Determinada a vencer en cualquier circunstancia


Marisa Bordón Ojeda | Madrid


Marisa Bordón

Hace trece años que empecé a practicar el budismo de Nichiren Daishonin y, desde entonces, no he dejado de agradecer la buena fortuna de haberlo encontrado.

Fue una de mis mejores amigas de la infancia quien me habló de la práctica budista durante un viaje a Buenos Aires en 2011. En aquel momento yo estaba realizando mi tesis doctoral y no me sentía capaz de terminarla. En realidad, no había escrito ni una palabra. Esto me llenaba de angustia. Acepté la invitación a participar en una primera reunión de diálogo de la Soka Gakkai allá en Buenos Aires y, pese a que no comencé a practicar enseguida, me gustó una idea que me transmitieron: «Podés ser feliz en cualquier circunstancia».

Mi amiga me había recomendado que, además de entonar daimoku por la mañana y por la tarde, participara siempre en la reunión de diálogo. Así que, un año más tarde, me puse en contacto con la Soka Gakkai de España, país al que me había mudado desde Argentina en 2001. Aunque no comprendía la importancia de esos encuentros, a los que asistía casi sin intervenir, y aunque a veces ni siquiera sentía que me alentaran, le hice caso y no falté a ninguno. Así obtuve mi primer beneficio: dejé de sentirme desdichada. En 2013, recibí el Gohonzon.

[La amiga que me habló del budismo] me había recomendado que, además de entonar daimoku por la mañana y por la tarde, participara siempre en la reunión de diálogo. […] Aunque no comprendía la importancia de estos encuentros, […] le hice caso y no falté a ninguno. Así obtuve mi primer beneficio: dejé de sentirme desdichada.

En 2014 me incorporé al grupo Azahar,[1] una actividad que fue crucial para mí. Además, cada viernes hacía daimoku y estudiaba con las compañeras del Departamento de Mujeres Jóvenes de la SGEs en mi distrito, en el sur de Madrid.

En esa época, tanto David, mi pareja, como yo seguíamos trabajando en nuestras tesis doctorales y atravesábamos mucha precariedad económica. Por este motivo, en 2015 decidimos mudarnos a Ascó, Tarragona, donde vive la familia de David.

Allí, mi forma de estar activa en la Soka Gakkai cambió mucho: tardaba dos horas en llegar a mi reunión de diálogo y no podía hacer actividad de Azahar en el centro cultural, ya que el que había en Barcelona estaba a más de tres horas de viaje. Sentía que no estaba avanzando en la vida y caí en la queja. Pero, rápidamente, las compañeras del Departamento de Mujeres me orientaron en la fe y comprendí que, aunque habían cambiado las circunstancias, podía esforzarme igualmente y darlo todo en el lugar en el que me encontraba en ese momento.

Con esta nueva determinación, comencé a involucrarme seriamente en las reuniones de diálogo. Atesoro en mi corazón la Alianza Brillante[2] que creamos en mi grupo y también el esfuerzo de las responsables del Departamento de Mujeres Jóvenes que viajaban durante horas para visitarme. Sus esfuerzos me inspiraron profundamente.

En 2016 llegó el momento de defender mi tesis en Economía. Lo hice enfrentando diversos obstáculos, como quedarme muda el mismo día de la defensa. Pero salí victoriosa y obtuve el cum laude. Entre tanto, regresamos a Madrid.

Entonces se abrió un nuevo escenario de desafío: conseguir una plaza de profesora en la universidad. Me presenté a muchísimas ofertas en toda la península y siempre me rechazaban. Finalmente, después de orar mucho y ocupar otros puestos de trabajo, logré concretar una plaza de sustitución en Málaga. A partir de ese momento, combinando esa plaza con otros empleos académicos precarios, he mantenido cierta estabilidad económica.

Si bien David siempre había apoyado mi práctica budista, a medida que fui profundizando en la fe surgió en mí el deseo de que él también pudiera tener en su vida esta maravillosa herramienta para ser feliz y superar todos sus sufrimientos. Oré mucho con ese objetivo y, como «ninguna oración queda sin respuesta»,[3] en febrero de 2019 David comenzó a entonar daimoku. En su primera reunión de diálogo contó que se había sentido inspirado por cómo yo había cambiado mi forma de enfrentar la vida.

