Entrega mensual 2/2
Publicamos la segunda y última entrega de esta serie preparatoria de la participación en la II Conferencia de Estudio en Línea de la SGI, prevista para noviembre. Aborda aspectos complementarios al tema de la segunda de las dos disertaciones en las que se centrará la conferencia: «Lo importante es el corazón».
INTRODUCCIÓN
EL CORAZÓN ES EL PUNTO DE PARTIDA DE TODOS LOS CAMBIOS
Las funciones del corazón y de la mente son inescrutables y asombrosas. Todo puede ser transformado por «las funciones prodigiosas de nuestro corazón, de nuestra mente».[1]
La fe en el budismo Nichiren, como miembros de la Soka Gakkai, nos permite disfrutar de un elevado estado de vida interior.
Mediante una práctica cotidiana firme y asidua, hacemos manifestarse en nuestro ser de forma natural los estados de bodisatva y de budeidad, que se caracterizan por un espíritu fuerte, siempre victorioso, pionero, progresista, resistente, resuelto, valiente, solidario, tolerante, alentador, agradecido e invencible. Poseemos el medio extraordinario representado por el principio de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital»,[2] que nos permite, mediante un cambio fundamental en el corazón, transformarnos a nosotros mismos, a nuestro entorno y a nuestra sociedad.
Un verdadero cambio en nuestro corazón […] genera cambios reales en nuestra vida. La esencia de esta religión de revolución humana yace en cultivar un “corazón” o estado de vida cada vez más profundo. Cuando hablamos de obtener beneficios mediante la práctica budista, en definitiva, nos estamos refiriendo a ese cambio interior en el nivel más esencial.
La transformación de nuestro corazón no es algo que nos dé un bienestar transitorio o que mejore nuestro estado de ánimo temporalmente, sin necesidad de cambiar la realidad. Un verdadero cambio en nuestro corazón es algo mucho más profundo: se trata de una transformación interior genuina, que genera cambios reales en nuestra vida. La esencia de esta religión de revolución humana yace en cultivar un «corazón» o estado de vida cada vez más profundo. Cuando hablamos de obtener beneficios mediante la práctica budista, en definitiva, nos estamos refiriendo a ese cambio interior en el nivel más esencial.
Debemos tener una postura seria en la fe. Si nos dejamos vencer por las funciones negativas y nos entregamos a la queja, ese “corazón” perderá su condición vibrante. Aun un cambio muy sutil en nuestro corazón se traducirá en resultados radicalmente distintos.
Por eso debemos tener una postura seria en la fe. Si nos dejamos vencer por las funciones negativas y nos entregamos a la queja, ese «corazón» perderá su condición vibrante. Aun un cambio muy sutil en nuestro corazón se traducirá en resultados radicalmente distintos.
El Daishonin afirma que las funciones de la vida humana son muy estrictas, y que en nuestro ser existe cada uno de los tres mil estados.[3] Nuestro corazón es lo que determina que logremos o no la budeidad. Por eso, «lo importante es el corazón».
EL INVIERNO SIEMPRE SE CONVIERTE EN PRIMAVERA
Su difunto esposo tenía un hijo enfermo y una hija. Me es inevitable pensar en la angustia que él pudo haber sentido, sabiendo que se marchaba de este mundo, probablemente acongojado por las criaturas y dejando sola a su anciana esposa, frágil como un árbol marchito. Además, estoy seguro de que una de sus preocupaciones ha sido la situación de Nichiren. Como las palabras del Buda de ninguna manera son falsas, el Sutra del loto sin falta se propagará ampliamente. Quizá su marido haya sentido que algo iba a suceder, y que este sacerdote llegaría a ser muy respetado. Cuando me exiliaron, en contra de sus expectativas, tiene que haberse preguntado por qué el Sutra del loto y las diez demonios permitían que sucediera algo semejante. ¡Si aún viviera, qué feliz se sentiría de saber que Nichiren ha sido perdonado! ¡Con qué satisfacción vería que mis predicciones se han vuelto realidad, ahora que el Imperio mongol ha invadido el país y que la crisis se cierne sobre el Japón! Así son los sentimientos de la gente.[4]
El Daishonin redactó esta carta en el monte Minobu, en mayo de 1275, un año después de haber regresado de su exilio en Sado. Iba dirigida a la monja laica Myoichi, que residía en Kamakura.
Unos cuatro años antes (en 1271), el Daishonin había sido objeto de la persecución de Tatsunokuchi y desterrado a Sado, donde permaneció durante dos años y medio, hasta marzo de 1274. Estos hechos desembocaron en un cruel hostigamiento contra los seguidores del Daishonin en Kamakura. Entre ellos, Myoichi y su esposo, quienes sufrieron esta persecución en primera persona de diversas formas, entre ellas, la confiscación de sus tierras. No obstante, mantuvieron una fe firme en el Sutra del loto. Fueron genuinos discípulos, que lucharon constantemente con actitud solidaria hacia el Daishonin.
