Generar un torbellino de diálogo para despertar la naturaleza de buda inherente a todos los seres


Por Daisaku Ikeda · Octubre de 2021


En octubre de 1961, cuando vi con mis propios ojos el Muro de Berlín, que se había construido apenas dos meses antes, no pude reprimir mi indignación frente a las fuerzas del mal que dividen y separan a las personas.

Ese mismo mal, la naturaleza destructiva o demoníaca, fue lo que mi maestro Josei Toda repudió en su «Proclama para la abolición de las armas nucleares», denunciando estos arsenales que amenazan el derecho fundamental a la vida de toda la humanidad. Esta declaración fue la voluntad final que transfirió a sus jóvenes sucesores [el 8 de septiembre de 1957]. El poder supremo que vence la naturaleza demoníaca no es otro que la naturaleza de buda inherente a todos los seres.

Oré profundamente para que, en treinta años, ese muro ya no siguiera en pie, y juré generar un torbellino de diálogo para despertar esa naturaleza de buda en las personas.

Nichiren Daishonin afirma que esa naturaleza de buda que poseen todos los seres –todos los budas y bodisatvas del universo, así como las deidades del sol, la luna y el lucero matinal, e incluso los moradores del más bajo de los infiernos– «responde al nombre de Myoho-renge-kyo».[1] Por ende, si uno entona Nam-myoho-renge-kyo aunque sea una sola vez –explica– «estará llamando y congregando a su alrededor la naturaleza de buda de todos los seres vivos»[2] y su propia naturaleza iluminada «se manifestará y se hará visible»[3] también.

Nada es tan inmenso y tan poderoso como la vida de los Bodisatvas de la Tierra que entonan Nam-myoho-renge-kyo y enseñan a otros a hacer lo mismo. Nuestro movimiento por el kosen-rufu es una grandiosa gesta que abarca el cielo, la tierra y todos los seres vivientes, cuyo propósito es liberar y unir la naturaleza de buda –es decir, el poder innato positivo– de las personas cuya vida ha sido devastada por el sufrimiento y la desesperanza, y dividida por el recelo y los conflictos.

Nuestros nobles miembros, al mismo tiempo que se desafían en su propia revolución humana y abaten valientemente los muros del karma con los que topan, también oran por la felicidad de todas las personas y por la paz de las tierras donde viven. A través de derribar las barreras que dividen el corazón y la mente de los seres humanos, han construido una red global dedicada a «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», el ideal que nos legó el Daishonin.

El Muro de Berlín, símbolo de la división, cayó 28 años después de haber estado frente a él. Hoy, sesenta años después de aquel primer paso que di en Berlín, en la Alemania unificada y en toda Europa hay diligentes ciudadanos globales de la Soka que trabajan juntos en sólida unión, sin dejarse intimidar por el reto de la pandemia de COVID, dedicados a crear una deslumbrante red de paz y de armonía humana.

Recuerdo una conversación que mantuve (en 2009) con Mijaíl Gorbachov, expresidente soviético que tuvo un papel crucial en el fin de la Guerra Fría; en ella, ambos afirmamos que era hora, una vez más, de derribar los muros de la apatía y la inercia con valentía juvenil.

Por inmensas e inamovibles que parezcan ser las barreras, sigamos generando diálogos imbuidos de convicción, con voces puras y potentes, como el rugido del «rey león, monarca de todas las bestias que pisan este suelo».[4] Alcémonos serenamente sobre todos los obstáculos «como el águila, rey de todas las criaturas que vuelan por el firmamento».[5]

No hay muro de la ignorancia fundamental
que la Ley Mística no pueda demoler…
Con esta convicción, como campeones y campeonas de la Soka,
sigamos hablando en defensa de la paz,
haciendo de nuestras voces un potente rugido de león.

(Traducción del artículo publicado en la edición de octubre de 2021 de Daibyakurenge, revista mensual de estudio de la Soka Gakkai).


[1] Conversación entre un venerable y un hombre no iluminado, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 137.

[2] Ib.

[3] Véase ib.

[4] El sutra de la verdadera retribución, en END, pág. 974.

[5] Ib.

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