A continuación, presentamos un extracto de un reciente ensayo de Daisaku Ikeda, perteneciente a la serie Nuestra brillante revolución humana.
En la recepción del auditorio central de la Universidad Soka, «una fortaleza para la paz de toda la humanidad»,[1] se yergue una estatua del escritor francés Victor Hugo (1802-1885) que lo representa en marcha, con un libro en la mano.
En su pedestal se leen estas profundas palabras de su obra maestra, Los miserables: «Hay un espectáculo más grande que el del mar, y es el del cielo; hay un espectáculo más grande que el del cielo, y es el del interior del alma».[2] Actualmente, el telescopio espacial James Webb de la NASA está observando el sublime espectáculo del cielo, con un alcance y una claridad superiores a todo lo que se había alcanzado hasta hoy.
Entre las imágenes captadas por el telescopio, el más grande de la historia, algunas muestran la formación de estrellas a partir de una nebulosa gigante, antiguas galaxias cuya edad estimada supera los 13 500 millones de años luz, y otros descubrimientos asombrosos.
Cabe esperar que el corazón y la mente de la humanidad avancen a tono con estos desarrollos tan acelerados en el campo de la astronomía, y se hagan más grandes y sabios para proteger nuestro invalorable planeta y hacer posible que la paz florezca.
Para ello, el mundo de hoy necesita más que nunca la sabiduría del budismo Nichiren, que ilumina el universo interior del ser humano.
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Victor Hugo encontraba infinita esperanza en el espíritu de los niños. «¿Cuál es su verdadero nombre? –se preguntaba–. Su nombre es Porvenir».[3] Decía que debemos sembrar las semillas de la justicia y la alegría en sus corazones, porque nutriendo a los niños nutrimos el mañana.[4]
En una oportunidad en que mi maestro Josei Toda y yo estudiábamos juntos otra de las obras de Hugo, él me dijo que los niños eran los tesoros del futuro, que debíamos considerarlos emisarios del futuro, y cuidarlos con la mayor consideración. […]
Nichiren Daishonin escribe: «[L]os que se vinculan con gente de recta personalidad también cultivan propósitos, acciones y palabras rectas».[5]
Una vez más, quiero dar las gracias a los responsables de nuestro Departamento Futuro, a los integrantes del Departamento de Educadores y a todas aquellas personas que están apoyando a nuestros preciosos sucesores.
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[…] Yo tenía trece años cuando estalló [en 1941] la guerra del Pacífico [la Segunda Guerra Mundial], y diecisiete cuando el conflicto terminó [en 1945]. En otras palabras, en ese marco transcurrió mi adolescencia, la misma edad aproximadamente que tienen hoy nuestros estudiantes de educación secundaria.
En estos años turbulentos marcados por la pandemia de COVID y tantas otras dificultades globales, ustedes, mis jóvenes amigos del Departamento Futuro, están sosteniendo la filosofía budista de la dignidad de la vida y empleando su juventud con espíritu invencible, priorizando el estudio y las amistades. Nada me alegra y tranquiliza más que verlos crecer juntos y alentarse unos a otros como compañeros de fe.
En mi discurso [de 1993] en la Universidad de Harvard,[6] dije que el budismo Mahayana y, en particular, el budismo Nichiren podían significar un aporte invalorable para la civilización del siglo XXI. También planteé tres preguntas que debíamos hacernos como sociedad con respecto a las religiones: ¿Fortalece una religión a las personas o, más bien, las debilita? ¿Fomenta en ellas lo bueno o, en cambio, lo malo? ¿Las vuelve más sabias o menos?
Queridos integrantes del Departamento Futuro, quiero que se sientan orgullosos de saber que, por estar practicando la fe en la Ley Mística desde tan jóvenes, están siguiendo un camino ascendente que hará su vida más fuerte, mejor y más sabia.
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El budismo Nichiren enseña que el estado de budeidad infinitamente noble existe en todas las personas, cualquiera sea su raza, etnia, nacionalidad, género, profesión, clase social o edad.