Desafortunadamente, la muerte del esposo se produjo antes de que el Daishonin obtuviera el indulto que puso fin a su exilio. Por su parte, Myoichi, ya viuda y con una salud precaria, quedó sola a cargo de dos hijos, uno de los cuales padecía una enfermedad. Pero, aun en medio de circunstancias tan adversas, Myoichi siguió prestando apoyo sincero al Daishonin.
El invierno siempre se convierte en primavera es una carta de aliento extraordinario. Si hay algo que queda claro es que Myoichi estaba perseverando con coraje en la práctica budista en esas circunstancias. Mientras muchos de los seguidores del Daishonin, como la sociedad japonesa en general, se vieron influenciados por el caos que se produjo en la época posterior al inicio del destierro a Sado (en 1271) y ante la invasión mongola (acaecida en 1274), esta carta parecería indicar que la monja laica no vaciló en lo más mínimo y siguió practicando con corazón puro, sin distanciarse espiritualmente del Daishonin.
Las adversas circunstancias que afrontaba Myoichi podían ciertamente compararse con un invierno riguroso. Podemos imaginar que el Daishonin escribió esta carta de cálido aliento para encender una llama de esperanza inextinguible en lo profundo de su vida, alimentada con el combustible de la fe, para que, más allá de todo lo que pudiera ocurrir, ella descartara toda percepción ilusoria y arremetiera sin la menor traza de duda o de vacilación, con confianza inamovible.
El invierno siempre se convierte en primavera es un escrito de rebosante amor compasivo: cada palabra y cada frase están imbuidas del deseo apasionado que animaba al Daishonin: alentar a sus discípulos y discípulas.
Desde la perspectiva del Buda, todos tenemos derecho a ser felices. […] Pero quienes practicamos el budismo Nichiren, además, conocemos la manera de tomar contacto con la fuerza de la Ley Mística en nuestra vida. Por eso, no solo tenemos derecho a ser felices, sino también la importante misión de ayudar a otros a serlo.
Al comienzo de esta carta, el Daishonin considera las preocupaciones que habrá tenido el esposo de Myoichi en vísperas de su fallecimiento, referidas a la familia que dejaba atrás.
Sin embargo, el budismo no es una filosofía proclive al sentimentalismo o al pesimismo. Estas reflexiones sobre el esposo, seguramente, habrán infundido a Myoichi paz espiritual y tranquilidad, y la habrán llevado a sentir que el Daishonin comprendía todo lo que ella venía experimentando, y que estaba velando en cada instante por el bienestar de ella y de sus hijos.
El Daishonin alienta una y otra vez a Myoichi, decidido a llegar a las fibras más íntimas de su corazón y a disipar hasta la última nube de oscuridad o ilusión interior que pudiera velarlo. El pasaje citado denota la lucha seria y apasionada de un maestro resuelto a apoyar a su discípula.
El corazón humano es mutable por naturaleza; cambia de forma incesante. Es natural que las personas alberguemos sentimientos melancólicos. Pero el problema es que esta forma de sentir da lugar a dudas e ilusiones que nublan nuestra fe. Por tal razón, el Daishonin aseguraba a Myoichi que su esposo había logrado la iluminación, ya que había mantenido correctamente la fe hasta el final de su vida. Quería cerciorarse de que Myoichi no perdiera la postura vibrante en la fe, necesaria para seguir viviendo con esperanza.
Si nos desafiamos en nuestra revolución humana con la convicción de que obtendremos la victoria final en la vida, podremos expandir enormemente nuestro estado interior. Podremos lograr una condición de libertad ilimitada que nos permitirá abrazar todas las dificultades y sufrimientos como un gran océano. Sin falta, llegará un momento en que veremos con total claridad el sentido y el significado de cada una de las experiencias que hemos tenido que vivir.
Los que creen en el Sutra del loto parecen vivir en invierno, pero el invierno siempre se convierte en primavera. Ni una sola vez, desde la Antigüedad, alguien ha visto u oído que el invierno se convierta en otoño. Tampoco hemos sabido de ningún creyente en el Sutra del loto que continúe siendo una persona común. El sutra dice: «Si hay personas que escuchan la Ley, ni una sola dejará de lograr la iluminación».[5]
«Los que creen en el Sutra del loto parecen vivir en invierno, pero el invierno siempre se convierte en primavera», declara el Daishonin. Lograr la budeidad en esta existencia implica una feroz lucha por transformar nuestro karma y superar los innumerables desafíos que se nos presentan en el curso de la práctica budista, simbolizados en los tres obstáculos y los cuatro demonios, y en los tres enemigos poderosos.
