Entrevistamos a Ayaka Noguchi, jugadora del Dépor ABANCA, quien al final de su primera temporada en el equipo coruñés ha podido festejar el ascenso a la Primera División Nacional de Fútbol Femenino, un hito más en una brillante carrera forjada a través de tenaces esfuerzos por superar obstáculos.
En primer lugar, ¡nuestra enhorabuena por el ascenso, Ayaka! Desde 2019 has jugado en distintos equipos españoles, pero tu trayectoria empezó muchos años antes en tu país natal. Emprender el camino del fútbol profesional es una decisión muy valiente, por el esfuerzo y dedicación que implica, más todavía en el fútbol femenino. ¿Cómo se forjó esa decisión y, sobre todo, cómo has hecho para mantenerte fiel a ella?
Desde muy pequeña tuve el deseo de ser futbolista profesional y jugar en la selección de Japón. Por eso empecé a jugar con solo siete años. En ese momento, el fútbol femenino en mi país no era un deporte conocido. Era extraño ver a chicas jugando, porque éramos muy pocas. De hecho, en mi entorno yo era la única y jugaba con chicos.
Mis compañeros de equipo siempre fueron muy amables conmigo, pero a veces nos encontrábamos con jugadores que no querían saludarme. También tuve que oír a entrenadores de equipos rivales decir a sus jugadores cosas como «No pierdas contra una niña». Aun así, continué jugando y, llegado el momento, me presenté al proceso de admisión a un equipo profesional exclusivamente femenino. Sin embargo, no lo superé.
Tras este revés, empecé a jugar en un equipo más pequeño y amateur. Aunque en un primero momento todo esto me frustró, porque quería jugar profesionalmente, pronto entendí que era el mejor camino para mí. Conocí a un entrenador magnífico y a fabulosas compañeras con quienes me divertía mucho, tanto en el campo de juego como fuera de él. Pero no solo me lo pasé bien, sino que también me esforcé muchísimo para mejorar mi juego y poder acceder al fútbol profesional.
Con quince años fui admitida en el club de una institución educativa de prestigio. Ese fue un momento clave de mi carrera porque, además de poder profesionalizarme, me convocaron para jugar en la selección de Japón. Ahora pienso que, probablemente, si hubiera aprobado aquellas pruebas a las que me había presentado tiempo atrás, no habría tenido esta magnífica oportunidad.
A los dieciocho años, parecía que mis sueños se estaban cumpliendo. Pude empezar a jugar en el INAC Kobe Leonessa, uno de los mejores equipos de Japón. Estuve tres años en él y ganamos dos veces la Copa de la Emperatriz. Posteriormente, fui fichada por el AC Nagano Parceiro.
Durante todos los años en que jugué en la primera división japonesa, paralelamente tuve que trabajar en otros empleos porque, al igual que mis compañeras, no podía vivir solo del fútbol. A pesar de estas circunstancias, seguí jugando, porque me encantaba.
Durante todos los años en que jugué en la primera división japonesa, paralelamente tuve que trabajar en otros empleos porque, al igual que mis compañeras, no podía vivir solo del fútbol. A pesar de estas circunstancias, seguí jugando, porque me encantaba. El fútbol me hace feliz, pero, sobre todo, a través de mi victoria quería mostrar mi agradecimiento a mi familia y a la gente que me apoyaba.
Entonces, estando en el AC Nagano Parceiro, me lesioné gravemente. No solo tuve que dejar de jugar, sino que el médico me dijo que no sabía si podría volver a hacerlo. Esto me afectó mucho anímicamente.
Estando en el AC Nagano Parceiro, me lesioné gravemente. No solo tuve que dejar de jugar, sino que el médico me dijo que no sabía si podría volver a hacerlo. Esto me afectó mucho anímicamente. No obstante, ese parón me hizo crecer como futbolista y como budista.
No obstante, ese parón me hizo crecer como futbolista y como budista. En lugar de apartarme del fútbol, empecé a entrenar a un equipo de chicas de entre dieciséis y dieciocho años; y en este nuevo escenario pude, de nuevo, aprender y mejorar, esta vez desde fuera. Pero yo seguía recitando daimoku y cuidándome con el objetivo de estar en condiciones de volver a jugar. Y lo logré.
Tras un año, se me presentó la oportunidad de jugar en España y, obviamente, no la desaproveché.
Es impresionante cómo una lesión, que en un principio te apartaba del fútbol como jugadora, fue la puerta para emprender nuevos desafíos profesionales en la otra punta del mundo. ¿Te resultó complicado adaptarte a la nueva realidad?
Al principio fue duro porque había muchas cosas distintas: el idioma, la cultura, la comida, etc.
Gracias a la ayuda de mis compañeras, la comprensión y la experiencia que había adquirido […] y, sobre todo, el daimoku, pude superar todas las barreras.
Me costó demostrar cómo era tanto dentro como fuera del campo. No entendía lo que decía el entrenador; tampoco podía expresarme con normalidad. Pero, gracias a la ayuda de mis compañeras, la comprensión y la experiencia que había adquirido como entrenadora y, sobre todo, el daimoku, pude superar todas las barreras.
Con el triunfo de la selección nacional de España en la Copa Mundial Femenina de Fútbol 2023, nuestra sociedad cobró aún mayor conciencia del valor del fútbol femenino. Al mismo tiempo, se evidenció que todavía tenemos camino por recorrer, como señaló la campaña #SeAcabó. ¿Podrías compartir tus reflexiones al respecto?
Aunque sea japonesa, me alegré de que España ganara la Copa Mundial Femenina. Estar jugando en España me ha permitido conocer cómo las jugadoras de este país están luchando por mejorar sus condiciones y, poco a poco, lo están logrando. Aunque todavía hay mucho camino por delante, el fútbol femenino está demostrando ser un deporte muy atractivo, emocionante y generador de ilusión y esperanza, y se está volviendo cada vez más profesional.
Desgraciadamente, todavía hay diferencias entre el fútbol masculino y el femenino. No solo en España, sino en todo el mundo. En mi país hay personas que piensan que estas diferencias son normales, pero no deberían existir. Cualquier persona tiene derecho a hacer lo que quiera libremente, y este derecho se tiene que defender sea como sea. Mi deseo es que todo el mundo tenga la oportunidad de brillar en su vida.
En abril, tras recibir el Premio Laureus, Aitana Bonmatí compartió un interesante pensamiento, al señalar que la existencia de referentes femeninos en el deporte era positiva tanto para las niñas como para los niños, para que cuando crezcan tengan una mentalidad más igualitaria. ¿Hay algo que te gustaría transmitir a las generaciones más jóvenes a través de tu propio ejemplo?
Cuando era pequeña, en mi país no existía una liga profesional de fútbol femenino, pero, aun así, yo soñaba con ser jugadora profesional y entrenaba con esa esperanza. Gracias a mucha gente, cuando finalmente se creó esa liga profesional en Japón pude jugar en un equipo cerca de mi ciudad, y hoy estoy jugando profesionalmente al fútbol en España. Si yo lo hice, cualquier persona puede soñar y puede esforzarse para lograr lo que quiere. Con esto, quiero decir a los niños y las niñas que es muy bonito tener un objetivo y esforzarse en alcanzarlo, aunque parezca difícil. Lo importante es que disfrutéis vuestro propio camino, porque ese proceso será un aprendizaje y, además, os permitirá encontrar buenos compañeros y compañeras.