En su primera reunión de diálogo [mi pareja, David,] contó que se había sentido inspirado por cómo yo había cambiado mi forma de enfrentar la vida [a raíz de mi práctica budista].

En la pandemia pasé momentos muy duros. Tuve un aborto espontáneo y, por otro lado, volvimos a tener problemas para llegar a fin de mes. Además, mi madre enfermó de cáncer. Aunque nuestra relación era difícil, pude cuidar de ella. Esto fue una gran victoria para mí.

Después del aborto, intenté volver a quedarme embarazada, sin éxito. La idea de someterme a un tratamiento de fertilidad me generaba mucho rechazo, pero finalmente decidí intentarlo, y la primera vez no funcionó. Aunque en un primer momento me desalenté, al día siguiente tuve la convicción absoluta de que triunfaría: basada en el daimoku, pensé que, aunque no pudiera ser madre, mi experiencia serviría para alentar a otras mujeres.

El segundo intento fue exitoso y el 2 de febrero de 2024, tras enfrentar diversos problemas que se presentaron en el parto, nació Irupé y nos llenó de alegría. Es una niña muy despierta y sonriente que nos sorprende a diario y nos colma de amor.

Además de concretar el gran objetivo de ser madre, conseguí algo muy importante: no sufrir en todo el proceso y alentar a una persona que estaba atravesando la misma situación.

En familia: con David e Irupé

Además de concretar el gran objetivo de ser madre, conseguí algo muy importante: no sufrir en todo el proceso y alentar a una persona que estaba atravesando la misma situación.

Aunque combinar varias plazas precarias en la universidad implica tener que trabajar de lunes a lunes, en estos años nunca he abandonado las actividades por el kosen-rufu. Además de involucrarme preparando las reuniones y asistiendo a los encuentros de diálogo y de estudio, comencé a participar en las actividades de Bienvenida y Raíces.[4] Alguna vez fui al Centro Cultural Soka pensando: «Estás fatal, ¿cómo vas a dedicarte a dar la bienvenida con todo lo que tenés que hacer?». Pero pude comprobar que gracias a esas actividades mi capacidad se ampliaba, y que influían positivamente en mi estado de vida. Un par de meses antes de que naciera Irupé asumí responsabilidad en mi distrito, y mis primeras actividades después del parto fueron las asambleas «El despertar del discípulo», en conmemoración del 16 de marzo. ¡Pude llegar a todas!

Alguna vez fui al Centro Cultural Soka pensando: “Estás fatal, ¿cómo vas a dedicarte a dar la bienvenida [a los visitantes] con todo lo que tenés que hacer?”. Pero pude comprobar que gracias a esas actividades mi capacidad se ampliaba, y que influían positivamente en mi estado de vida.

En septiembre pasado concreté por fin una plaza de ayudante doctor en la Universidad Complutense de Madrid, pero otra persona que se había postulado recurrió la decisión. Al mismo tiempo, David y yo nos quedamos sin uno de los contratos de profesor asociado que teníamos y, con nuestros ingresos mensuales reducidos a la mitad, una vez más volvimos a enfrentar problemas para llegar a fin de mes.

En los últimos meses me había sentido abrumada por las dificultades para conciliar la vida familiar con la vuelta al trabajo tras la baja de maternidad, y además había comenzado a sufrir algunos problemas de salud: siempre estaba cansada, preocupada y dormía mal. Tenía un estado vital bajo, me costaba mucho orar por las mañanas y por las tardes y también llegar a las actividades de la SGEs con alegría. Me preguntaba cómo iba a salir de esa situación.

Entonces, una compañera de fe me recordó que lo más importante es mi actitud y, una vez más, renové mi juramento frente al Gohonzon. Determiné vencer: si no obtenía la plaza que había ganado, conseguiría otra, y resolvería las dificultades económicas de alguna forma. Mi victoria tenía que ser una prueba real que alentara a otras personas y me permitiera difundir la filosofía del budismo en mi entorno.

Al recordar mi juramento, pude trascender mi pequeño yo[5] y darle sentido a mi lucha personal. Así, después de seis años de trabajos académicos precarios, en enero de este año por fin logré el objetivo por el cual había orado durante mucho tiempo: el proceso se resolvió favorablemente y concreté mi plaza de ayudante doctor, el primer paso para estabilizarme en la universidad pública. De hecho, también fui seleccionada en otra institución, pero decidí quedarme con la primera.