En una de sus cartas, el Daishonin felicita a un matrimonio por el nacimiento de su hija y les dice que ella podrá «brindarles su amor filial y continuar su linaje en esta existencia, además de guiarlos al logro de la budeidad en su próxima vida».[7]
El camino del budismo es tratar con respeto, aprecio y confianza a cada niño y niña, considerando que es una preciada entidad de la vida.
El Sutra del loto también transmite el mensaje de la nobleza y la dignidad de los niños mediante la historia de la hija del Rey Dragón, de ocho años. Al lograr la budeidad tal como es, ella muestra que todas las personas pueden obtener la iluminación, y de este modo hace que la fe en la Ley Mística despierte en el corazón de los adultos que antes dudaban de esa posibilidad.
Recuerdo de una entrañable charla que mantuve con el ex subsecretario general de las Naciones Unidas, Anwarul K. Chowdhury, quien intervino muy de cerca en el proceso que condujo a adoptar la Convención sobre los Derechos del Niño, en 1989, y fue un activo promotor de la misma.
Él destacó dos puntos con respecto a los derechos de los niños. El primero fue «la filosofía básica de que los niños poseen derechos que los adultos deben reconocer»; el segundo, «la importancia fundamental de consultar a los pequeños sobre los actos de los adultos que pueden tener consecuencias inmediatas o futuras en su vida».[8]
Esto significa tratar a los niños con supremo respeto como personas, hacer aflorar sus opiniones de un modo que concuerde con su estadio de desarrollo, tener en cuenta sus pensamientos, tratar de comprenderlos, y responder a ellos adecuadamente. En otras palabras, significa entablar una relación de diálogo con ellos.
Este tipo de conversaciones con los niños y adolescentes en el hogar y en el entorno cercano estimula en ellos y en los adultos la capacidad de comunicarse con otros y de establecer lazos humanos positivos. Confío en que esto nos permitirá construir comunidades y sociedades más pacíficas.
El Mahatma Gandhi (1869-1948), quien creía incondicionalmente en el potencial de la juventud, declaró: «Si queremos alcanzar la paz genuina en este mundo y librar una auténtica guerra contra las guerras, nuestra primera acción debe centrarse en los niños».[9]
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En el capítulo «El surgimiento de la torre de los tesoros» (11.°) del Sutra del loto, los budas de las diez direcciones se congregan frente a Shakyamuni y El Que Así Llega Muchos Tesoros. ¿Por qué?
El Daishonin lo explica en La apertura de los ojos: «Shakyamuni, Muchos Tesoros y los demás budas quieren asegurar la propagación futura del Sutra del loto para que esté al alcance de todos los hijos del Buda a lo largo de los tiempos por venir».[10]
Y prosigue diciendo: «Como podemos inferir, su preocupación y su amor compasivo son mayores aún que las de un padre y una madre al ver el sufrimiento terrible de su único hijo».[11]
El foco está puesto en el futuro. La labor diligente y abnegada de la familia Soka para abrir el camino a los niños y jóvenes que asumirán la responsabilidad del futuro es el epítome de «la preocupación y el amor compasivo» del Buda.
La Soka Gakkai es un mundo de educación genuinamente humana que alienta y forja a las personas.
Precisamente porque fortalecer a una persona es uno de los retos más difíciles, los beneficios de hacerlo son realmente incalculables.
En el pasaje final de Saldar las deudas de gratitud, el Daishonin escribe: «[L]a flor retornará a la raíz, y la esencia de la planta permanecerá en la tierra».[12]
Con el sincero deseo de cultivar un jardín florido de valores humanos, nuestros admirables miembros están trabajando sin pausa para nutrir la tierra de la juventud con el agua del aliento y la luz de sus cálidas oraciones. Estoy seguro de que ellos y sus seres queridos serán recompensados con maravillosas flores de felicidad y con los frutos de inmensos beneficios y buena fortuna.
