Por Minoru Harada · Para el número de octubre de 2024 de Daibyakurenge
Ikeda Sensei inició su primera gira por el kosen-rufu fuera de Japón el 2 de octubre de 1960. Un mes antes, había visitado la localidad natal de su maestro Josei Toda, en Hokkaido, para informarle en su fuero interno del viaje que se disponía a emprender. También fue un 2 de octubre cuando, cuatro años después, se embarcó en otra gira por la paz a través de diez países y, de nuevo, visitó Hokkaido para brindar orientación a los miembros locales justo antes de su partida. El segundo día de cada mes representaba una oportunidad para conmemorar la muerte de su maestro (acaecida el 2 de abril de 1958).
El kosen-rufu mundial era el deseo más ferviente del maestro y el discípulo, y también es nuestra misión. En un esfuerzo histórico, Sensei visitó 54 países y territorios; en todos y cada uno de esos viajes se embarcó con una determinación increíble. Es algo que presencié de primera mano en las numerosas ocasiones en las que lo acompañé.
En 1972, Ikeda Sensei visitó el Reino Unido para encontrarse con el profesor Arnold J. Toynbee, un eminente historiador británico, con quien mantuvo un prolongado diálogo. Durante su estancia allí, sin dar la menor señal de fatiga, estuvo pendiente de los miembros constantemente. Se ocupó de que no faltaran refrigerios para el equipo de traductores, que se quedaba trabajando hasta tarde; escribió mensajes y dedicatorias de aliento en portadillas de libros –tales como «Estoy orando por su gloria y por su buena fortuna»– para obsequiárselos a quienes trabajaban entre bastidores. Asimismo, recibió en el hotel donde se hospedaba a diversos miembros del Departamento de Jóvenes para sentarse a conversar.
Nunca dirigió a las personas a su alrededor mediante órdenes. Por el contrario, se acercaba a cada una para comunicarse de vida a vida. Con esa dedicación, forjó muchos valores humanos en bien del kosen-rufu en Europa.
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Ikeda Sensei siempre estaba pendiente de las personas que sufrían y necesitaban aliento; pensaba seriamente qué podía hacer para ayudar a los demás. Por eso siempre iba, en primer lugar, al sitio más difícil o a la persona que más estaba padeciendo.
Por ejemplo, durante el tifón Vera –que azotó la bahía de Ise en 1959, hace 65 años– Sensei viajó de inmediato, como administrador general de la Soka Gakkai, a las prefecturas de Aichi y Mie, en la región de Chubu, y allí alentó a los miembros afectados por el tifón citando los escritos de Nichiren Daishonin, incluyendo el esperanzador mensaje de que «el invierno siempre se convierte en primavera».[1] Inspirados por su ejemplo y sus sinceras palabras, los compañeros de la región se levantaron de nuevo como un ave fénix.
En una ocasión, Sensei definió la esencia de la práctica de alentar: «Es hablar con genuina preocupación e interés a la persona que sufre frente a nosotros. […] Es escuchar sus problemas y luchas, sentir como propios su dolor y su tristeza, y orar y regocijarnos juntos. La naturaleza incondicional e inclusiva de estas acciones humanísticas, basadas en el espíritu de atesorar a cada persona, es una de las razones por las cuales la Soka Gakkai ha podido propagarse en todo el mundo».
Nichiren Daishonin cita un antiguo proverbio que dice: «[E]l uno es madre de diez mil».[2] Cuando una persona se pone de pie puede cambiar el mundo entero. Este es el momento de alentar a esa persona. Continuemos los grandes esfuerzos de Ikeda Sensei: acerquémonos a los demás y entablemos un diálogo que infunda esperanza a quienes forman parte de nuestras vidas y nuestras comunidades.
(Traducción del artículo publicado en la edición de octubre de 2024 de Daibyakurenge, revista mensual de estudio de la Soka Gakkai).
[1] El invierno siempre se convierte en primavera, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2020, pág. 560.
[2] Conversación entre un venerable y un hombre no iluminado, en END, pág. 136.