Kelvin Lam | Madrid
En los cuarenta años que llevo practicando el budismo de Nichiren Daishonin en la Soka Gakkai, he podido fortalecer mi fe día tras día, superar varios obstáculos con alegría y lograr muchas pruebas reales. Pero este año sin duda he enfrentado mi mayor desafío hasta ahora.
La salud siempre ha sido un talón de Aquiles en mi familia. Las enfermedades cardiovasculares y el cáncer han afectado a tantos familiares, durante varias generaciones, que pasar por ellas parece haberse convertido en una norma en sí misma. Por ello, siempre he sido muy consciente de la importancia de la salud, y trato de mantener un estilo de vida saludable.
Mi madre murió de cáncer de hígado hace doce años, y su muerte fue una llamada de atención especialmente poderosa sobre mi propia salud. Sentí cierto miedo.
Hace unos meses, un día descubrí algunos bultos en mi cuello. No eran dolorosos, pero para asegurarme de que no fueran peligrosos fui a urgencias. Al principio, los médicos no pudieron determinar qué eran, así que me ingresaron en el hospital durante una semana para hacerme más pruebas. Finalmente, llegaron los resultados y me diagnosticaron cáncer nasofaríngeo. Es una dolencia maligna, pero no incurable. El tratamiento consistiría en 6 ciclos de quimioterapia y 35 días de radioterapia, y el médico me aconsejó que empezara lo antes posible.
La salud siempre ha sido un talón de Aquiles en mi familia. […] Hace unos meses, un día descubrí algunos bultos en mi cuello. No eran dolorosos, pero para asegurarme de que no fueran peligrosos fui a urgencias.
Cuando mi familia y yo escuchamos la noticia quedamos bastante impactados. Me senté delante del Gohonzon para entonar daimoku, elevar mi estado de vida y no ser víctima del sufrimiento. Decidí no ser derrotado por las circunstancias, tener absoluta confianza en el tratamiento y en que los tumores serían eliminados por completo. También determiné que mi enfermedad no afectara negativamente a mi familia y no les causara más sufrimiento. Tenía ante mí una gran oportunidad de transformar el karma que ha afligido a mi familia durante generaciones.
Empecé el primer ciclo de quimioterapia en enero. Los efectos secundarios fueron tan fuertes que tuve que ser hospitalizado un par de veces para recuperarme. Durante ese tiempo, aproveché para leer y estudiar lo más posible los escritos de Nichiren Daishonin y La nueva revolución humana, y encontré un pasaje de aliento de Daisaku Ikeda que me inspiró mucho. Decía:
Nadie está libre de sufrimiento. Por muy espléndida que pueda parecer la vida de las personas afuera, todos tienen problemas y preocupaciones. Se pueden experimentar momentos apacibles de dicha durante algún tiempo, pero esto jamás durará eternamente. El sufrimiento es una parte inevitable de «estar vivo». La desdicha proviene de ser derrotado por el dolor, de perder toda esperanza y sucumbir a la desesperación. El único modo de evitarlo es forjar un espíritu resistente y amplio, que no pueda ser azotado por ningún vendaval. Cuanto más grandes sean nuestros problemas y dificultades, mayor será la felicidad cuando los superemos. De hecho, en el mismísimo proceso de desafiar la adversidad, nuestra vida pulsa con alegría y realización, y surge en nuestro interior un grandioso manantial de felicidad. El esfuerzo para transformarnos en personas fuertes, dinámicas y comprensivas se llama revolución humana.[1]
Grabé estas palabras en mi corazón, y fortalecí mi determinación de no ser derrotado, de transformar el karma en misión. Me di cuenta de que mi batalla no era contra la enfermedad, sino sobre todo contra mi propia negatividad, el miedo, la duda y la incredulidad.
Decidí no ser derrotado por las circunstancias […]. Tenía ante mí una gran oportunidad de transformar el karma que había afligido a mi familia durante generaciones. Empecé el primer ciclo de quimioterapia.
