En su propuesta de paz de este año, Daisaku Ikeda detalla cómo la fundación de la Soka Gakkai por Tsunesaburo Makiguchi y Josei Toda se caracterizó por su compromiso con la educación de los más vulnerables. En un momento propicio para recordarlo, presentamos a continuación una selección de experiencias de docentes que trabajan para mantener vivo este legado y «encender una luz de esperanza real en el corazón de sus pequeños alumnos».[1]
Itsasne Barrena, tutora de educación infantil · Arrasate/Mondragón
Desde el inicio de la cuarentena todo ha sido muy intenso. Mis hijos de 7 y de 9 años me han visto redoblar mi daimoku diario de una a dos horas, lo cual, entre otras cosas, me ha servido para enfrentar el desafío tecnológico que suponía mandar vídeos a mis pequeños alumnos de 4 y 5 años. Además de mi ignorancia informática tuve que vencer el pudor a dar la cara en pantalla. Pero decidí dar el salto y confiar. Llamé primero a cada familia –algunas, al principio reticentes– para explicarles qué hacer con los niños en casa, y luego conectar con los pequeños uno a uno, de corazón a corazón, porque lo más importante no eran los deberes, sino fortalecer el vínculo personal con ellos. Salió bien: he contado cuentos a la cámara, he hecho guiñoles con sus nombres, he recitado versos… y también he conseguido que se vieran los unos a los otros para aliviar su sensación de soledad. Algo impensable antes para mí. Y todo esto, por supuesto, sin descuidar a mis propios hijos, hacer la compra y sacar al perro. ¡Menos mal que mi marido es cocinero! Además, no sé cómo, pero también he conseguido sacar tiempo para la traducción al euskara junto con tres compañeras de El logro de la budeidad en esta existencia, de Daisaku Ikeda. Todo empieza con el daimoku de la mañana, y gracias a él la Ley aflora dentro de mí. |
Ana Beatriz Corona, maestra de música en educación primaria · Badalona
Doy clases en una escuela de máxima complejidad, en un barrio desfavorecido, donde soy testigo de historias personales muy duras, y no me resultó fácil ganarme la confianza de los alumnos ni de sus familias. Al principio enseñaba inglés, pero después determiné en mi daimoku aprobar la oposición para maestra de música, mi vocación, y lo conseguí: en septiembre asumo mi plaza. En los tres años que llevo en el colegio me he enfrentado a situaciones complicadas, incluida alguna agresión. Esto, más la falta de respaldo de un sistema bastante burocrático, ha convertido mi trabajo en un fuerte desafío diario.
Cuando empezó el confinamiento determiné que mis alumnos desarrollaran el deseo de aprender. La brecha digital entre familias es importante, y esto me ha obligado a hablar con algunos niños por teléfono. No ha sido fácil, pero tengo muy presente la figura de Tsunesaburo Makiguchi y su inspiradora teoría sobre la creación de valor, que intento aplicar a diario. Gracias a esto, he conseguido conectar con los niños y sortear distancias que antes parecían insalvables.
Mi determinación en este momento ante el Gohonzon es transformar la situación de modo que los educadores podamos desarrollar nuestra labor en condiciones de seguridad y calma. |
Laura Gómez, maestra en inglés y tutora de educación primaria · Madrid
Soy maestra de niños de entre 6 y 8 años en la asignatura de Inglés así como del programa bilingüe de Arte y Ciencias Naturales de mi colegio. Desde que practico el budismo Nichiren he visto revolucionados muchos aspectos de mi vida, y el trabajo ha sido uno de los más importantes. A veces por cierta falta de confianza en mí misma, me cuesta conectar con mis alumnos y sus familias. Otras veces compruebo como se abren a mí compartiendo motu proprio asuntos personales; esto me sirve para ponerlo en mi daimoku y ayudar a su felicidad.
Desde Semana Santa, poco después de la llegada de la pandemia, me propuse vencer mis resistencias, llamar a las casas de mis alumnos –muchos, en entornos castigados económicamente y con dificultades de acceso a nuevas tecnologías– e ir más allá del aspecto académico que, siendo importante, lo es menos que el sanitario y el emocional.
Ikeda me inspira cuando nos recuerda la necesidad de no dejar a nadie atrás; también la filosofía de Makiguchi sobre la creación de valor. Ambos me han guiado en esta situación tan complicada. Mi determinación más fuerte es poder trabajar en un ambiente más acorde con los ideales humanistas que aprendo en la Soka. |
Jaime Moreno, actor y profesor de interpretación · Madrid
Como muchos actores al principio de sus carreras, yo compaginaba la actuación y la enseñanza de la interpretación con un trabajo en la hostelería. Cuando llegó la pandemia sucedieron varias cosas: me despidieron del restaurante en el que trabajaba y se produjo una caída en el número de alumnos a los que daba clase de actuación. Con este panorama adverso, me propuse recitar daimoku de manera más intensa y consciente, y esto me permitió reaccionar con rapidez: antes de que el teletrabajo se impusiera en muchas empresas, en el grupo de actores a los que doy clase empezamos a hacer monólogos ante la cámara, y de este modo aprendimos a usar un instrumento con el que no estábamos tan familiarizados. Una compañera docente a la que pedí consejo me propuso ofrecer esta forma de enseñanza online a niños y adolescentes y, después de enviar la propuesta a muchas empresas, finalmente desde la Asociación Víctimas del Terrorismo me han contratado para dar clases de actuación a niños en junio y julio.
La interpretación es un mundo muy difícil y lleno de altibajos, y ante el Gohonzon he visto con claridad que no solo quiero seguir dedicándome a esta profesión, sino que merezco condiciones laborales dignas. Esto es para mí una prueba de que se puede transformar el veneno en medicina. |
[1] ↑ IKEDA, Daisaku: La construcción de una era de solidaridad humana: Hacia un futuro para todos. Propuesta de paz de 2020, en proceso de publicación en castellano.