Por Daisaku Ikeda
En 1976, la Soka Gakkai designó el 2 de octubre como Día de la Paz Mundial.
Aquel año establecimos varias fechas conmemorativas para subrayar hitos importantes del desarrollo de nuestro movimiento y transmitir así nuestra historia y tradiciones a las futuras generaciones. Otras fechas conmemorativas designados aquel año fueron el 20 de abril, aniversario del lanzamiento del Seikyo Shimbun; el 3 de mayo, Día de la Soka Gakkai, fecha en que Josei Toda y yo asumimos nuestro cargo como presidentes de la Soka Gakkai; el 18 de noviembre, aniversario de la fundación de la Soka Gakkai; y el mencionado 2 de octubre, Día de la Paz Mundial, momento en que inicié mi primer viaje fuera de Japón en el año 1960.
El año previo, 1975, en la isla de Guam se había fundado la Soka Gakkai Internacional, un acto en perfecta sincronía con el comienzo de la difusión por el mundo de nuestro movimiento, basado en el budismo, por la paz, la cultura y la educación.
Reconocer el momento correcto y comprender el corazón de las personas son factores necesarios en cualquier líder. Para asegurar el desarrollo de un movimiento de largo recorrido, es importante actuar dinámicamente. El principal desafío de los líderes es entender las necesidades de las personas y del momento para dotar a su movimiento de un vibrante impulso hacia delante.
Se da la circunstancia de que me encontraba en Kansai [el 2 de octubre de 1976], y participé en una reunión para celebrar el momento. En ella compartí con los asistentes mis pensamientos íntimos y la experiencia de mi primer viaje a ultramar.
Comencé enfatizando que todas mis acciones estaban enteramente basadas en la guía crucial de mi maestro, Josei Toda. Durante mis viajes tuve siempre presentes en mi mente sus palabras, y su firme pero afectuoso mensaje antes de fallecer, con el que expresaba sin reparos su preocupación por mi salud, así como su sentido deseo: «Daisaku, aprovecha tu vida. Vive muchos años. Y viaja por el mundo».
Como si pudiera vislumbrar el sólido futuro de la difusión de nuestro budismo, a menudo me decía: «Daisaku, el mundo es tu escenario». Y fue con mi corazón impregnado de este aliento como me lancé a mis viajes alrededor del mundo.
LAS RELACIONES HUMANAS SON LA TIERRA
El segundo aspecto que quise recalcar en aquella reunión en Kansai fue que todas mis acciones venían motivadas por el compromiso de servicio a nuestros miembros, y que estaba determinado a no escatimar esfuerzos a la hora de crear un vínculo fuerte con cada persona con la que me encontrara, por fugaz que fuera el encuentro. Estas relaciones humanas, estos encuentros de persona a persona, son la tierra en la que florecerán todas nuestras actividades alrededor del mundo. Por encima de todo, y en todo momento, la Soka Gakkai siempre ha valorado a cada individuo. Eso es lo que nos ha convertido en lo que hoy somos.
Mi primer viaje internacional tuvo una agenda agotadora, con la que visité nueve ciudades en tres países distintos a lo largo de veinticuatro días, en los que pude reunirme con incontables personas, tal como referí en detalle en mi novela La nueva revolución humana.
El Dr. N. Radhakrishnan, director del Centro en Memoria de Gandhi de la India, describió como sigue su reacción a la novela:
La gran travesía con la que el joven dio comienzo en 1960 a la difusión del budismo en diferentes territorios del mundo es un hito en la historia del mundo moderno. […] Muchos episodios muestran a [Shin’ichi] Yamamoto mostrando excelentes virtudes como líder, humanista y empático oyente, gran organizador, profesor diligente, padre cariñoso y persona para la que cualquier tipo de discriminación es una negación de la vida humana. […] Destaca su preocupación por los seres humanos corrientes, su abierta disponibilidad para escuchar problemas de hombres y mujeres, su profundo conocimiento de los asuntos humanos, su infinita paciencia para atender a los otros, así como una poco frecuente habilidad para hacer sugerencias de índole práctica […].
Aunque algo abrumado por tantas alabanzas, cierto es que, como observa el Dr. Radhakrishnan, aquel primer viaje por el mundo más allá de las fronteras de Japón fue por encima de todo una conversación ininterrumpida con las personas con quienes me iba encontrando allí donde iba.
Mi mensaje final a los participantes en la reunión de Kansai fue: «Mi deseo es que todos los miembros de la Soka Gakkai alrededor del mundo logren la felicidad, sin dejar a uno solo atrás. La mayoría de las personas con quienes me encontré en aquel primer viaje han prosperado en su lucha por la paz y la prosperidad de sus países. Nunca los olvidaré». De hecho, cuando cierro los ojos y reflexiono, puedo ver los rostros sonrientes de todos los amigos que hice durante aquel primer viaje a ultramar.
Desde aquella primera celebración del Día de la Paz Mundial, cuando cada año se acerca el 2 de octubre, los miembros de la Soka Gakkai no solo en Japón sino en todo el mundo hacen de esta conmemoración una oportunidad para confirmar que la paz es el propósito central de nuestro movimiento. Recordar este nuestro primer objetivo ofrece a los miembros la ocasión de perseverar en sus esfuerzos por alentar a sus amigos día tras día. En este sentido, hemos sido capaces de tejer gradualmente una red de personas de paz, formada por ciudadanos de todo el mundo.
LA ORACIÓN: EL MÁS NOBLE Y SUPREMO ACTO HUMANO
El Día de la Paz Mundial es nuestro día para orar por la paz. La gente en Japón suele tener una visión algo despectiva de la oración. Aunque habitualmente usamos expresiones que incluyen el término “oración” en nuestras conversaciones diarias, lo cierto es que profesamos cierto desdén por el acto de orar y lo hemos ido desterrando de nuestras vidas, en la convicción de que no tiene sentido para nosotros.
Pero la oración es un impulso humano perfectamente natural que emerge de nuestro interior; de hecho, el más noble y supremo acto del ser humano. La preocupación y la compasión por los demás son ejemplos de la forma natural de orar. La oración es la expresión de nuestros sentimientos más profundos, y gracias a la oración somos capaces de alumbrar, aun en medio de las turbulencias de la vida, nuestra intrínseca bondad.
La escasez de oración por los demás convierte nuestra sociedad en sombría y brutal. Una manera de ver nuestro movimiento es como un esfuerzo por recuperar la oración en nuestra vida cotidiana y convertirla así en una fuerza para la acción.
El significado del Día de la Paz Mundial debería ser la oportunidad para convertir nuestros deseos de paz, que a menudo caen fácilmente en la abstracción, en una realidad a través de nuestras oraciones y acciones concretas. Es para nosotros un día para preguntarnos qué pasos específicos podemos dar por la paz, mientras nos esforzamos a través de la oración en sostener la unión de las personas y hacer lo que esté en nuestra mano, por discreto que pueda parecer, a fin de pasar a la acción sobre las circunstancias inmediatas de nuestra vida cotidiana.
(Traducido desde el ensayo titulado «Recorriendo el gran camino», indirectamente a través del inglés).