La Campaña de Febrero de la nueva época


En febrero de 1952, en la Soka Gakkai se inició una tradición: la de hacer de la llegada del segundo mes del año una oportunidad para expresar activamente el agradecimiento por haber conocido el budismo. ¿Cómo? Dándolo a conocer también a otras personas. Fue a raíz de la iniciativa de un joven Daisaku Ikeda, quien lideró en Kamata, Tokio, lo que hoy conocemos como la Campaña de Febrero. Él y los miembros locales mostraron en el transcurso de aquel mes el camino hacia el kosen-rufu en la época contemporánea. Tomando este logro como inspiración para el momento actual, publicamos un ensayo de Daisaku Ikeda en el que rememora y reflexiona sobre el episodio.


El 3 de mayo de 1951, habiendo superado un invierno de adversidades, mi maestro Josei Toda asumió la segunda presidencia de la Soka Gakkai. Ese histórico día, anunció que la gran meta de su vida sería llevar la cantidad de miembros de la organización a 750 mil familias que abrazaran la fe en el Gohonzon.

Sin embargo, propagar la Ley Mística es la más difícil de todas las empresas. Lo cierto es que, en aquella época, nuestras iniciativas para dar a conocer el budismo no estaban dando los resultados esperados. Los responsables estaban perplejos, sin saber realmente qué hacer para que la difusión del budismo cobrase ímpetu.

En respuesta, el presidente Toda dijo: «La última de sus preocupaciones debería ser la estrategia y los medios para gestionar la organización o los procedimientos para ponerla en marcha. […] La fuerza que mueve la Soka Gakkai es la absoluta convicción y la pasión por la fe. Lo que necesitamos es hacer surgir esta convicción y esta pasión por la fe como una energía que circule por todos nuestros miembros». En otras palabras, lo que nos dijo fue: no se enfoquen en los procedimientos y en los medios; en cambio, vuelvan al punto de partida de la fe. Actúen con convicción y pasión, y abran el camino para el desarrollo de nuestro movimiento a través de emplear la estrategia del Sutra del loto, es decir, la fe en la Ley Mística.

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El maestro establece los principios. Depende de los discípulos emprender la acción para ponerlos en práctica.

Como representante del Departamento de Hombres Jóvenes, una vez estuve a cargo de una presentación titulada La convicción de los jóvenes en una reunión general de la sede central para responsables de la Soka Gakkai (en noviembre de 1951). El deseo que me motivaba como discípulo de Toda Sensei era tomar la iniciativa y lograr un punto de inflexión en nuestra lucha:

Demostrar la validez y la verdad de las enseñanzas del Daishonin depende íntegramente de los esfuerzos de la Soka Gakkai y del Departamento de Jóvenes. […] Como joven firmemente comprometido a triunfar sobre los ataques de los tres enemigos poderosos,1 declaro mi determinación de captar la atención de personas de todo el mundo y de vencer en nuestra gloriosa lucha [por el kosen-rufu], respondiendo de ese modo a las expectativas del maestro Toda.

Recuerdo que, mientras pronunciaba estas palabras en el escenario, Toda Sensei me observaba con una expresión de felicidad.

Nichikan Shonin (1665-1726), un gran restaurador del budismo de Nichiren Daishonin, escribe en su comentario sobre el tratado Saldar las deudas de gratitud: «El deseo de todos los maestros es forjar y capacitar a sus discípulos para que proclamen ampliamente la gran Ley». En otras palabras, el único propósito del maestro es que los discípulos puedan actuar con libertad para promover el kosen-rufu. Por lo tanto, Nichikan Shonin llega a decir que los discípulos deben «saldar la deuda de gratitud contraída con su maestro trasmitiendo la Ley y beneficiando a los demás». Como discípulos, la forma más cabal de responder a nuestro maestro es dedicarnos a transmitir la Ley Mística y guiar a la mayor cantidad posible de personas a una existencia de auténtica felicidad.

Decidido a dar grandes pasos en la propagación, pasos de los cuales el maestro Toda pudiese estar realmente orgulloso, me lancé a la Campaña de Febrero al frente del distrito general Kamata. Ese frío invierno de 1952 yo tenía veinticuatro años.