Marisa, dando clase en la universidad

Dejé todos mis subempleos y, aunque continúo enfrentando el reto de encontrar tiempo para preparar las clases, estoy determinada a seguir transformando mi condición de vida. Al dar clase, muchas veces he experimentado dificultades por la falta de autoestima, pero he podido ir transformando esta tendencia gracias a la orientación de mi maestro, Daisaku Ikeda, y aplicar las ideas de la educación para la creación de valor.[6] Es una lucha diaria, pero durante estos años he sostenido frente al Gohonzon la determinación de esforzarme al máximo, sin depender del reconocimiento de mis alumnos y alumnas, con la convicción de que son personas que en el futuro harán grandes aportaciones a la sociedad y de que mis clases contribuyen, de alguna forma, a este propósito.

Durante estos años he sostenido frente al Gohonzon la determinación de esforzarme al máximo […] con la convicción de que [mis alumnos y alumnas] son personas que en el futuro harán grandes aportaciones a la sociedad y de que mis clases contribuyen, de alguna forma, a este propósito.

Recientemente, he enfrentado un nuevo desafío. David presentó su candidatura a una plaza en una universidad de Ecuador bastante prestigiosa en su campo y ha sido escogido. Pese a ser un contrato laboral de un año y tener una niña pequeña, decidimos aceptar la propuesta y nos determinamos a orar para resolver los problemas derivados de estar separados tanto tiempo. Apenas unas semanas después de tomar esta decisión, conseguí que me autorizaran una estancia de investigación hasta enero en la misma universidad que él. Esto reducirá bastante el tiempo que pasaremos separados y, además, me permitirá conseguir los méritos que necesito para conservar mi permanencia en la universidad. Ha sido una gran victoria familiar.

Para finalizar, quisiera compartir un fragmento de La nueva revolución humana:

Entonar Nam-myoho-renge-kyo, esforzarnos en la práctica budista para uno y para los demás, y dedicar nuestra vida al kosen-rufu nos permite activar la enérgica vitalidad de los Bodisatvas de la Tierra y el estado de vida monumental de la budeidad que hay en nuestro interior. Así respondemos a cada obstáculo y adversidad, haciendo valer nuestra sabiduría, fortaleza, valentía, esperanza y alegría de vivir. En esa forma de afrontar valerosamente los embates del karma, mostramos la validez del budismo Nichiren y los tremendos beneficios de nuestra práctica budista, y al mismo tiempo impulsamos el avance del kosen–rufu.[7]

¡Muchas gracias!


[1]Azahar es un grupo de capacitación de la SGEs formado por integrantes del Departamento de Mujeres Jóvenes que, con base en la fe budista y el vínculo con el maestro, realizan en coordinación con otros grupos diversas labores dirigidas a que los miembros, simpatizantes e invitados de la entidad puedan disfrutar de las actividades sin preocupaciones.

[2]En la SGEs, la Alianza Brillante es el movimiento de unión entre las miembros de los departamentos de Mujeres y de Mujeres Jóvenes. Al respecto, véase p. ej. la revista CG, n.º 230, junio 2024, sección «Mi historia».

[3]Véase IKEDA, Daisaku: La sabiduría para ser feliz y crear la paz. Parte I, Ediciones Civilización Global: Rivas-Vaciamadrid, 2021, pág. 107.

[4] ↑ Bienvenida es el nombre de un grupo de capacitación de la SGEs que recibir y atiende a las personas que visitan los centros culturales u otros lugares de celebración de actividades o tránsito hacia ellos. El grupo Raíces se dedica al cuidado y mantenimiento del Jardín de la Paz, en torno al Centro Cultural Soka en Rivas-Vaciamadrid.

[5]La expresión «pequeño yo» alude a una condición en la que el sujeto padece las restricciones del egoísmo, en contraste con el «gran yo», en armonía con la vida universal, que se cultiva mediante la práctica budista.

[6]Puede leerse sobre este tema, p. ej., en TANAKA, Ryohei: «La educación creadora de valor y Daisaku Ikeda, fundador de la Universidad Soka», Cuadernos del Instituto Ikeda, n.º 1.

[7]IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, volumen 30, parte II, Ediciones Civilización Global: Rivas-Vaciamadrid, 2021, pág. 294.

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