El camino más directo hacia la paz duradera


Entre el 14 y el 28 de octubre de 1962, en plena Guerra Fría, se produjo una crisis que llevó al mundo a contener la respiración ante la posibilidad de que se desencadenara, de un momento a otro, una guerra nuclear. Tras trece días de máxima tensión entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, finalmente se pudo evitar lo peor, pero se hizo patente que el clima de desconfianza mutua y la carrera armamentista podían llevar a la humanidad a un holocausto que, de hecho, supondría su desaparición. Este episodio histórico, la crisis de los misiles de Cuba, lo interpreta a la luz del budismo Daisaku Ikeda en el capítulo «La flor de la cultura» de La nueva revolución humana. En un momento de creciente tensión internacional como el actual, su lectura nos permite profundizar nuestra comprensión del vínculo entre la enseñanza de Nichiren Daishonin, la práctica contemporánea de sus valores humanistas, y la paz.

En aparente contraste con el ambiente generado por la crisis de los misiles de Cuba, para la Soka Gakkai 1962 fue un año de avance especialmente dinámico en el ámbito de la cultura. Entre otros acontecimientos, se había retomado la celebración de festivales culturales del Departamento de Jóvenes, tras dos años; se estableció el Instituto de Estudios Orientales (hoy Instituto de Filosofía Oriental); y se crearon el Departamento de Artistas y el Departamento de Académicos.

Lejos de toda veleidad, Daisaku Ikeda había impulsado estas actividades a raíz de su rotunda convicción de que «la esencia de la guerra es la violencia y la barbarie; la cultura y la civilización son sus opuestos».[1] Sin perder de vista el contexto de tensión entre las grandes potencias geopolíticas, quería que el potencial humano floreciera a través del arte.

En uno de los festivales juveniles celebrados aquel año habló de la abolición de las armas nucleares:

Estoy convencido de que el modo de librar a nuestro mundo de esas temibles armas es hacer conocer los ideales y los principios del budismo Nichiren. […] Lo que se necesita es un movimiento que trascienda la ideología y la política […]. De modo que, aunque propagar las enseñanzas del humanismo mediante el diálogo personal pueda parecer una ruta sinuosa, compartir la filosofía del budismo es, de hecho, la acción más significativa que podemos emprender para la abolición de las armas nucleares.[2]

Para seguir profundizando en el nexo entre el budismo y el logro de la paz, reproducimos a continuación algunos fragmentos del primer capítulo del volumen 7 de La nueva revolución humana: «La flor de la cultura».

TODO COMIENZA POR LA ORACIÓN

«Durante la crisis de los misiles cubanos, Shin’ichi Yamamoto prestó cuidadosa atención a cada nuevo informe que se brindaba por radio o televisión y a los comentarios periodísticos. También recitaba daimoku fervorosamente, con la intensa y profunda convicción de que la guerra debía evitarse a cualquier precio. El Gosho dice: «[Hacemos…] que nuestro cuerpo y nuestra mente, a cada instante, impregnen todo el mundo de los fenómenos».[3] Una oración fuerte, una decisión inamovible, llegan a los más lejanos confines del orbe. Por eso, Shin’ichi oraba con todo su ser por la solución de la crisis que enfrentaba el mundo. Oraba como para envolver al planeta con su daimoku.

La labor budista por la paz comienza con una oración poderosa. De ella surge la determinación; esta, a su vez, da lugar a la sabiduría y se expresa en una acción valiente, comprometida».[4]

En plena crisis de los misiles de Cuba, Shin’ichi Yamamoto brinda orientación a responsables de la Soka Gakkai para que puedan, ellos mismos, transmitir esperanza y convicción a los miembros de la organización | Ilustración: Cortesía de Seikyo Shimbun

CONSTRUIR BALUARTES DE LA PAZ EN EL CORAZÓN DE CADA PERSONA

«[–¿C]ómo podemos eliminar toda posibilidad de una contienda nuclear? El budismo posee una solución genuina.

“Nos enseña que todos los seres vivientes son budas. Revela que todas las personas poseen la naturaleza de buda y están inherentemente dotadas de la energía vital que emana de ella. La filosofía budista es un magnífico sistema de pensamiento que brinda una base firme para el respeto por la dignidad y la santidad de la vida humana. Cuando esta enseñanza se difunda alrededor del mundo, seguramente actuará como una poderosa fuerza capaz de evitar el estallido de la guerra.

“Además, quienes se esfuercen en la fe y en la práctica harán surgir de su interior el decidido caudal de la budeidad. Con él, podrán dominar los impulsos negativos de destrucción y de masacre que puedan existir en sus corazones. El desastre de la guerra nuclear surge, esencialmente, de la oscuridad fundamental, la ilusión básica inherente a la vida. En ella nacen muchos estados negativos y malignos de la mente: la desconfianza, el odio, los celos, el deseo de dominar a otros y el impulso de matar.

“Nam-myoho-renge-kyo arranca de raíz esa oscuridad fundamental y permite que la luz de la verdadera sabiduría –la iluminación fundamental o naturaleza de buda inherente– alumbre nuestra existencia y transforme el odio en misericordia, la destrucción en creación y la desconfianza en confianza. También podemos llamar a esto revolución humana. […]

La meta del kosen-rufu puede parecer distante; y el camino, increíblemente largo. Sin embargo, de hecho, es la ruta más directa hacia el establecimiento de una paz duradera.

–El preámbulo de la constitución de la UNESCO se inicia con la famosa declaración: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Esta es una observación extremadamente importante. Pero ¿cómo construir bastiones de paz duraderos?

“El budismo hace posible esa realización, y esto es lo que la Soka Gakkai ha venido haciendo. Al compartir con otras personas la gran filosofía budista, mediante el diálogo individual, ¿no estamos construyendo fuertes e inexpugnables defensas de la paz en el corazón de cada individuo? La meta del kosen-rufu puede parecer distante; y el camino, increíblemente largo. Sin embargo, de hecho, es la ruta más directa hacia el establecimiento de una paz duradera».[5]


[1] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana. Volúmenes 7 y 8, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2013, pág. 27.

[2] ↑ Ib., pág. 22.

[3] ↑ El que así llega, en END, pág. 386.

[4] ↑ IKEDA, op. cit., pág. 45.

[5] ↑ Ib., págs. 46 y 47.

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