La paz mundial en mi vida cotidiana


Ana Belén Santos · Madrid


Ana Belén, en familia

Este mes de mayo se han cumplido once años desde que ingresé como miembro en la Soka Gakkai, y precisamente en estos días he vivido un momento de dinamismo que me ha recordado aquellos inicios, cuando fui consciente de que la práctica genera transformaciones en mi vida cotidiana y en mi entorno; y de que esos cambios forman parte de una revolución humana que va más allá de una misma. Como dice Sensei: «La transformación interior que logramos, a cada momento, recitando Nam-myoho-renge-kyo no solo conduce a un cambio en nuestro enfoque mental, sino a una revolución que afecta toda nuestra forma de vivir. […] Además, ese cambio genera olas concéntricas que se expanden y abarcan a toda la humanidad, en un proceso que denominamos “kosen-rufu“».[1]

Con el comienzo de la guerra en Ucrania, en mi grupo de diálogo había surgido una profunda preocupación por la paz mundial. Nos preguntábamos cada uno: «¿Qué puedo hacer yo por la paz, aquí y ahora?».

Alentada por la campaña «El uno es madre de diez mil», personalmente me determiné a tomar una pequeña acción por el kosen-rufu cada día después del gongyo de la mañana. Era como «lanzar una pequeña piedrecita» para generar «olas concéntricas» de expansión.

Comencé con las personas de mi entorno, enviándoles palabras de aliento de mi maestro, preguntándoles por su salud, su familia y problemas cotidianos. Seguí orando por las personas que están sufriendo en Ucrania, Rusia u otras regiones en conflicto. Y, pronto, esas acciones que llevaba a cabo «hacia fuera», por la paz en el mundo, se comenzaron a transformar en acciones «hacia dentro», hacia mi propia vida, ya que terminé preguntándome: «¿Cuáles son mis guerras cotidianas?».

Acciones que llevaba a cabo «hacia fuera», por la paz en el mundo, se comenzaron a transformar en acciones «hacia dentro» […], ya que terminé preguntándome: «¿Cuáles son mis guerras cotidianas?».

Desde hace años, mi pareja y yo vivimos épocas de desencuentro, principalmente por la crianza de nuestro hijo, y a veces no conseguimos hablar de determinados temas sin terminar discutiendo.

En estas semanas, a raíz de esta determinación por la paz, se ha producido un gran cambio en nuestros corazones: los desencuentros se han ido convirtiendo en una oportunidad para encontrarnos como pareja y para volver a escucharnos.

He tomado muchas otras pequeñas acciones concretas, como acercarme a los miembros de la familia con los que estoy distanciada, o alentar a varias amigas con las que hace tiempo que no hablaba y que estaban en momentos de desesperanza con su pareja o familia.

¡He experimentado una verdadera expansión de los diálogos en todo mi entorno, y cuatro amigas incluso han participado en las últimas reuniones de diálogo!

Esta experiencia me llena de alegría y me da una nueva visión de los conflictos: la esperanza de que la paz en el mundo es posible y empieza con una gota que genera ondas expansivas. El Gosho afirma que «lo importante es el corazón»,[2] y Sensei hace notar que, como el corazón no brilla a menos que lo hagamos resplandecer, «Hay que tallar y pulir el diamante de nuestra fe […] entonando Nam-myoho-renge-kyo y trabajando por el kosen-rufu»[3], y establecer así una felicidad indestructible.


[1]IKEDA, Daisaku: Sabiduría para ser feliz y crear la paz. Parte 1, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2021, págs. 123-124.

[2]El tambor en el Portal del Trueno, en END, pág. 993.

[3]IKEDA, op. cit., pág. 122.

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