Encuentros positivos que enriquecen la vida


Por Minoru Harada · Para el número de agosto de 2024 de Daibyakurenge


Nuestra vida está determinada por las personas con quienes nos vinculamos. El maestro Ikeda fue un auténtico líder del pueblo, que valoró como nadie todas las relaciones humanas que entabló. Y, más que ninguna otra cosa, atesoró el «místico lazo» que lo unió a su mentor, Josei Toda, considerándolo el supremo honor de su vida.

Este lazo de unión de inseparabilidad entre maestro y discípulo se entabló en su primer encuentro, el 14 de agosto de 1947. Ikeda Sensei dijo en numerosas ocasiones que aquel instante había definido el resto de su existencia.

En La nueva revolución humana, obra que comenzó y terminó de escribir un 6 de agosto (de 1993 y de 2018, respectivamente), Sensei se refirió varias veces al momento en que, hace ahora siete décadas, en agosto de 1954, el maestro Toda le confió el kosen-rufu mundial mientras ambos contemplaban el mar desde la playa de Atsuta: «Debes iluminar el continente asiático y el mundo entero con la luz de la Ley Mística. Hazlo en mi lugar». El joven Ikeda grabó en su corazón estas palabras de su maestro y las hizo realidad. El camino de los discípulos yace en expandir las filas de los Bodisatvas de la Tierra en el mundo y en la siguiente generación, para construir la base inamovible de una paz duradera.

Ikeda Sensei solía comparar la relación de maestro y discípulo con la analogía de la aguja y el hilo. El maestro es la aguja y el discípulo, el hilo. La aguja guía y marca el recorrido de la costura sobre la tela, pero, en definitiva, es el hilo lo que mantiene firme y unida la labor. Con su propio ejemplo, él nos mostró qué significaba vivir como un discípulo creador de valor, adoptando y asumiendo como propio el pensamiento y la conducta del maestro.

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El 20 de agosto de 1979, Ikeda Sensei visitó por primera vez el Centro de Conferencias de Nagano; fue cuatro meses después de renunciar a la presidencia de la Soka Gakkai. En momentos en que el clero no le permitía asistir a reuniones, él se sentó a fotografiarse con unos tres mil miembros. Lo hizo sintiendo, en lo profundo de su corazón, que estaba estrechando la mano a cada persona. Esa determinación suya de crear lazos indestructibles con los miembros nutrió la fuerza que, tiempo después, nos permitiría prevalecer ante la opresión de los sacerdotes.

«¡Junto a nuestro maestro…!»: este es nuestro compromiso como discípulos de Ikeda Sensei. Hay compañeros de fe a quienes una sola foto con su mentor se convirtió en el punto de partida de una nueva vida. Hay otros a quienes un solo encuentro les dio inspiración para superar la adversidad durante el resto de su existencia. Hay jóvenes que aprendieron el espíritu de Ikeda Sensei leyendo sus escritos y que, conmovidos por un solo pasaje de orientación grabado en su corazón, pudieron enfrentar un sinfín de dificultades. Todos ellos están recorriendo con paso firme la gesta de la lucha conjunta, en íntimo diálogo con su maestro.

Nichiren Daishonin escribe: «[M]e pregunto si usted y yo no habremos hecho un juramento como maestro y discípulo incontables kalpas atrás».[1] Cuando prometemos esforzarnos juntos a través del pasado, el presente y el futuro, y basamos nuestra vida en la vibrante visión budista de maestro y discípulo, el camino de una vida ilimitada se abre ante nosotros.

Hoy, una vez más, avancemos junto a nuestro maestro del kosen-rufu y nuestros nobles camaradas de fe. Mantengamos la mayor cantidad posible de encuentros positivos, a través de entablar diálogos y nuevas amistades, para ampliar más aún este movimiento generador de felicidad.

(Traducción del artículo publicado en la edición de agosto de 2024 de Daibyakurenge, revista mensual de estudio de la Soka Gakkai.)


[1] Respuesta a Sairen-bo, en Los escritos de Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2020, pág. 328.

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