Tenemos el placer de conversar con Paqui Jiménez Ruiz, docente en la Escuela Oficial de Idiomas de Benidorm, que ha dirigido durante dos décadas.
Paqui, tu trayectoria en la Escuela Oficial de Idiomas de Benidorm es muy extensa. Nos gustaría conocer cómo fueron tus inicios.
Coincidentemente, conocí tanto la práctica budista como la existencia de escuelas oficiales de idiomas (EOI) en el mismo año, 1986. En aquella época yo vivía en Francia, donde nací, ya que mis padres emigraron allí en los años 60.
Entonces, en 1986 viajé a Madrid con motivo de un programa de cooperación y fue durante esa estancia que supe de las EOI. Me pareció un proyecto fantástico e innovador, puesto que en ese momento las EOI solo existían en España. Yo quería ser profesora de instituto, pero ese modelo de enseñanza y su alumnado me llamaron mucho la atención. Como también quería volver a España, pensé en presentarme a una oposición para EOI.
En 1986 viajé a Madrid con motivo de un programa de cooperación y fue durante esa estancia cuando supe de las EOI. Me pareció un proyecto fantástico e innovador.
Finalmente, regresé a España a principios de los 90, pero hasta 1993 no me pude presentar a oposiciones, ya que primero tuve que convalidar mis estudios y cursar el CAP (Curso de Adaptación Pedagógica). Me presenté en Albacete porque en la Comunitat Valenciana, donde residía, no se convocaban oposiciones. Aprobé, pero sin plaza, de modo que estuve trabajando como interina en distintas EOI de Murcia.
Pasaba el tiempo y en la Comunitat Valenciana seguían sin salir oposiciones, así que me empecé a desesperar. Pero la lectura de un artículo publicado en la revista mensual de la Soka Gakkai de España de aquel momento, en el que un compañero hablaba sobre su labor en la EOI de Barcelona, me inspiró y decidí concretar mi meta de lograr un puesto de docente en una EOI en mi lugar de residencia.
Estuve trabajando como interina en distintas EOI de Murcia. Pasaba el tiempo y en la Comunitat Valenciana [donde residía] seguían sin salir oposiciones, así que me empecé a desesperar. Pero la lectura de un artículo publicado en la revista mensual de la Soka Gakkai de España […], en el que un compañero hablaba sobre su labor en la EOI de Barcelona, me inspiró y decidí concretar mi meta de lograr un puesto de docente en una EOI en mi lugar de residencia.
Las experiencias que leemos en las publicaciones de la Soka Gakkai tienen un poder ciertamente transformador… Seguramente, también esta entrevista inspirará a muchas personas. Pero disculpa la interrupción: sigue contándonos, por favor.
En 1999 me volví a presentar a unas oposiciones, esta vez en Andalucía y, de nuevo, aprobé, pero ya con plaza. Mi objetivo era ir acercándome a Alicante. Trabajé en varias EOI de Andalucía y Murcia y, finalmente, logré una comisión de servicios en Elche. Cuando finalizó el curso, una compañera me comentó que se iba a abrir una EOI en Benidorm, a tan solo 15 km de mi casa. Nadie se quería proponer para tomar el liderazgo de ese nuevo proyecto, así que, con dos compañeros, decidimos ofrecernos como equipo de dirección para llevar adelante la nueva escuela.
Eso fue en 2002, y me he mantenido en el cargo de directora hasta el 2022, momento en el que decidí dejarlo para dedicar más tiempo a mi familia, especialmente a mi madre, que necesitaba de muchos cuidados. También porque pensaba que me iba a jubilar, aunque no fue así. Dejé la dirección, pero sigo trabajando en la EOI, ahora como profesora. He vuelto a la docencia, a mis inicios.
Lo que compartes es un ejemplo de perseverancia, y de su recompensa, ¡enhorabuena! Estar al mando de una institución educativa no debe de ser tarea sencilla. ¿Podrías hablarnos sobre ese recorrido de veinte años en la dirección?
No te voy a mentir, obstáculos ha habido muchísimos y, sin el daimoku y la inspiración de las actividades de la Soka Gakkai, creo que en algunos momentos de conflicto habría dejado el cargo. Pero ahora miro hacia atrás y me quedo con lo bueno.
Para llevar adelante el proyecto de la EOI de Benidorm siempre tuve en mente la filosofía de la educación para la creación de valor de Tsunesaburo Makiguchi y los valores de la Soka Gakkai. Aunque en mis dos décadas en la dirección siempre fui muy estricta, busqué en todo momento que el equipo de dirección, el claustro docente, el personal administrativo y de servicios y los demás trabajadores estuviéramos unidos, trabajando todos en una misma dirección: buscar lo mejor para el alumnado.
Obstáculos ha habido muchísimos y, sin el daimoku y la inspiración de las actividades de la Soka Gakkai, creo que en algunos momentos de conflicto habría dejado el cargo.
Los docentes que han pasado por esta escuela siempre han destacado su ambiente excepcional. La recuerdan como un modelo que les ha permitido forjarse y que les ha servido cuando se han trasladado a otros destinos.
