Grandes recuerdos de Guam


Experiencia de Kazuo Fujii, consejero de la SGI de Europa, sobre su participación en la conferencia inaugural de la SGI en Guam.

Kazuo Fujii

Fui muy afortunado de poder participar en el acontecimiento que dio origen a la historia de la SGI. Yo era un joven de 28 años, y no tenía ni idea de por qué me habían invitado. Ikeda Sensei tenía una visión muy clara de lo que debía hacer para asegurar el futuro del movimiento Soka, así como para avanzar hacia un mundo pacífico y la felicidad de la humanidad. ¡Pero nosotros no teníamos la menor idea! En 1975 debía de haber apenas un par de centenares de miembros de la Soka Gakkai en el Reino Unido. No teníamos una visión sólida del kosen-rufu en nuestro país, y mucho menos del mundo.

Fui muy afortunado de poder participar en el acontecimiento que dio origen a la historia de la SGI. Yo era un joven de 28 años, y no tenía ni idea de por qué me habían invitado…

Cuando subí al avión, en Londres era invierno. Guam es una isla muy pequeña en medio del océano Pacífico, con un cálido clima tropical y cielo azul. Al bajarnos del avión, todavía llevábamos nuestros abrigos de invierno y paraguas. Los miembros estadounidenses nos recibieron con grandes sonrisas y nos pusieron leis (guirnaldas tradicionales) de flores alrededor del cuello. No sabíamos cómo responder porque nos sentíamos avergonzados y poco preparados.

Guardo muy buenos recuerdos de aquella conferencia. Me pidieron que fuera secretario del difunto Eiichi Yamazaki (primer presidente de la SGI de Europa), además de unirme al secretariado de Sensei.

Durante la conferencia trabajé muy duro. Las actividades se sucedían durante dieciocho o veinte horas al día, y a veces yo iba de un lado a otro como un pollo sin cabeza. No tenía ni idea de lo que debía hacer ni de cuál era la mejor manera de apoyar al doctor Yamazaki. En 1975, la organización era muy diferente a como es ahora…

El doctor Yamazaki paseaba con Ikeda Sensei, tratando muchos temas importantes. Yo no sabía si debía caminar cerca de ellos o mantenerme a distancia. ¡Ni siquiera sabía si debía seguirles! Me faltaba confianza en mí mismo, y el preocuparme todo el tiempo por lo que los demás pensaran de mí me agotaba.

En las primeras horas de la mañana del 26 de enero de 1975, Ikeda Sensei […] estaba de pie en la playa, mirando hacia el océano. Tenía la mirada fija en el horizonte, como si estuviera informando al maestro Toda sobre la formación de la SGI. Me conmovió tanto verlo…

En las primeras horas de la mañana del 26 de enero de 1975, Ikeda Sensei, el doctor Yamazaki y otros máximos responsables de la Soka Gakkai estaban caminando juntos por la playa. Yo iba detrás de ellos, llevando el maletín de Yamazaki… ¡y tratando de no estar ni demasiado cerca ni demasiado lejos!

Al salir el sol, Sensei estaba de pie en la playa, mirando hacia el océano. Tenía la mirada fija en el horizonte, como si estuviera informando al maestro Toda sobre la formación de la SGI. Me conmovió tanto verlo… Finalmente, los integrantes del grupo volvieron juntos al hotel y se dirigieron al ascensor, que era bastante pequeño. Todos los responsables entraron, pero yo dudé, preguntándome qué debía hacer. Decidí no entrar en el ascensor porque no era un responsable «importante» y no había espacio suficiente.

Sin embargo, Sensei me invitó a apretujarme con ellos. Las puertas se cerraron y él siguió orientando a los responsables. Escuché atentamente. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que no tenía por qué preocuparme de lo que pensaran los demás. Debía dar lo mejor de mí en mi responsabilidad, y simplemente seguir adelante sin miedo ni ansiedad. A partir de entonces, fui con el doctor Yamazaki a todas las reuniones, incluidas algunas a las que probablemente no debería haber asistido, y lo apoyé lo mejor que pude. Aunque estaba muy cansado, disfruté de cada minuto. Aprendí a ser feliz pasara lo que pasara. Este pequeño episodio me permitió ganar mucha confianza en mí mismo, y esto ha enriquecido mi vida desde entonces.

Ikeda Sensei confiaba plenamente en la posibilidad de la paz mundial porque creía en el potencial ilimitado de cada ser humano. Al final de la reunión fundacional de la SGI, dijo: «Espero que no vayan tras la alabanza o la gloria personal, sino que dediquen sus nobles vidas a sembrar por el mundo las semillas de paz de la Ley Mística. Yo me comprometo a hacerlo».

Ikeda Sensei tenía una visión muy clara del kosen-rufu, que incluía cuestiones medioambientales, los derechos humanos y el respeto a la dignidad fundamental de la vida humana. Vivimos en una sociedad basada en el miedo y muchos líderes no saben cómo cambiar esta realidad. En estos cincuenta años, Sensei fue tomando las medidas necesarias para hacer realidad su visión. Ahora, los miembros de la Soka Gakkai comprendemos mucho mejor su visión y los líderes de la sociedad han comenzado a compartir su punto de vista.

Ikeda Sensei confiaba plenamente en la posibilidad de la paz mundial porque creía en el potencial ilimitado de cada ser humano. Al final de la reunión fundacional de la SGI, dijo: «Espero que no vayan tras la alabanza o la gloria personal, sino que dediquen sus nobles vidas a sembrar por el mundo las semillas de paz de la Ley Mística. Yo me comprometo a hacerlo».[1]

A partir de mi participación en la conferencia en Guam, en 1975, decidí hacer mía esa visión, junto con Sensei.


[1] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vols. 21 y 22, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2020, pág. 28.

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