Desde la perspectiva del Buda, todos tenemos derecho a ser felices. Todos tenemos el potencial de experimentar la vida con vibrante alegría. Pero quienes practicamos el budismo Nichiren, además, conocemos la manera de tomar contacto con la fuerza de la Ley Mística en nuestra vida. Por eso, no solo tenemos derecho a ser felices, sino también la importante misión de ayudar a otros a serlo.
«El invierno siempre se convierte en primavera» significa que las personas comunes, que triunfan sobre todos los desafíos que encuentran en el curso de su práctica budista, sin falta llegarán a ser budas. Las palabras del Daishonin, cual poderoso rugido de león, proclaman que sus discípulos tenemos asegurado el logro de la budeidad, en la medida en que trabajamos para que nuestros semejantes tomen conciencia de esa budeidad y la manifiesten en su propia vida desde el interior.
Su esposo dio la vida por el Sutra del loto. Su única fuente de subsistencia era un pequeño feudo que le fue confiscado a causa de su fe en el Sutra del loto. Sin duda, para él esto ha sido como ofrendar la vida por el sutra. El niño Montañas Nevadas[6] pudo canjear su cuerpo por media estrofa de una enseñanza budista, y el bodhisattva Rey de la Medicina[7] pudo quemarse los brazos como ofrenda al Buda, porque ambos eran venerables, y para ellos este acto era tan natural como verter agua sobre el fuego. Pero su esposo fue un hombre común, así que para él habrá sido como echar papel a las llamas. Por lo tanto, no tenga dudas: los beneficios que él obtuvo han sido, con toda seguridad, tan grandes como los que recibieron aquellos.[8]
Quienes siempre se basan en la fe y en la práctica con la actitud de no escatimar su vida en bien del kosen-rufu son «maravillosas personas comunes».
En esta sección, el Daishonin compara el esfuerzo del niño Montañas Nevadas con el de una persona común. Si bien, nos dice, no es tan difícil que una figura venerable como Montañas Nevadas dé la vida en busca de la verdad eterna, es extremadamente difícil que una persona común lleve a cabo una práctica altruista y sacrifique algo de extremo valor, como sí lo había hecho el esposo de Myoichi, al soportar la confiscación de sus feudos, que eran equivalentes a su vida y su sustento.
En consecuencia, el Daishonin plantea que no hay diferencia entre el beneficio obtenido por Montañas Nevadas, quien dio la vida por la Ley, y el beneficio del esposo de Myoichi, quien perseveró en la fe sin escatimar su vida.
Quienes siempre se basan en la fe y en la práctica con la actitud de no escatimar su vida en bien del kosen-rufu son «maravillosas personas comunes».
Es incuestionable que el marido había logrado la budeidad. Así que la preocupación del Daishonin se dirigía, en cambio, hacia la esposa que lo sobrevivió. Cálidamente, en la carta le dice a Myoichi, quien cuida a un hijo enfermo y se desafía en circunstancias muy difíciles, que no tiene nada de qué lamentarse y que su esposo sin falta estará cuidándola desde la tierra pura del Pico del Águila. En estas palabras podemos sentir la sincera consideración del Daishonin, que abraza a Myoichi y a sus hijos como una suave brisa primaveral. También le subraya que no debe albergar ninguna duda.
El Daishonin quería elogiar la firme fe de este matrimonio y apoyar en la viudez a Myoichi y a su familia. Quería que estos seguidores, que habían compartido sus horas más cruciales, avanzaran con esperanza y orgullo hasta el final, y lograran un estado de vida de victoria y agradecimiento hacia su práctica budista. El Daishonin alentó siempre a sus discípulos con este espíritu, imbuido de convicción y de amor compasivo.
(Basado en un ensayo de Daisaku Ikeda publicado en la edición de febrero de 2008 de Daibyakurenge).
[1] ↑ Véase OTT, pág. 30.
[2] ↑ Tres mil aspectos contenidos en cada instante vital (en jap.: ichinen sanzen): Sistema filosófico desarrollado por T’ien-t’ai, basado en el Sutra del loto.
[3] ↑ Véase OTT, pág. 22.
[4] ↑ El invierno siempre se convierte en primavera, en END, pág. 561.
[5] ↑ Ib. La frase citada proviene de SL, cap. 2, pág. 40.
[6] ↑ Niño Montañas Nevadas: Nombre con que vivió el buda Shakyamuni en una existencia anterior, en la cual practicó austeridades en las Montañas Nevadas, en pos de la iluminación.
[7] ↑ Bodisatva Rey de la Medicina: bodisatva que, según se afirmaba, poseía el poder de curar las dolencias físicas y mentales.
[8] ↑ El invierno siempre se convierte en primavera, en END, pág. 561.