Ramiro Nocelli | Barcelona
Soy de Rosario, Argentina. Tengo 31 años y vivo en Barcelona desde octubre de 2021. Conocí el budismo de niño a través de mis padres, pero comencé a practicarlo regularmente en la adolescencia.
Estudié música en la Universidad Nacional de Rosario y en enero de 2014, al mes de terminar la carrera, me mudé a Londres con el objetivo de desarrollarme como músico y aprender un nuevo idioma.
En los primeros dos años de mi estancia en el Reino Unido tuve diferentes trabajos, principalmente en el sector servicios. Allí, además de conocer grandes personas y amigos, pude mejorar mi nivel de inglés atendiendo al público. Tras un año y medio así, tuve el gran beneficio laboral de poder tocar semanalmente en un lugar, y eso me permitió generar suficientes ahorros para dedicarme a tiempo completo a la música. Al mismo tiempo, asumí el desafío de ser responsable del Departamento de Hombres Jóvenes de mi grupo de diálogo e ingresé al grupo Soka (Sokahan), lo que me permitió hacer actividad de protección en el centro cultural de Taplow Court.
En 2018 tuve la oportunidad de participar en la banda del festival Generation Hope de la SGI-UK. Fue una experiencia maravillosa donde pude volver a presenciar el gran compromiso que la Soka Gakkai tiene con el logro de la paz a través del arte como canal de expresión.
En 2017 concreté un gran objetivo que tenía desde hacía mucho: con la ayuda de un programa del Gobierno británico, pude obtener plaza para un Máster en Música en el conservatorio Guildhall School of Music & Drama de Londres. Lo cursé a tiempo parcial, a lo largo de dos años, y seguí trabajando a la vez. Fue duro y me encontré luchando con la inseguridad muchas veces, pero finalmente logré graduarme a finales de 2019.
El 9 de marzo de 2020 viajé a Argentina para visitar a mi familia y amigos. Durante el vuelo me sentía febril, y cuando llegué se lo comuniqué a mi madre, quien trabaja en la salud pública. Decidimos tomar las precauciones necesarias para evitar cualquier tipo de contagio, y me aislé en una habitación, ya que se empezaban a escuchar cada vez más noticias relacionadas con el COVID. A los cinco días se declaró el estado de emergencia en Londres, y los médicos decidieron aislarme en el hospital por prevención, así como hacerme pruebas de COVID. Unos días después llegaron los resultados: positivo. El personal del hospital entró en pánico; era el primer caso de toda la provincia.
Tuve fiebre alta durante once días, además de mucha tos, bronquitis y falta de aire. Mi familia y yo pasamos mucho miedo. Por otro lado, se creó y viralizó una noticia falsa sobre mi situación, generando hostilidad tanto de personas conocidas como desconocidas. Luchando en contra de la enfermedad y de la calumnia, el daimoku y el aliento del maestro fueron instrumentos clave para sostener la determinación y disipar el miedo. La protección del Gohonzon se manifestó en la atención y cuidado maravilloso que recibí de todo el equipo médico, al ser el único caso en ese momento. Mirando esta situación con perspectiva, puedo ver que experimenté una gran protección. Sostener la práctica en el hospital no fue fácil, pero gracias a la unión en la fe que tenemos con mi familia, pude orar y estudiar. También se desmintió la noticia falsa y se pudieron tomar las acciones legales justas.
Luchando en contra de la enfermedad y de la calumnia, el daimoku y el aliento del maestro fueron instrumentos clave para sostener la determinación y disipar el miedo.
La recuperación fue lenta, de varios meses. Al salir del hospital, me instalé en casa de mi madre, donde pude retomar la práctica y el estudio de forma constante, y tomé nuevas determinaciones. Viendo que me iba a tener que quedar más tiempo de lo planeado, decidí embarcarme en el aprendizaje de la programación informática. Hasta ese momento había estado trabajando principalmente como guitarrista, pero la música en vivo no iba a volver hasta después de un tiempo.
Aprendí a programar de manera autodidacta. Una vez más me encontré luchando contra la inseguridad, ya que me costaba mucho verme trabajando en otra cosa que no fuera la música. Pensé muchas veces en dejarlo, pero siempre volvía al Gohonzon y renovaba la convicción. Tras muchos altibajos, en enero de 2021 concreté mi primer empleo de programador. A mediados de ese mismo año expresé a la empresa mi deseo de volver a emigrar y me ofrecieron la opción de viajar a Barcelona y trabajar desde aquí, una oportunidad que acepté.
Uno de los objetivos principales por los que había estado orando era conseguir un empleo donde pudiera combinar mi experiencia en la música con la de la programación. Finalmente, el pasado octubre de 2022, un año después de mi llegada a Barcelona y tras pasar por tres empresas diferentes, obtuve un empleo en una empresa tecnológica local relacionada a la industria de la música. En ese mismo mes me visitó mi padre por primera vez desde que vivo en el exterior, otro objetivo que teníamos como familia desde hacía tiempo. Además, mi pareja y yo encontramos un piso.
Hoy, en esta nueva etapa, me encuentro con nuevos desafíos: he asumido la responsabilidad del Departamento de Hombres Jóvenes en un grupo de diálogo en Barcelona, donde tengo el objetivo de seguir profundizando en la fe y en el estudio, y de contribuir a la propagación del budismo de Nichiren Daishonin en esta maravillosa tierra. En lo personal, quiero volver a hacer música e introducir a la práctica a la mayor cantidad de personas posible.
Uno de los principales valores que he aprendido en la Soka es el espíritu de perseverar y jamás dejarse vencer. Por eso, para finalizar me gustaría compartir una frase del Gosho que representa este espíritu: «Por ejemplo, el viaje de Kamakura a Kioto lleva doce días. Si usted viaja hasta el undécimo y se detiene cuando sólo resta una jornada, ¿cómo podrá admirar la Luna sobre la capital?».[1]
[1] ↑ Carta a Niike, en END, pág. 1072.