Núria Morral · Manresa
Conocí la práctica budista en la Soka Gakkai a los 24 años, en un período de mi vida en el que nada me hacía feliz, no le encontraba sentido a nada y buscaba constantemente la felicidad fuera. Cuando empecé a entonar daimoku, ya desde la primera semana sentí una inmensa alegría que me hizo reconectar conmigo misma: era como si hubiera encontrado una brújula.
Hoy, 28 años después, reflexiono sobre todo lo que he transformado en mi vida y los beneficios recibidos… ¡Y son muchos!
El año pasado empecé a experimentar unos dolores abdominales que fueron aumentando. No tenía diagnóstico y, por la limitación en el acceso a pruebas médicas motivada por la pandemia, mi afección iba empeorando. En septiembre me dieron la baja médica, ya que el dolor no cesaba, y a finales de año por fin llegaron las pruebas: padecía una hernia supraumbilical encarcelada.
En medio de ese dolor, la clave para mantener la esperanza fue entonar daimoku, leer las orientaciones de Sensei, no dejar de participar en las actividades, y el apoyo incondicional de mis compañeros de fe. Es así que me desafié a ampliar mis diálogos y, junto a mis compañeras de distrito, determinamos llegar victoriosas al final del año. Este reto significó mucho para mí, me llenó de fuerza. Finalmente, el 23 de diciembre me operaron, cosa que parecía imposible: lo viví como una respuesta, un gran beneficio.
Este año, alentada por la campaña «El uno es madre de diez mil», de nuevo determiné seriamente abrir más mi corazón y retarme a salir cada semana en búsqueda de diálogo. Y ya he tenido frutos: me reencontré con una antigua alumna, Maria, que vive cerca de mi pueblo. El año pasado había participado en una reunión de diálogo telemática, pero tras la operación no habíamos vuelto a encontrarnos.
Estos encuentros literalmente me han dado la vida. Ya no tengo dolores, ¡podríamos decir que los he cambiado por diálogos!
Hace unas semanas pudimos vernos en persona y tuvimos una maravillosa conversación: hablamos de sus sueños y de su vida junto a su madre, Marta, a quien estaba ayudando económicamente. Percibí la preocupación por la situación de su mamá y la animé a invitarla a un encuentro para seguir dialogando sobre el budismo. ¡El resultado fue increíble, y la semana siguiente pudimos volver a dialogar! Incluso terminamos pronunciando «Nam-myoho-renge-kyo» juntas.
Me siento muy agradecida porque estos encuentros literalmente me han dado la vida. Ya no tengo dolores, ¡podríamos decir que los he cambiado por diálogos! Además, siento que a través de esta experiencia ahora puedo conectar mucho más con las personas que sufren por enfermedad o desesperación.
Junto a mis compañeras del Departamento de Mujeres, seguimos desafiándonos en el daimoku cada lunes para acabar con la pandemia y el sufrimiento que genera, y yo continúo enviando aliento a mis amigos. Como dice Sensei: «Hay personas que necesitan aliento en este instante. Quienes aprovechan el momento y crean el máximo valor construyen una nueva historia. Marquémonos metas concretas y oremos por ellas, por nuestro maestro, por los compañeros miembros y por el kosen-rufu».[1]
[1] ↑ IKEDA, Daisaku: «Tengamos metas concretas para cumplir con un noble», Seikyo Shimbun, 16/01/2022.