntos, encontraríamos al buda Shakyamuni y al Sutra del loto en ese lugar».[3] Sin albergar ninguna duda, decidí acompañarla de cerca en todo lo que fuera necesario y ser un sólido pilar para ella.
Frente a la enfermedad, mi pareja, que llevaba un tiempo alejada de las actividades, retomó la práctica. Empezamos una lucha compartida basada en el daimoku, el estudio y el shakubuku. Fruto de esta actitud, tres amistades han recibido el Gohonzon. Y hoy Sara está recuperada.
A pesar de todas las dificultades vividas en estos años, puedo decir que siempre he mantenido mi lucha frente al Gohonzon y he podido observar los beneficios de sostener la fe. Hoy, mi madre y mi hermano se basan en el daimoku para transformar sus circunstancias y alientan a otras personas a hacerlo también.
A pesar de todas las dificultades vividas en estos años, puedo decir que siempre he mantenido mi lucha frente al Gohonzon y he podido observar los beneficios de sostener la fe.
Joximar, que ya goza de mejor salud, a inicios del verano se trasladó a vivir con su pareja a Nueva York. Nada más llegar se puso en contacto con la Soka Gakkai. Y el 26 de julio se casó. La distancia no fue un impedimento para compartir ese momento tan importante con gran alegría. En esta nueva etapa para nuestra familia, mi madre ha decidido recibir el Gohonzon.
Otro gran beneficio ha llegado recientemente en el terreno profesional. Después de pasar por muchos trabajos que no eran lo que quería para mí, gracias a la capacitación adquirida durante las actividades de la SGEs, he transformado también mi situación laboral. Desde hace varios meses, gozo de una posición como diseñadora gráfica de una importante empresa japonesa, cobrando un sueldo digno y disfrutando de mayor estabilidad económica.
Habiéndome sentido pequeña y arrinconada por las circunstancias en varios momentos a lo largo de estos años, atesoro infinitamente unas palabras que Ikeda Sensei dedicó a sus amigos de España a inicios del año pasado:
La luz no teme a la oscuridad. La persona que alberga luz en el corazón no teme a nada.
La luz es valentía, es verdad, es justicia, es amor compasivo y es alegría. […]
Dentro de tu vida está la luz, está el sol; sin falta podrás brillar. Aunque tengas sufrimientos, no debes agachar la cabeza. Así como el sol se eleva, ¡levanta la cabeza y saca pecho! Así como el sol avanza, ¡sigue adelante hoy también, con perseverancia![4]
A través de todo lo vivido, he tomado más conciencia del sentido profundo de nuestras actividades. He comprendido mucho más el corazón de Ikeda Sensei y su deseo de que todas las personas, sin excepción, podamos superar cualquier dificultad en la vida a través de entonar Nam-myoho-renge-kyo.
Habiéndome sentido pequeña y arrinconada por las circunstancias en varios momentos […] he comprendido mucho más el corazón de Ikeda Sensei y su deseo de que todas las personas, sin excepción, podamos superar cualquier dificultad.
Gracias por permitirme compartir mi experiencia, que espero que pueda ser de aliento, aunque sea a una sola persona.
[1] ↑ N. de E.: La primera de las «cinco guías eternas» de la Soka Gakkai, enunciadas por Josei Toda y ampliadas por Daisaku Ikeda, es «fe para una familia armoniosa».
[2] ↑ N. de E.: Nichiren Daishonin subrayó el valor de las evidencias empíricas al señalar: «A la hora de juzgar el mérito relativo de las doctrinas budistas, yo, Nichiren, creo que los mejores criterios son los de la razón y la prueba documental. Y que aún más valiosa que la razón y la prueba documental es la evidencia de los hechos reales» (Tres maestros del Tripitaka oran para que llueva, en END, pág. 629).
[3] ↑ Las tres clases de tesoros, en END, págs. 891-892.
[4] ↑ Véase la revista CG, n.º 218, junio de 2023, sección «40.º aniversario».