Sobre el capítulo «Juramento» (II)


Del volumen 30 de La nueva revolución humana | Entregas 79-139


A finales de enero de 1992, el «Año del Renacimiento Soka», Daisaku Ikeda viajó a los países vecinos del continente asiático. Este era su primer viaje por la paz a ultramar desde que la Soka Gakkai había logrado su independencia espiritual.

En primer lugar, visitó Tailandia, la India y Hong Kong. En estos países los miembros habían echado profundas raíces de amistad y confianza dentro de la comunidad y estaban trabajando activamente para promover la paz, la cultura y la educación.

Un mes después tuvo lugar la primera reunión general de la SGI de Asia en Okinawa. Con el propósito de que los miembros avanzaran con sabiduría y disfrutaran de la alegría de la práctica, Sensei les dedicó las siguientes palabras:

No tienen que hacer de la fe una obsesión ni sentirse presionados por ella. […] Hacer el gongyo y entonar daimoku brinda beneficios a su vida. Pero eso no significa que sobrevendrán consecuencias negativas o recibirán «castigos» si dejan de hacerlo. Si así fuera, estarían en mejores condiciones las personas que jamás han practicado el budismo. (Pág. 225)[1]

Okinawa había sido escenario de incontables batallas sangrientas durante la Segunda Guerra Mundial. Tras visitar las zonas afectadas en un viaje anterior, Sensei había determinado que Okinawa sería el lugar para iniciar a escribir su novela La revolución humana.

Más adelante, la Soka Gakkai inauguró el Centro de Conferencias de Okinawa en el mismo lugar donde anteriormente se emplazaba una base militar estadounidense con plataformas lanzamisiles, las cuales apuntaban el continente asiático. Con esta instalación el maestro Ikeda quería lanzar un mensaje de paz al mundo.

En junio del mismo año, Sensei retomó sus viajes fuera de Japón visitando, entre otros países, Alemania, Egipto, Turquía, con el deseo de asentar los cimientos del kosen-rufu mundial antes del año 2000, es decir, durante el siglo xx. En 2001, el primer año del siglo xxi, él tendría setenta y tres años. Su visión era dejar firmemente asentados los cimientos del kosen-rufu mundial cuando cumpliera los ochenta.

Al año siguiente, Sensei voló hasta Estados Unidos, haciendo su primera parada en California. Allí mantuvo un encuentro con Rosa Parks, líder en el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, quien había impulsado el fin de la segregación racial en los autobuses. Durante su conversación con Sensei, Parks se refirió a un libro titulado Talking Pictures, al que le habían propuesto contribuir. Se trataba de una compilación de fotografías elegidas por diferentes personalidades con la imagen del momento que consideraban más trascendental en sus vidas.

Mi encuentro con usted, presidente Yamamoto, ha sido sin duda el acontecimiento que más ha repercutido en mi vida. Deseo hacer una travesía por la paz mundial junto con usted. Si me lo permite, quisiera utilizar la fotografía de nuestro encuentro de hoy. (Pág. 233)

Esa fotografía hablaría sobre el futuro y expresaba que, a pesar de las diferencias culturales, las personas podían unirse para avanzar.

En febrero de ese mismo año, en 1993, el maestro Ikeda pisó territorio colombiano por primera vez, invitado por el presidente César Gaviria Trujillo y por el Ministerio de Cultura. Antes de su llegada, en el país había sido declarado el estado de emergencia por los numerosos atentados terroristas que habían tenido lugar a manos de organizaciones ilícitas dedicadas al tráfico de drogas. Sin embargo, Sensei no dudó en proseguir con el itinerario programado. «Procederé como un valeroso ciudadano más de Colombia» (pág. 235), dijo.

Unos días después, viajó a Brasil. En el aeropuerto de Río de Janeiro lo esperaba ansiosamente Austregésilo de Athayde, presidente de la Academia Brasileña de Letras y destacado bastión del saber y de la cultura de América Latina. Ikeda Sensei sintió como si fuera su maestro quien le estaba dando la bienvenida. Athayde, nacido en 1898, era contemporáneo de Josei Toda (1900-1958), y era inevitable recordarlo.

Ilustración del encuentro entre Daisaku Ikeda y Austregésilo de Athayde, presidente de la Academia Brasileña de Letras | Foto: Seikyo

Mientras conversaban, Athayde, quien sentía una profunda admiración por él, lo elogió diciendo: «En su vida todo ha tenido un sentido. El destino del mundo ha ido cambiando gradualmente, pero de manera significativa a través de sus esfuerzos. Es usted alguien que está transformando la historia de la humanidad» (pág. 239).

Tras su encuentro, Sensei fue nombrado miembro correspondiente extranjero de la Academia Brasileña de Letras. Era el primer integrante de origen asiático de la academia.

Durante su estancia en Río de Janeiro, también participó en una reunión de la SGI de Brasil, a través de la cual se conmemoraba el natalicio número noventa y tres de Josei Toda. Sensei aprovechó la ocasión para citar unas palabras de su maestro y para brindar orientación a los miembros sobre cómo aplicar la filosofía budista en la vida cotidiana y en la sociedad.

