Carme Sos · Vilanova i la Geltrú
Celebro con gran alegría aquel primer día en el que dos amigas me invitaron a entonar daimoku, hace siete años. Desde el inicio sentí un profundo agradecimiento hacia esta práctica y hacia la labor de los tres presidentes fundadores de la Soka Gakkai. Sin ellos, dudo que el budismo Nichiren hubiese llegado hasta mi pequeña ciudad.
Pero fue a raíz de participar en un curso de verano celebrado en Aranjuez en 2018, en el que coincidimos más de trescientos miembros de la SGEs, que adquirí una real conciencia de la importancia de actividades como esa para una transmisión correcta de la Ley Mística y, lo que es más, del gran esfuerzo que hay detrás de ellas. Pensé: «Si yo he podido experimentar el gran beneficio de tomar parte en este curso, también quiero ser parte de la causa que lo haga posible para otras personas». En ese momento, nació en mí la decisión de adoptar un papel más protagonista en las actividades de la Soka, con el deseo de llegar a ser una digna discípula de Ikeda Sensei. Y comprendí más profundamente el sentido de la actividad de aportación. A partir de entonces, me sentí privilegiada de poder contribuir aun con un simple y pequeño, pero indispensable, grano de arena a la propagación del budismo.
Se dice que la fe en el budismo Nichiren equivale a la vida cotidiana; y, en la vida cotidiana, es innegable la necesidad de soporte económico. Percibiendo claramente que la ofrenda es un camino hacia la concreción de actividades de gran valor e, incluso, hacia la construcción de un nuevo centro cultural en mi región –meta por la que estamos entonando–, determiné realizar una aportación continua. A pesar de las circunstancias económicas adversas, he venido cumpliendo con ese compromiso que asumí conmigo misma.
Ahora que, llegando el nuevo año, afronto también nuevos desafíos, rememoro aquel curso de verano, y unas palabras que leí en Civilización Global: «El Buda expuso los beneficios que derivan de un solo momento de regocijo (al escuchar el Sutra del loto). Si, en este momento, tomamos una determinación renovada en la fe, podemos transformarlo todo».[1]
[1] ↑ Civilización Global, n.º 164, diciembre 2018, pág. 31.