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La chispa que de verdad encendió la Campaña de Febrero fue una reunión de emergencia a la cual se convocó a los responsables de unidad (equivalentes a lo que hoy serían los responsables de grupo). Junto con los ciento treinta miembros que desafiaron el frío glacial y llegaron ese día al encuentro, juré: «Febrero es el mes en que nacieron tanto Nichiren Daishonin como el maestro Toda. Hemos podido conocer la fe en la Ley Mística gracias a que el Daishonin vivió en este mundo y gracias a la lucha heroica de Toda Sensei en la posguerra. ¡Logremos una victoria resonante en nuestras actividades de propagación este mes de febrero, en expresión de nuestro agradecimiento!».

No hay nada tan fuerte o sublime como la persona cuyo corazón está siempre colmado de gratitud. En el mundo del budismo, el agradecimiento es el cimiento de todo.

El Daishonin escribe: «Los que se conviertan en discípulos y seguidores laicos de Nichiren deberán comprender los profundos lazos kármicos que comparten con él y propagar el Sutra del loto de la misma manera que él lo hace».2 Con el corazón embargado de gratitud, todos en Kamata nos pusimos de pie con la poderosa determinación de transmitir la Ley Mística a los demás, tal como el Daishonin instruye en este pasaje. Aunque éramos personas comunes, nuestro corazón vibraba en relación directa con el Daishonin, y por eso en cada uno de nosotros comenzaron a fluir el valor, la sabiduría y el amor compasivo del Buda. Y rebosamos de orgullo y convicción.

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En aquellos días, se daba por asumido que el número máximo de nuevos miembros que podían ingresar en un distrito general de la Soka Gakkai en el transcurso de un mes era cien.

Pero, durante la campaña de Kamata, más que fijarnos una meta para el distrito general, enfocamos la atención en cada unidad (o grupo) y nos propusimos que cada una llegara a sumar dos nuevas familias. Yo propuse también las siguientes tres pautas concretas: 1) Comenzar por recitar daimoku, 2) valorar a nuestros vecinos y 3) compartir nuestras experiencias de fe.

Yo había puesto en práctica esas tres guías personalmente. Ayudé a superar la crisis financiera de la empresa de Toda Sensei a través de orar «con el fervor del que busca hacer fuego con leña húmeda o extraer agua de la tierra reseca».3 Siempre había tenido la actitud de saludar cordialmente a los vecinos del complejo de apartamentos Aoba de Omori, en el barrio de Ota, y había dialogado con ellos sobre el budismo en cada oportunidad posible. Recuerdo con afecto las veces que hice el gongyo con algunos de estos vecinos en mi minúsculo apartamento. Además, había hablado a muchas personas sobre mi experiencia personal de superar la enfermedad mediante la práctica budista.

Apartamentos Aoba de Omori, en el barrio tokiota de Ota, en los que vivió durante una etapa de su juventud Daisaku Ikeda | Foto: Cortesía de Seikyo Shimbun

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Los miembros llegaron a compartir mi apasionada determinación de lograr un resultado que motivara la aprobación del maestro Toda.

«No depende de los demás. Depende de nosotros mismos. Debemos actuar ahora, no en algún momento futuro. ¡No es imposible! ¡Podemos hacer que ocurra!». De forma progresiva y natural, el corazón de los miembros de Kamata se alineó con el gran juramento del kosen-rufu de Toda Sensei, y todos comenzaron a actuar como discípulos imbuidos del mismo compromiso que su mentor.

Los Bodisatvas de la Tierra aparecen en este mundo voluntariamente para llevar a cabo la amplia propagación de la Ley Mística junto con su maestro. Todos los miembros de la Soka Gakkai son grandes bodisatvas como estos. Cuando tomamos conciencia de nuestra misión como Bodisatvas de la Tierra, no podemos menos que mostrar nuestro verdadero potencial como extraordinarios paladines del kosen-rufu. No hay obstáculo ni limitación que no podamos superar. A través de dedicarnos a los esfuerzos de propagación con este espíritu, los miembros de Kamata no solo pudimos fácilmente romper el techo mensual de nuevos ingresos, que era de cien familias, sino que superamos las doscientas. […].