Tuve la gran fortuna de que, al cumplir los veinte años de la creación de la escuela, se celebrara un evento en el Ayuntamiento que culminó con el reconocimiento por mi trayectoria. Fue una gran sorpresa porque no solo participaron estudiantes y el equipo actual: también lo hicieron docentes, personal no docente y alumnos que habían pasado por la escuela tiempo atrás. Sentí mucha gratitud y también alegría al constatar que todos los esfuerzos que había hecho, siempre junto con el equipo de la escuela, habían tenido sus frutos.
Los docentes que han pasado por esta escuela siempre han destacado su ambiente excepcional. La recuerdan como un modelo que les ha permitido forjarse y que les ha servido […] [en] otros destinos.
Qué gratificante, sin duda. Al inicio has comentado que conociste el budismo a la par que la existencia de las EOI, y tus respuestas revelan un nexo entre tu práctica budista y tu desempeño profesional…
Siempre tuve en la mente que el budismo es la vida cotidiana. No tenía otra forma de entenderlo. Y tampoco puedo entender mi contribución a la génesis y el desarrollo de la EOI de Benidorm al margen de mi práctica budista.
Desde el inicio, la meta de que se abriera una EOI en esta ciudad respondía al deseo de aportar cultura a una urbe copada por el ocio. Y que se hiciera realidad fue algo místico. Hoy, todavía me asombro de que la Conselleria abriera este centro educativo en esta ciudad en ese preciso momento.
Todo ha ido encajando como un rompecabezas, pieza por pieza. Eso no significa que las cosas me hayan ido cayendo del cielo; he trabajado mucho y, sobre todo, he sido constante. Gracias a esa constancia y determinación, y con espíritu de nunca dejarme vencer, he logrado hacer realidad cada uno de mis objetivos. Curiosamente, las oportunidades siempre han aparecido, valga la redundancia, en los momentos más oportunos de mi vida.
Además, he tenido la buena fortuna de estar rodeada de personas excepcionales que permanecerán siempre en mi corazón. Los equipos con los que he trabajado siempre han compartido el entusiasmo por avanzar, proponer ideas con sentido y seguir formándonos para mejorar cada día.
Todo ha ido encajando como un rompecabezas, pieza por pieza. Eso no significa que las cosas me hayan ido cayendo del cielo; he trabajado mucho.
¡Qué alentador, Paqui! Desde la EOI también se edita una revista, ¿verdad?
En el curso 2009-10 decidimos iniciar el proyecto de La Revista con el objetivo de dar a conocer nuestra escuela. Las EOI son poco conocidas y, en muchas ocasiones, se opta por ir a una academia simplemente porque se desconoce la existencia de estas escuelas públicas. Empezamos a plantearnos cuál era la mejor forma para comunicarnos con la gente y surgió la idea de una publicación anual.
En La Revista buscamos mostrar al público lo que hacemos en la EOI de Benidorm. No solo los cursos de idiomas que ofrecemos, sino todas las actividades que se llevan a cabo en la escuela. Es una experiencia colaborativa estupenda; un espacio en el que todo el equipo de la EOI y también el alumnado aportan su grano de arena.
Para terminar, ¿cómo has vivido tu reciente retorno a la docencia?
Estoy muy agradecida por esta nueva oportunidad. La experiencia de volver a la docencia, tras veinte años en la dirección sin dedicarme exclusivamente a dar clase, ha sido maravillosa.
Cuando se consigue unir al grupo, que está formado por personas tan heterogéneas (tenemos alumnos desde los catorce hasta los ochenta años, de múltiples nacionalidades y distintos ámbitos socioprofesionales), se crea un ambiente muy especial, en el que, muchas veces, comparten sus vivencias con los demás. Es una especie de burbuja donde, además de aprender, se socializa; donde se encuentra algo que no sé definir bien, pero que atrae.
Además, para mí es una vía de doble sentido, porque de la misma manera que la escuela y yo ofrecemos a los estudiantes un aprendizaje, ellos me aportan a mí… Puedes entrar al aula con un estado vital bajo y, cuando termina la sesión, salir con una energía totalmente renovada.
Estoy muy agradecida por esta nueva oportunidad. La experiencia de volver a la docencia, tras veinte años en la dirección sin dedicarme exclusivamente a dar clase, ha sido maravillosa.
Esta nueva etapa tiene un significado adicional. Cuando era directora, mis conversaciones estaban más acotadas, mientras que ahora, como profesora, me siento más libre. Muchas veces, los alumnos y alumnas se acercan a mí antes o después de clase y abren sus corazones. Esos diálogos fuera de horas son un escenario magnífico para compartir los valores que cultivo e, incluso, la filosofía y la práctica budistas en que se sustentan.
Es un aprendizaje para mí, porque me hace ser más consciente aún de que todo el mundo tiene problemas. Muchas personas se inscriben a francés en la escuela porque les han aconsejado hacer alguna actividad y el aprendizaje de idiomas es beneficioso. En mi corazón, estoy convencida del significado profundo que tiene el que hayan llegado a mi clase…