Las bases de una ética compartida


Publicamos una entrevista a Juan José Tamayo, profesor emérito de teología y ciencias de las religiones, escritor y promotor del diálogo interreligioso.

Juan José Tamayo | Foto: Seikyo Shimbun

¿Podría compartir su perspectiva de la situación de la religión en España en los últimos años, por favor?

Hasta 1978, en la sociedad, en la política y en el ámbito religioso en España se tomaba en consideración una sola religión, la católica. En los 46 años de democracia posteriores se ha dado un paso gigantesco, del universo católico al pluriverso religioso.

Ha aflorado la pluralidad existente, un verdadero mosaico de religiones: el protestantismo, el islam –a raíz, principalmente, de las migraciones desde el norte de África–, el hinduismo –sobre todo a partir de gurús que transmiten un misticismo ausente en Occidente–, el budismo… Hay, también, presencia de religiones africanas e indígenas –gracias a la migración desde países de Latinoamérica y de África–, que aportan una riqueza extraordinaria; mantienen una vinculación con la naturaleza y no se basan en el proselitismo. La Iglesia ortodoxa también tiene numerosos seguidores, y lo mismo cabe decir del judaísmo. En cuanto al budismo, tiene una presencia, influencia y número de seguidores que van más allá incluso de lo que reflejan las estadísticas que maneja la Unión Budista de España.

Sin embargo, esta pluralidad no se termina de reflejar en el terreno legal ni en la relación con los poderes públicos. La Constitución privilegia a la religión católica en cuestiones de carácter fiscal, económico o educativo, y en el nivel político la interlocución con los Gobiernos prácticamente se limita a la Iglesia católica, a cuyos representantes se da el protagonismo.

Por estos motivos, otorgo gran importancia al diálogo interreligioso, que se desarrolla por iniciativa de las comunidades religiosas, a través de diferentes colectivos que comparten el deseo de abordar conjuntamente los grandes retos de la humanidad, en igualdad y relaciones simétricas.

¿Cómo se articula el diálogo interreligioso?

Como he mencionado, este diálogo ocurre gracias a la iniciativa de las comunidades religiosas, articuladas mediante agrupaciones como la Asociación de Diálogo Interreligioso de Madrid (ADIM), en la que la Soka Gakkai ha jugado un papel muy importante.

ADIM inició su actividad en 2003. Uno de los principales desencadenantes fue la invasión de Irak por parte de Estados Unidos y otros países, que comenzó en marzo de ese año. En una conferencia interreligiosa celebrada en abril, representantes de varias religiones expresaron su protesta y condena por la invasión. Ese fue el origen de la asociación.

Uno de los objetivos de ADIM –que está en el proceso de ampliar su escenario como Asociación para el Diálogo Interreligioso e Intercultural– ha sido promover el diálogo para que todas las religiones sean reconocidas y respetadas en la sociedad. El hecho de que representantes de diversas religiones se reúnan y adquieran conocimientos sobre credos diferentes a los suyos es muy significativo.

¿Qué clase de valor se crea a través de ese diálogo?

La finalidad del diálogo interreligioso no es discutir qué religión es mejor o tiene más creyentes, sino la búsqueda de las bases de una ética compartida, que trascienda las diferencias de fe. No se trata de un empeño abstracto: apunta a encontrar caminos éticos y prácticos para responder a los desafíos actuales.

Los principios éticos que comparten las religiones que participan en nuestra asociación son, en primer lugar, la defensa de la naturaleza y la protección del planeta. En un momento en que el ecosistema de la Tierra atraviesa una crisis sin precedentes, debemos considerar lo que la religión puede hacer.

La finalidad del diálogo interreligioso […] [es] la búsqueda de las bases de una ética compartida, que trascienda las diferencias de fe. No se trata de un empeño abstracto: apunta a encontrar caminos éticos y prácticos para responder a los desafíos actuales.

En segundo lugar, contribuir a la paz. La clave es un espíritu activo de no violencia, y el papel de la religión es proteger y nutrir este espíritu.

El tercer desafío es lograr la igualdad en dignidad y derechos para todas las personas, destacando especialmente la igualdad de género. El cuarto es la construcción de una sociedad justa que no deje a nadie atrás.

Finalmente, compartimos la compasión, el compromiso de ponerse al mismo nivel que la persona que sufre y vivir juntos. Entiendo que este espíritu de compasión y empatía es particularmente importante en el budismo. Se trata de una de las grandes aportaciones de las religiones a la humanidad.

En este camino, ¿cuál ha sido su experiencia con la Soka Gakkai?

He tenido muchos intercambios con miembros de la Soka Gakkai en España. Durante los últimos veinte años hemos profundizado nuestra amistad, y tengo más que buenos recuerdos. He aprendido mucho gracias a este vínculo.

La Soka Gakkai es una organización de creyentes laicos, en la que no existe una jerarquía con monjes en la cúspide. Creo que una religión moderna debe ser así, en el sentido de que todos los practicantes participan por igual en las actividades y las cosas se hacen de manera democrática.

Destaco, además, la disponibilidad de las personas y de los espacios. La Soka Gakkai es una «casa abierta» y esto me parece fundamental. Sus miembros están profundamente comprometidos con la realidad social; abordan con sensibilidad problemáticas como la injusticia, la discriminación, la violencia y las cuestiones medioambientales, y trabajan para resolverlas con un espíritu de compasión.

La Soka Gakkai es una «casa abierta» y esto me parece fundamental. Sus miembros están profundamente comprometidos con la realidad social […] con un espíritu de compasión.

Me despierta mucho interés la figura de Nichiren Daishonin y creo que está al mismo nivel que las grandes figuras de otras tradiciones espirituales, sobre todo por su humanismo, su defensa de la dignidad de las personas y su deseo de que la felicidad sea accesible a todos los seres humanos. Creo que, en la tradición budista, Nichiren fue un heterodoxo, por la crítica que mantuvo al poder político y al autoritarismo del clero, y esto para mí es fundamental. Por eso tengo grandes esperanzas y confianza en la Soka Gakkai, que da continuidad al linaje de Nichiren.

La religión debe responder a las demandas del mundo real. Creo que la Soka Gakkai está dando ejemplo en este sentido.

(Traducción desde la edición del Seikyo Shimbun del 28/3/2024).


Nacido en 1946 en Amusco (Palencia), Juan José Tamayo es doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Su extenso currículum incluye la dirección de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones «Ignacio Ellacuría» en la Universidad Carlos III de Madrid y la condición de profesor invitado en numerosas universidades de España y de otros países, así como la secretaria general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII y la pertenencia a la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, al Comité Internacional del Foro Mundial de Teología y Liberación, al Consejo de Dirección del Foro Ibn Arabi, a la Junta Directiva de la Asociación para el Diálogo Interreligioso de Madrid y al Patronato de la Fundación Siglo Futuro. Es autor de decenas de libros, con traducciones a diversos idiomas, y ha contribuido a numerosas revistas y periódicos con escritos sobre filosofía, teología, ciencias sociales y ciencias de las religiones. También ha participado como ponente en innumerables eventos. Entre los premios y reconocimientos que ha recibido cabe destacar el Diploma y Medalla de Oro de la Liga Española Pro Derechos Humanos, con motivo del centenario de su creación, por su compromiso y trabajo intelectual en favor del diálogo entre las religiones; el Premio Internacional de la República de Túnez para los Estudios Árabes e Islámicos; el Premio «Islam y Convivencia», en la 1.ª Feria Musulmana de España, y el Premio de la Fundación Siglo Futuro, por su Compromiso Ético.

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