RICCARDO CONSOLI | LANZAROTE

Conocí Nam-myoho-renge-kyo en 2019 a través de un amigo y, sin comentárselo a nadie, interiormente empecé a practicarlo todos los días, trabajando, antes de acostarme o al despertarme.

Pasé muchos meses practicando sin que nadie de mi entorno lo supiera, hasta que un día, tras empezar a participar en reuniones de diálogo y pedir mi butsudan, le comenté a mi pareja que quería practicar abiertamente y que había tomado la decisión de ingresar como miembro de la Soka Gakkai. Finalmente, ingresé y recibí el Gohonzon en septiembre de 2022.

Aunque en casa empecé practicando yo solo, el pasado octubre se sentó a mi lado mi prometido, Jose, y lo único que me dijo fue que quería practicar conmigo. Más adelante, mi suegra, tras haber compartido la práctica con ella, también se sentó al lado nuestro y se puso hacer daimoku naturalmente y con un profundo agradecimiento.

Cuatro meses más tarde, el 21 de febrero, José ingresó como miembro de la SGEs. Además, mi madre, con quien también había compartido la práctica desde el momento en el que decidí recibir Gohonzon, se unió a mi daimoku y gongyo desde la distancia en Italia, y luego se le sumaron mi hermana, mi prima y otros familiares y amigos.

El resultado que está teniendo compartir la práctica con otras personas es maravilloso. Desde inicios de febrero, mi madre tiene su juzu y su liturgia, participa en las reuniones y está suscrita a la revista mensual de la SGI de Italia.

Cuando este año me despidieron de mi trabajo por motivos ajenos a mi desempeño profesional, enseguida me senté delante del Gohonzon y determiné que pasara lo mejor para mi vida. Una semana después del despido, encontré un trabajo muy satisfactorio y con un equipo maravilloso.

Mi objetivo es seguir compartiendo Nam-myoho-renge-kyo en mi entorno, para que esta ola de paz, profundo amor y respeto no deje de expandirse. He entendido que la práctica diaria es la llave para mi felicidad.

Riccardo (a la derecha en la imagen)
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