Posteriormente, viajó a Argentina, Paraguay y Chile. Allí asistió a festivales organizados por los miembros locales de la SGI y en aquellos lugares donde la membresía no era muy numerosa los alentó con palabras como las siguientes:

Si un individuo se pone de pie con una seria determinación, puede brindar felicidad a todas las personas con quienes establece vínculos y también transformar positivamente su entorno. (Pág. 249)

Dedicado cada día y cada momento a construir los cimientos del kosen-rufu mundial, Ikeda Sensei continuó su gira por Hong Kong, Tailandia, Rusia y varios países europeos.

En 1995, un gran terremoto azotó el centro-oeste del Japón. Rápidamente la Soka Gakkai ofreció sus instalaciones para funcionar temporalmente como centros de evacuación y refugio, y Sensei alentó a los miembros diciendo:

Aunque todo haya sido destruido, la buena fortuna y los beneficios que han acumulado en sus vidas con la práctica del budismo perdurarán eternamente. (Pág. 259)

Ese mismo año, en conmemoración del vigésimo aniversario de la fundación de la SGI, se aprobó la formación de un comité encargado de redactar una Carta Orgánica en la que fueran asentados explícitamente los propósitos y fines de la organización, así como los objetivos a los que se comprometía: contribuir a la paz, la cultura y la educación basada en el budismo; respetar los derechos humanos y la libertad de culto y de expresión religiosa; contribuir a la prosperidad de la sociedad; promover el intercambio cultural; proteger la naturaleza y el medio ambiente; y fomentar el desarrollo humano.

En 1996, dos avionetas civiles de Estados Unidos fueron derribadas por la Fuerza Aérea cubana. Este hecho provocó que el Congreso estadounidense promulgara una ley que implementaba sanciones económicas más severas contra Cuba, lo que tensionó aún más las relaciones entre ambos países.

Unos meses después, Ikeda viajó a Cuba. Allí visitó la Universidad de la Habana, donde se le confirió título de doctor honoris causa en Letras y pronunció una disertación. También se reunió con el presidente cubano Fidel Castro, con quien conversó sobre temas como la sucesión del liderazgo, la forja de individuos capaces, la política, la filosofía de la vida y la visión del mundo. Ambos concordaron que el poder del diálogo y de la cultura eran de vital importancia para el logro de la paz en el siglo XXI.

El viaje de Sensei continuó por Costa Rica, Australia, Singapur, Malasia y Hong Kong, siendo esta su última visita en su recorrido por el mundo en el siglo XX.

¡A partir del año entrante, 2001, iniciaremos una segunda serie de Siete Campanadas, que se extenderá hasta el 2050! (Pág. 283)

El 11 de septiembre de 2001, cuatro aviones comerciales fueron secuestrados en los Estados Unidos. Dos se estrellaron contra las torres del complejo de edificios del World Trade Center en Nueva York y otro contra el Pentágono, sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos.

Los miembros de la SGI de Estados Unidos pusieron en pie rápidamente instalaciones de emergencia e hicieron todo lo que estaba a su alcance para apoyar a los afectados, ayudando en las actividades de rescate y recaudando donativos para la asistencia. Más tarde, emprendieron activamente diálogos interreligiosos en un esfuerzo por llamar a la tolerancia y la comprensión mutuas.

Al año siguiente, en su propuesta de paz, Ikeda Sensei defendió que «el diálogo entre civilizaciones era crucial para la humanidad en el siglo XXI y propuso el desarrollo de una cooperación internacional coordinada por las Naciones Unidas para prevenir el terrorismo» (pág. 285).

Ese mismo año, en la reunión de responsables alusiva al 18 de noviembre de 2001, dirigió a los jóvenes estas palabras:

¡El desarrollo del kosen-rufu dependerá de que existan discípulos genuinos! […] Jamás olvidaré lo que dijo el maestro Toda en una de las reuniones del Suiko-kai: «Mientras haya un núcleo de jóvenes… ¡No! Mientras haya un discípulo verdadero, podremos lograr el kosen-rufu». […] Es mi deseo que los integrantes del Departamento de Jóvenes mantengan este solemne espíritu de los primeros tres presidentes de la Soka Gakkai, unidos por los lazos eternos de maestro y discípulo. Quienes lo hagan serán supremos vencedores. Este será también el camino esencial que conducirá a la Soka Gakkai hacia sucesivas victorias en el siglo XXI. La senda que nos llevará a cumplir nuestro gran juramento del kosen-rufu y a construir una paz duradera en el mundo. (Págs. 285-286)

Y clamó en su corazón:

¡Jóvenes Soka del mundo, cuento con ustedes! (Pág. 287)

Así concluye el trigésimo y último volumen de La nueva revolución humana.

Los tres presidentes fundadores de la Soka Gakkai, unidos por eternos lazos de maestro y discípulo | Foto: Seikyo

[1]Este y los siguientes números de página se refieren a IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, Vol. 30, Parte II, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2021.

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