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¿Cómo pude liderar a los miembros a la victoria en la Campaña de Febrero […]? En última instancia, porque me esforcé al máximo para alentar a cada persona que tenía frente a mí.

El kosen-rufu comienza por la revolución humana de una sola persona. Un individuo que ha decidido ponerse en acción inspira a otro a hacer lo mismo. Esa segunda persona inspira a otra. El coraje despierta coraje. Esta infinita cadena de renovada determinación que se transmite de una persona a la otra es la fórmula invariable para desarrollar nuestro movimiento. Por eso, para lograr un resultado exponencial en el desarrollo del kosen-rufu es indispensable forjar la mayor cantidad posible de personas comprometidas.

El célebre inventor norteamericano Thomas Edison (1847-1931), quien nació el mismo día que Toda Sensei, dijo: «En cada cosa existe un diamante en bruto. Si uno lo talla, brillará».4 Todos nuestros miembros son nobles valores humanos que resplandecen como diamantes. Cada uno de ellos tiene la misión de mostrar la grandeza del budismo de Nichiren Daishonin. Son personas de un valor sin parangón.

Por ese motivo, mi gran deseo era alentar a todas las personas que estaban esforzándose con tanto ahínco en la primera línea de nuestro movimiento durante la Campaña de Febrero de 1952. Oré seriamente para que todas pudieran participar con alegría en ella, y procuré por todos los medios posibles inspirarlos para que desplegaran libremente su potencial.

En aquella época, yo era el más joven de los responsables del distrito general Kamata. Si hubiera convocado reuniones y me hubiese dado aires de importancia, ¿quién me habría escuchado? Mi única opción era ponerme a actuar yo mismo, salir al encuentro de la gente de forma personal y compartir la lucha caminando junto a los miembros por las calles en medio del frío invernal.

Me entregué con alma y vida en cada reunión de diálogo en la que participé, en cada visita hogareña que hice, en cada carta de aliento que escribí. Consideré cada actividad como una batalla decisiva.

Si un miembro tenía dificultad para hablar con los demás sobre el budismo, lo llevaba conmigo cuando salía a dialogar sobre la práctica con otros, para que pudiera tomar ejemplo. Y, en lugar de acaparar la palabra, pedía a otros miembros presentes que contaran sus experiencias personales en la fe o que explicaran conceptos fundamentales del budismo a nuestros interlocutores. De esa forma, todos fueron adquiriendo seguridad y convicción.

Los que me superaban en edad también se pusieron de pie a luchar a mi lado. Recuerdo que, como joven, me gratificó y me alentó mucho que hombres de cuarenta y tantos me acompañaran con entusiasmo para que nuestra campaña avanzara.

Todos los miembros de Kamata se empeñaron al máximo para difundir el budismo del Daishonin entre sus conocidos, a pesar de los problemas personales que cada uno tenía. Este tipo de valentía es lo que alienta a otros a extraer la vitalidad y la fortaleza para ponerse de pie y superar las dificultades con bravura.

Nadie podía estar sin hacer nada. Todos sintieron el impulso de tomar acción. Incluso las personas que nunca habían hablado de su práctica budista con otras y los nuevos miembros que todavía no se sentían seguros para entablar diálogos pudieron dar un resuelto paso adelante.

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La unión que derivó de valorar a cada persona fue, con justa razón, la fuerza motriz para la victoria de esa Campaña de Febrero. Como escribe el Daishonin: «Aunque Nichiren y sus seguidores sean pocos, como son individuos distintos pero unidos por un mismo pensamiento, sin falta cumplirán su gran misión de propagar ampliamente el Sutra del loto [Nam-myoho-renge-kyo]».5

Al tomar la iniciativa para abrir el camino frente a nosotros, tomé todas las precauciones posibles para que todos pudieran desplegar sus capacidades individuales y trabajar juntos en unión y respeto. En particular, alenté a los jóvenes a que solicitaran la ayuda de miembros mayores, con sólidas experiencias de haber probado en la vida real la fuerza de la fe en la Ley Mística, para poder dialogar sobre el budismo con otros.

