El valor de no desistir en la lucha de los estudios


Damián Sánchez | Córdoba


Tengo 24 años, y empecé a practicar asiduamente el budismo Nichiren en la Soka Gakkai en 2016, si bien lo conozco desde siempre, pues mi madre es practicante desde que yo era pequeño y fue ella quien, a partir de conversaciones que teníamos sobre el budismo y los beneficios que le reportaban su práctica, me alentó a participar en reuniones de diálogo. Durante estos siete años, he podido constatar que la práctica me ha ayudado a tener la capacidad de perseverar hasta el final en todos los objetivos que me he propuesto, tanto en el ámbito académico como en el personal. Además, he ido tomando cada vez más conciencia de ser un faro de armonía verdadera en mis relaciones familiares.

El año pasado terminé el grado de Filología Hispánica. Durante la carrera tuve varios altibajos, pero los superé esforzándome también en la práctica budista.

En la recta final, tanto en el desarrollo del Trabajo de Fin de Grado (TFG) como en la defensa del propio trabajo, también tuve que afrontar un gran desafío. Cuando llevaba el proyecto bastante avanzado, mi director de TFG me dijo que no había enfocado bien la primera parte. Empezaron a surgirme dudas debido a mis propios miedos e inseguridades, pero finalmente conseguí entenderme con él.

Seguí teniendo algunas dificultades, pero siempre las enfrenté con mi práctica diaria para que no me pudieran vencer. Y así fui avanzando en el TFG con más seguridad. Tras entregárselo a mi director, este me aconsejó que defendiera el trabajo ante él, no ante tribunal. Esto me desalentó un poco, pues una de mis determinaciones era «Terminar el grado con honores», y mi objetivo era que la defensa fuera el colofón. Pero acepté con determinación la decisión de mi director y proseguí mi labor.

En la defensa del TFG, yo estaba bastante nervioso al principio, pues lo que había escrito no le había convencido mucho a mi director, pero finalmente este me felicitó, y se alegró mucho de que hubiera asimilado realmente el contenido y no me limitara a leer el guion de la presentación de diapositivas que había preparado. De esta manera, pude comprobar realmente la frase de Daisaku Ikeda que me había servido como faro para la recta final de la carrera: «Cuando nos decidimos firmemente a hacer algo, sin falta surgen las ideas que nos permiten llevar a cabo nuestro cometido. Por el contrario, si nos damos por vencidos, estamos anulando nuestra creatividad desde el principio».[1]

He podido constatar que la práctica me ha ayudado a tener la capacidad de perseverar hasta el final en todos los objetivos que me he propuesto.

Cuando ya obtuve el título, en septiembre del año pasado, me dispuse a hacer la solicitud para el Máster de Profesorado, pero ya estaban cubiertas todas las plazas y no pude entrar. Ante la incertidumbre, valoré otras opciones (como la de estudiar Biblioteconomía y Documentación), pero en realidad yo quería concretar el máster, así que decidí esperar y cursarlo en el siguiente año académico.

Todavía no sé si tengo vocación como profesor, pero quiero darme la oportunidad de conocer la enseñanza de manera directa y experimentar la realidad de la docencia. En estos últimos ocho meses, mi determinación ha estado centrada en cómo enfocar el próximo curso: he luchado bastante por confiar en mí mismo, en mi budeidad, y por derrotar la duda acerca de mi capacidad de transmitir a los demás. Aunque no tenga claras mis habilidades como profesor, quiero afrontar el próximo año con el afán y el empeño de disfrutar verdaderamente de todas las asignaturas del máster y concretar mi meta: realizarme en un terreno que me gusta, como son las humanidades, comunicando y transmitiendo mis conocimientos a los más jóvenes.

Precisamente, uno de mis grandes deseos y desafíos es contribuir a la expansión del kosen-rufu mundial. Hace unos meses, retomé el contacto con un chico al que le había hablado sobre el budismo hace cuatro años. Nos reencontramos y pude hablarle abiertamente de esta práctica, y le he vuelto a invitar a las reuniones de diálogo.

Me determino a que estos meses de preparación para el máster me sirvan para enfocarlo con más alegría: quiero que sea un curso transformador, y la base de mi desarrollo profesional y humano.

Como afirma Ikeda Sensei: «Abrir un nuevo camino, cuando somos jóvenes, es una tarea que conlleva dificultades indescriptibles. Pero los esfuerzos que hacemos durante la juventud se convierten en un tesoro precioso para el futuro».[2]


[1] ↑ Aliento diario, 1 de septiembre.

[2] ↑ Aliento diario, 15 de junio.

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