La gratitud nos hace humanos


Un rasgo común a diferentes culturas y religiones a lo largo de la historia ha sido la expresión del agradecimiento en el tramo final del día, tras la temporada de cosecha, al final del año… También en el budismo, y específicamente en el budismo Nichiren, la gratitud activa es fundamental, y una escritura budista describe a Shakyamuni como alguien que, esencialmente, retribuía las atenciones recibidas. Un aspecto clave de esto, desde la perspectiva Soka, se resume en el título del primero de los dos capítulos de La nueva revolución humana a los que aludimos en esta sección para cerrar el año: «Gratitud hacia el maestro».


En el segundo capítulo del volumen 18 de La nueva revolución humana se narra el encuentro que Shin’ichi Yamamoto tiene, en 1973, con quien más de tres décadas antes había sido maestro suyo en la escuela primaria; una persona que «había estimulado su interés en más cosas de las que jamás podría contar».[1] Los pasajes que citamos en el primer apartado de esta sección, que siguen a dicho relato, ahondan en el significado de las deudas de gratitud en el budismo.

En el segundo apartado, reproducimos un fragmento del segundo capítulo del volumen 4, «El triunfo», que nos permite profundizar en la ofrenda budista como manifestación genuina del agradecimiento sincero.

EL ESPÍRITU DE GRATITUD PROVIENE DE LA FE

«Su fuerte sentimiento de gratitud […] se extendía a todas las personas que lo habían ayudado a lo largo de la vida. Esto provenía de su fe.

Una enseñanza fundamental del budismo es el principio del origen dependiente; la idea de que nada existe solo, que todo fenómeno surge de relaciones interdependientes, en respuesta a diversas causas y condiciones.

Nada existe en soledad. Todas las cosas están intrínsecamente relacionadas y se influencian unas a otras. Lo mismo ocurre con las personas. Todos somos apoyados, ayudados e influidos por otros. Deberíamos estar agradecidos no solo a nuestros padres, hermanos y maestros, sino a todas las personas del mundo.

[…] La gratitud hacia los maestros de la cual habla el Daishonin es el sentimiento que él albergaba hacia Dozen-bo, con quien había estudiado al ingresar en el templo Seicho-ji en la provincia de Awa […] a los doce años. Dozen-bo le temía al administrador local Tojo Kagenobu, ardiente creyente del Nembutsu, y por eso –aun cuando el Daishonin estableció su enseñanza– permaneció fiel al Nembutsu con el afán de protegerse. Pero como Dozen-bo era el primer maestro que le había enseñado el budismo, el Daishonin conservaba un profundo sentimiento de gratitud hacia él y se esforzó en saldar por completo esa deuda.

Shin’ichi pensó: “En comparación, ¡cuán profunda es la deuda de gratitud que tengo con el maestro Makiguchi, quien dio la vida en bien de la enseñanza correcta, y con mi mentor Josei Toda, quien construyó la base para el kosen-rufu en Japón! ¡Cuán afortunado soy de haber encontrado estos dos excepcionales maestros!”.

[…] Es crucial que los discípulos se desarrollen hasta el punto de superar al maestro, dedicándose seriamente en pro de la Ley y trabajando por mejorar la sociedad. Los beneficios que obtengan serán un tributo a su mentor, y también, el honor más elevado a la memoria de este. De hecho, mediante las acciones de los discípulos se reconoce la verdadera calidad de quien los guio, y se concretan los sueños y visiones del maestro».[2]

SEMBRAR BUENAS SEMILLAS EN EL CAMPO DE LA BUENA FORTUNA

«[En 1961] la velocidad que había adquirido el desarrollo de Gakkai exigía la construcción de un mayor número de templos y centros culturales y comunitarios, y para eso era necesario el apoyo financiero de un mayor número de contribuyentes. Pero Shin’ichi se mostraba renuente.

No había duda de que los miembros estaban recibiendo beneficios como resultado de su práctica, pero pocos podían ser catalogados de “prósperos”; después de todo, la mayoría se había visto motivado a abrazar la fe debido a dificultades económicas o enfermedades. Y Shin’ichi no quería agregarles una carga más.

Sus sinceras contribuciones […] sembrarían «óptimas semillas en un campo de buena fortuna» en sus vidas.

[…] Shin’ichi abrió el Gosho. Quería estudiar seriamente una vez más, el verdadero significado de las ofrendas budistas, a la luz de las enseñanzas del Daishonin. Primero leyó La ofrenda de arroz, una carta que Nichiren Daishonin había escrito a un creyente laico agradeciendo el envío de arroz y otros objetos al monte Minobu.

[…] Shin’ichi Yamamoto pasó luego al gosho El cuerpo y la mente de los seres. Se detuvo en un pasaje casi al final de la carta. Lo leyó una y otra vez, sintiendo su profundo significado:

Aunque uno lleve a cabo actos meritorios, si estos se dirigen a algo que no es verdadero, esas acciones podrán traducirse en un gran mal, pero nunca en bien. A la inversa, aunque uno sea ignorante y haga magras ofrendas, si las entrega a aquel que proclama la verdad, obtendrá un inmenso mérito. ¡Cuánto más es el caso de aquellos que, con toda sinceridad, hacen ofrendas a la enseñanza correcta![3]

[…] El Daishonin concluye el escrito alabando el espíritu de ese seguidor que le había enviado ayuda al monte Minobu: “Tenga la certeza de estar sembrando óptimas semillas en un campo de buena fortuna. Cuando pienso en ello, no puedo contener las lágrimas”.[4]

Dedicarse al kosen-rufu significa sembrar “óptimas semillas en un campo de buena fortuna”; Shin’ichi había estado absolutamente convencido de esto desde su juventud. Recordó los días en que se esforzaba por proteger y apoyar a Josei Toda. En ese entonces, su maestro estaba asumiendo el liderazgo de la propagación y tenía serias dificultades financieras. […] Pero él sabía que apoyar a ese gran león que se había levantado solo para difundir la Ley era el modo de proteger a la Soka Gakkai y de concretar la meta del kosen-rufu.

«Shin’ichi […] recordó los días en que se esforzaba por proteger y apoyar a Josei Toda […] para difundir la Ley» | Ilustración: Cortesía de Seikyo Shimbun
[…] Siempre que recibía algo de su sueldo, utilizaba una parte considerable para apoyar las actividades de Toda en la promoción del kosen-rufu, y esa actitud lo llenaba de orgullo. […] No había actuado de ese modo a instancias de alguien. Lo había hecho espontáneamente y con júbilo. Era la expresión de una fe sincera, el reflejo de su profunda decisión: dedicar la vida a propagar el budismo del Daishonin por todo el mundo.

Después de pensarlo mucho, y tomando en cuenta las admoniciones del Daishonin y su propia experiencia, Shin’ichi decidió que todos los miembros participaran. De ese modo, sus sinceras contribuciones […] sembrarían “óptimas semillas en un campo de buena fortuna” en sus vidas».[5]


[1] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana. Volúmenes 17 y 18, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2020, pág. 309.

[2]Ib., pág. 310-311.

[3] ↑ En END, pág. 1180.

[4] ↑ Ib.

[5] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana. Volúmenes 3 y 4, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2010, págs. 261-268 (texto adaptado).

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