Todos los miembros de Kamata trabajaron juntos en equipo. Cuando se enteraban de que alguien estaba sufriendo, iban a alentarlo y a hablarle sobre el budismo. Las reuniones de diálogo se llevaban a cabo casi de forma diaria, con el afán de aliviar el padecimiento de la gente e impartir alegría. […]

Al animarse cada miembro a conversar con un amigo tras otro e ir sembrando las semillas de la budeidad, «permitiendo que la gente escuche la enseñanza»,6 una ola de alegría impregnó el distrito general Kamata. Perdimos la cuenta del número, pero seguramente sumamos a cientos de personas a esa corriente de diálogo.

A finales de febrero, después de haber dado todo de nosotros, logramos un resultado de propagación sin precedentes al sumar 201 nuevas familias al distrito general. Todo el mundo había logrado superarse. Nuevos miembros infundieron nueva energía, y esta refrescante unión impulsó una nueva ola de desarrollo. […]

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«Quien intente propagar las enseñanzas del budismo deberá comprender la capacidad y la naturaleza básica de las personas a las que se dirige»,7 expresa Nichiren Daishonin en Enseñanza, capacidad, tiempo y país, un escrito redactado […] en febrero de 1262.

Hoy prevalece en el mundo una sensación general de inquietud hacia el futuro, dados los difíciles problemas y desafíos a los que hace frente la humanidad. Pero […] precisamente por este motivo es más imperioso que nunca que nos involucremos en un diálogo por la paz duradera, confiando en el ilimitado potencial de todos los seres humanos, con el mismo espíritu que dejó plasmado el Daishonin en su tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra. Necesitamos unirnos en esta causa para disipar el estancamiento que impregna la sociedad, creyendo en las posibilidades nuestras y de los demás y trabajando unidos para hacer surgir esas capacidades.

[…] Hoy, una vez más, mis amados compañeros están iniciando una nueva Campaña de Febrero en los más diversos lugares, esforzándose con seriedad por transmitir a otras personas las enseñanzas del Daishonin, día tras día.

¡En esta época tan significativa, avancemos enérgicamente con el corazón rebosante de fuerza juvenil, junto a los jóvenes!

(Extracto del artículo publicado en dos entregas el 7 y el 8 de febrero de 2012 en el Seikyo Shimbun).


  1. Tres enemigos poderosos: Tres clases de personas arrogantes que persiguen a los que propagan el Sutra del loto en la época malvada posterior a la muerte del Buda. Alude a ellos la estrofa de veinte versos del capítulo «Aliento a la devoción» (13.º) del Sutra del loto. Miao-lo de la China los clasificó como 1) laicos arrogantes, 2) sacerdotes arrogantes y 3) falsos venerables arrogantes.
  2. Carta a Jakunichi-bo, en END, pág. 1039.
  3. La refutación de los actos contra la Ley y la erradicación de las faltas, en END, pág. 466.
  4. HAMADA, Kazuyuki: Ejison no Kotoba (Palabras de Edison), Tokio: Daiwa Shobo, 2003, pág. 10.
  5. Distintas personas con un mismo propósito, en END, pág. 648.
  6. Hay dos formas de sembrar las semillas de la budeidad: sembrar permitiendo que alguien escuche la enseñanza y sembrar guiando a alguien a tener fe en la enseñanza. En Comentario sobre «Palabras y frases del “Sutra del loto”», Miao-lo señala: «Ya sea que uno acepte o rechace la enseñanza, de todas formas, crea un lazo con ella, por el solo hecho de que entre en sus oídos. A la larga, este vínculo le permitirá lograr la liberación, tanto por adhesión como por oposición». «Sembrar las semillas permitiendo que alguien escuche la enseñanza» significa que, al dar a conocer la Ley a otro, uno crea la causa o semilla para que, con el tiempo, esa persona logre la budeidad, aunque inicialmente se muestre reacio a aceptarla.
  7. Enseñanza, capacidad, tiempo y país, en END, pág. 50.
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