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Mi maestro declaró con solemnidad: «La lucha que hoy estamos librando es para los próximos cien y doscientos años. Dentro de dos siglos, la historia mostrará que los miembros de la Soka Gakkai hemos avanzado por el camino correcto. Las generaciones futuras darán testimonio de ello, sin duda alguna».
Conocí a Toda Sensei hace 75 años, en agosto de 1947. Yo tenía 19 años. Ese día, le pregunté: «¿Cuál es la forma correcta de vivir?». Desde entonces, luchando siempre al lado de él, viviendo mi existencia entera con su espíritu, y forjando a nuestros sucesores con todo mi ser, he llegado a comprender profunda y poderosamente la respuesta a dicha pregunta.
Hoy, en todo Japón y en el mundo hay miembros que, haciendo propio mi espíritu, están dedicándose a apoyar y forjar a los jóvenes para que lleguen a demostrar que «del índigo se obtiene un azul mucho más intenso».[13]
Los integrantes de nuestro Departamento Futuro son los abanderados de la justicia que «se cerciorarán de que la Ley perdure largo tiempo»[14] y que determinarán el curso del kosen-rufu mundial desde el centenario de la Soka Gakkai, en 2030, de cara al siglo XXII y más allá.
Como afirma el dicho, no hay mejor educación que la adversidad. Los grandes retos que la juventud hoy tiene por delante solo se equiparan con su inmensa misión de abrir las puertas a una era de paz y humanismo.
Por ello, rebosantes de la ilimitada fuerza vital del tiempo sin comienzo, embarquémonos de nuevo, con la vista puesta en el eterno futuro del Último Día de la Ley. De esta gran nebulosa de Bodisatvas de la Tierra, ¡hagamos que surja una constelación jubilosa de valores humanos que brillen con su máximo esplendor!
(Traducción del artículo publicado el 4 de agosto de 2022 en el Seikyo Shimbun).
[1] ↑ Daisaku Ikeda, fundador de la Universidad Soka, estableció los siguientes principios fundacionales para dicha casa de estudios superiores: 1) ser la cumbre académica de la educación humanística; 2) ser la cuna de una nueva cultura; 3) ser una fortaleza para la paz de toda la humanidad.
[2] ↑ HUGO, Victor: Los miserables, Editorial Porrúa, México, 1989, pág. 143.
[3] ↑ Véase HUGO, Victor: Pendant l’exil: 1852-1870 (Durante el exilio: 1852-1870), en Actes et Paroles (Actos y palabras), París: Albin Michel, 1938, vol. 2, pág. 305.
[4] ↑ Ib.
[5] ↑ El cuerpo y la mente de los seres, en END, pág. 1174.
[6] ↑ Daisaku Ikeda pronunció su conferencia «El budismo Mahayana y la civilización del siglo XXI» en la Universidad de Harvard el 24 de septiembre de 1993.
[7] ↑ Regarding the Birth of Kyo’o (Sobre el nacimiento de Kyo’o), en WND-2, pág. 457.
[8] ↑ CHOWDHURY, Anwarul K. y Daisaku IKEDA: Creating the Culture of Peace: A Clarion Call for Individual and Collective Transformation (La creación de una cultura de paz: Un llamado a la transformación individual y colectiva), Londres: I. B. Tauris, 2020, pág. 86.
[9] ↑ GANDHI, Mahatma: The Collected Works of Mahatma Gandhi (Obras completas del Mahatma Gandhi), Nueva Delhi: División de Publicaciones, Ministerio de Información y de Comunicaciones, Gobierno de la India, 1971, vol. 48, pág. 240.
[10] ↑ La apertura de los ojos, en END, pág. 303.
[12] ↑ Saldar las deudas de gratitud, en END, pág. 774.
[13] ↑ Véase El infierno es la Tierra de la Luz Tranquila, en END, pág. 479.
[14] ↑ Véase SL, cap. 11, pág. 175.