Por Daisaku Ikeda · Marzo de 2021
Estamos iniciando el mes de marzo, y no puedo menos que recordar el rugido triunfal que lanzó mi maestro, Josei Toda [el 16 de marzo de 1958]: «¡La Soka Gakkai reina en el mundo de las religiones!». Con esa potente declaración, anunciaba que éramos los campeones de la filosofía del respeto a la dignidad de la vida; los campeones que estábamos iluminando el mundo con el budismo del sol de Nichiren Daishonin; los campeones del pueblo dedicados a alentar a los demás con el deseo de guiar a cada persona a ser feliz.
A uno de sus discípulos, que luchaba contra una grave enfermedad al tiempo que atendía importantes responsabilidades sociales, el Daishonin le dedicó un sincero aliento. En una de esas cartas, leemos: «usted confíe en Nichiren como pilar y bastón. La persona que transita por un peligroso camino de montaña o por una senda escabrosa no tropezará si cuenta con el apoyo de un bastón. Tampoco trastabillará, si camina de la mano de alguien».[1] Con estas analogías, el Daishonin promete a su discípulo que habrá de protegerlo y guiarlo en cada circunstancia, tanto en la vida como en la muerte.
Los maestros y discípulos de la Soka, herederos del espíritu del Daishonin, han vivido siempre dedicados a alentar a las personas que sufren y a ponerse a disposición de ellas sin descanso.
El Daishonin afirma que, aunque todos los seres poseen la naturaleza de Buda, a menos que se vinculen con «buenos amigos» –con sinceros practicantes budistas– no podrán revelar ese potencial intrínseco.[2]
Los miembros de la Soka Gakkai, que son esos «buenos amigos», han transmitido a todos a su alrededor la convicción de que cada persona puede lograr la budeidad en esta existencia y de que no hay karma adverso que no pueda transformarse. Como resultado de este aliento, ha surgido en el mundo una red de Bodisatvas de la Tierra como la nuestra, donde cada individuo puede irradiar el brillo de su propia dignidad; un cónclave asimilable a la sublime asamblea del Sutra del loto.
En todo el mundo, las personas anhelan vivir con genuino empoderamiento y resiliencia; manifestando su pleno potencial y extrayendo fuerza para vencer las adversidades. El ámbito de aliento generado por la familia Soka está contribuyendo enormemente a esa aspiración.
El maestro Toda solía decir a los amados miembros de Tohoku, en quienes tanto confiaba: «Todo lo que existe está sujeto al cambio. La fuerza fundamental del universo que subyace a esa dinámica perpetua es Nam-myoho-renge-kyo. Entonen Nam-myoho-renge-kyo con fe en el Gohonzon y hagan que la Ley Mística presente en su propia vida palpite con vigor. Cambien su vida y la sociedad para mejor. ¡Generen beneficios!».
El 11 de marzo se cumplirá una década del trágico terremoto y tsunami que arrasó Tohoku en 2011. Nuestros admirables compañeros de esa zona se han levantado desde la desesperanza y el dolor más profundos, han enjugado sus lágrimas con la promesa de no ser vencidos, y han movido la realidad en dirección a la esperanza, la renovación y la armonía. Los inimaginables tesoros del corazón que han adquirido con esta actitud se extenderán, sin duda, a todos sus familiares, amigos y compañeros fallecidos. La buena fortuna de su práctica budista les permitirá estar juntos y mantener eternamente su relación como «budas tanto en la vida como en la muerte».[3]
Los miembros de Tohoku, que han resistido valientemente crudos inviernos de adversidades, son campeones del humanismo que irradian a todos la luz de una profunda felicidad. A la zaga de su inspirador ejemplo, ¡abramos paso, también nosotros, a una primavera de renovación para el mundo! ¡Alumbremos la vida de la gente con palabras de aliento que, de tan poderosas, puedan incluso cambiar el futuro!
Con la energía palpitante
de los campeones del aliento,
escribamos una saga
sublime y audaz
que narre nuestras victorias
en esta existencia.
(Traducción del artículo publicado en la edición de marzro de 2021 de Daibyakurenge).
[1] Las espadas del bien y del mal, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, págs. 474-475.
[2] Véase The Writings of Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2006, vol. 2, pág. 861.
[3] Véase El infierno es la tierra de la luz tranquila, en END, pág. 478.