Para los siguientes ciclos de tratamiento, los médicos redujeron las dosis para que mi cuerpo pudiera afrontarlas sin efectos secundarios graves. En esa época mi vida cambió enormemente. Estuve de baja médica en el trabajo, recibiendo una ayuda económica de la Seguridad Social; esto fue un gran alivio, ya que era una de las cosas que más me preocupaba al principio. Perdí el apetito y bastante peso, se me cayó el pelo y me sentía cansado todo el tiempo. La vida se ralentizó significativamente, y me costó mucho acostumbrarme: de repente tenía todo el tiempo del mundo, pero no tenía ganas de hacer nada. Mi estado de ánimo subía y bajaba con bastante frecuencia.
A veces entonaba daimoku en voz baja en la cama, leía una cita del Gosho y un párrafo de aliento de Ikeda Sensei, y era más que suficiente. Traté de participar en las actividades de la Soka Gakkai tanto como pude, conectándome en línea. Durante ese tiempo, recibí mucho ánimo por parte de compañeros de la Soka Gakkai, que me visitaban en casa constantemente para apoyarme. Esto me permitió sostenerme en ese difícil período y no caer en una espiral de negatividad.
También mis hijos y mi mujer fueron muy pacientes conmigo y me apoyaron mucho. Mi mujer, en particular, estuvo las 24 horas cuidándome y gestionando todas las tareas domésticas, y los niños fueron increíblemente responsables ayudándome. Fue un gran beneficio.
La celebración de la Asamblea de Alegría Soka en junio llegó un momento perfecto para mí, ya que mi tratamiento terminó a finales de mayo. Entoné mucho daimoku para poder asistir sin ninguna dificultad física, ya que sería la primera actividad presencial de la SGEs en la que participaría este año. Junto a mis compañeros de la zona,[2] estuve muy activo en la planificación de la asamblea para que fuera un gran éxito: quería inspirar a todos a comenzar de nuevo en su fe a partir de este encuentro.
Me determiné a invitar a diez familiares y amigos, y vinieron once. Mi mujer y mis hijos estaban allí, y algunos de los amigos que invité, que participaban por primera vez en una actividad Soka, quedaron impresionados e inspirados por el alegre ambiente de la asamblea. Fue realmente un gran éxito.
Estoy muy feliz de haber completado todo el tratamiento. Ahora es el momento de descansar y recuperarme. Por el resultado de un escáner que me hicieron en abril, la quimioterapia ha sido muy eficaz: los tumores se han reducido enormemente y ya no se notan en el cuello.
Dado que el tipo de cáncer que he tenido es muy raro en España y en Europa, accedí a que los médicos estudiaran mi caso para que se pueda seguir investigando sobre el mismo. Próximamente tendré otro escáner y una visita de control para ver los resultados finales. Estoy determinado a obtener una victoria absoluta.
Ahora, más que nunca, determino seguir forjando mi relación personal con Ikeda Sensei, ya que esta experiencia me ha acercado a lo que significa tener un maestro en la vida. Viviré con plenitud y alegría e inspiraré a otras personas a hacer lo mismo.
Esta experiencia me ha acercado a lo que significa tener un maestro en la vida. Viviré con plenitud y alegría e inspiraré a otras personas a hacer lo mismo.
Para concluir, me gustaría citar un pasaje de una carta que Nichiren Daishonin escribió a una discípula:
Una sola vida vale más que este gran sistema sideral. Usted todavía tiene muchos años por delante y, además, ha podido conocer el Sutra del loto. Si vive incluso un día más, podrá acumular muchísimos más beneficios. ¡Qué valiosa es, realmente, su vida![3]
[1] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana. Volúmenes 17 y 18, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2020, pág. 367.
[2] ↑ Kelvin es responsable del Departamento de Hombres en la zona Madrid Histórico.
[3] ↑ Sobre la prolongación de la vida, en END, pág. 1000.