Convertirme en una ciudadana del mundo


Lorena Vitagliano | Badalona


Lorena Vitagliano

Tengo 38 años. Soy peruana de nacimiento y me he criado en parte en Italia. Allí, en Turín, hace una década comencé mi práctica budista en la Soka Gakkai. Poco después de dar ese paso, me mudé a Barcelona para cursar un máster en el área de la sociología, y ya llevo nueve años viviendo aquí.

Que todo se acomodara para poder trasladarme a Barcelona fue mi primera prueba real del beneficio de la práctica budista.[1] Gracias a ella, pude extraer el valor para hacer ese gran cambio en mi vida y superar tanto el desafío económico como el desafío interior que la decisión representaba. Me he movido mucho a lo largo de mi vida, pero la mudanza a Barcelona fue probablemente la más difícil.

En el plano económico, fue posible gracias a unos ahorros que había podido reunir durante el tiempo que estuve en mi anterior trabajo; a un dinero que, con gran ingenio, mi abuela había logrado guardar para mis estudios; y, sobre todo, a una beca para familias vulnerables otorgada por una fundación italiana. Sabía que ese dinero no era infinito y que tendría que encontrar otros ingresos para mantenerme en el futuro, pero me permitió dar el primer paso.

En el plano interior, aquella meta supuso superar mi inseguridad, mi tendencia al autosabotaje y el sentimiento de no ser suficiente. Aunque me mudaba sola, a lo largo del proceso estuve muy acompañada por mis compañeras de la Soka Gakkai de Italia, y recibí una cálida acogida de las de Barcelona. Cuando llegué, me alojé en casa de mi prima y su familia, en una habitación pequeñita donde entrábamos apretadas un máximo de tres personas cuando me visitaban las compañeras para entonar Nam-myoho-renge-kyo juntas. Fue un proceso duro pero muy lindo, y estaré siempre agradecida por ello a la organización y a la práctica budista.

Al terminar el máster, decidí quedarme en España. Después de algunos años de práctica, sentí que era el momento de encontrar un compañero con el cual poder compartir un proyecto de vida. Enseguida puse este objetivo ante el Gohonzon. Un año más tarde, conocí a Amit.

Como yo, él viene de dos culturas diferentes, aunque en su caso son la india y la inglesa. Después de convivir por un tiempo, decidimos casarnos. Yo deseaba hacerlo mediante el rito budista de la Soka Gakkai, ya que para mí era una manera fiel y coherente de unirnos y una expresión de agradecimiento. Como pareja internacional, en el camino hacia hacer realidad ese deseo encontramos muchísimas trabas burocráticas, pero yo no paré de orar para que todo saliera bien.

Después de muchos reveses y dificultades, hablando con nuestras familias finalmente decidimos casarnos en el Reino Unido, y pudimos realizar un enlace budista en el Centro Cultural de Taplow Court, cerca de Londres. Otra vez, los resultados de mi práctica me sorprendieron y conmovieron: toda la familia inmediata de mi marido estuvo presente, y mi familia y amigos también.

Lorena y Amit oran juntos durante su ceremonia de boda, en Taplow Court

A raíz de esa experiencia, cuando, tiempo más tarde, en la SGEs se tomó la decisión de empezar a buscar el emplazamiento para un nuevo centro cultural en el área de Barcelona, incluí en mi daimoku la meta de que esa futura sede sea igual de hermosa, espaciosa y acogedora que otros centros culturales de España, Europa y el mundo.

A los pocos meses de estar felizmente casados, llegó la pandemia. En casa experimentamos la protección de poder seguir trabajando en línea los dos, y así pudimos ahorrar un poco. Decidimos adoptar una perrita adulta, que, sin saberlo nosotros, ¡estaba preñada! Nala y Biondo llegaron a completar nuestra feliz familia de cuatro miembros.

En un momento determinado, comenzamos a buscar una casa para comprar. Me informé muy bien y recité abundante daimoku; la búsqueda fue intensa y ardua. Finalmente, encontramos un piso que reunía todas las características por las que había orado.

Entonces, cuando acabábamos de comprar la vivienda, me despidieron del trabajo. Hacía algún tiempo que había empezado a tener dificultades en él. Anteriormente había crecido en la empresa, que es muy grande. El sueldo era digno, pero el trabajo consistía, al principio, en calificar imágenes muy duras y, luego, en tareas de gestión mecánicas y en condiciones no siempre buenas. Además, en la última etapa me sentía estancada.

Soy licenciada en Cooperación para el Desarrollo Internacional; he trabajado seis años como mediadora intercultural; tengo un máster en Investigación Social; y hablo cuatro idiomas. Aun así, desde mi llegada a Barcelona no había encontrado una sola oportunidad de trabajo en mi sector.

Por un lado, con la casa recién comprada, el despido significó un gran revés. Por otro lado, al constatar que habría sido imposible adquirir la vivienda sin el contrato laboral que había mantenido hasta justo después, agradecí nuevamente la protección del Gohonzon y mantuve la confianza.[2] ¡Y nos mudamos a nuestro piso!

La nueva situación me dio la oportunidad de determinarme a encontrar un empleo en el ámbito que siempre he soñado. Soy licenciada en Cooperación para el Desarrollo Internacional; he trabajado seis años como mediadora intercultural; tengo un máster en Investigación Social; y hablo cuatro idiomas. Aun así, desde mi llegada a Barcelona no había encontrado una sola oportunidad de trabajo en mi sector. Siempre había trabas, y yo sentía mucha impotencia y rabia, aunque nunca me había dado por vencida.

Ikeda Sensei escribió a las jóvenes:

Mary Catherine Bateson, prestigiosa antropóloga cultural norteamericana, escribió: «Desde luego, nadie espera ir por la vida sin exponerse a desalientos y críticas; pero cada fracaso [que experimenta una mujer] es más costoso si se ve acompañado por el mensaje implícito desde afuera –y por la creencia oculta desde adentro– de que en realidad tampoco había demasiado que esperar». Espero que todas las integrantes del Departamento de Mujeres Jóvenes vivan su vida sin miedo al fracaso. No se dejen desalentar, pase lo que pase, y sigan avanzando. Lo que importa es que, a la larga, triunfen.[3]

Finalmente, en abril de este año logré concretar un trabajo como técnica de empleo y formación en una agencia de colocación del Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet. Tras haberme desempeñado en todo tipo de empleos en estos años, tanto en Italia como en España, nueve años después de terminar la carrera estoy trabajando por primera vez en un puesto relacionado con mis estudios, con un contrato justo y sintiéndome realizada.

Mi nuevo trabajo me encanta: ayudo a otras personas a encontrar oportunidades laborales y de formación ajustadas a sus perfiles. Además, me da la oportunidad de demostrar que también una mujer joven, migrante y racializada puede, con esfuerzo y perseverancia, ocupar puestos de responsabilidad.

En todos estos años, gracias a la práctica budista y las actividades de la Soka Gakkai, he podido fortalecerme, volverme más segura de mí misma y dejar de sentirme culpable por no ser ni de aquí ni de allá: lo que antes vivía como un «menos» ahora es un «más» del que estoy orgullosa.

Mi nuevo trabajo me encanta: ayudo a otras personas a encontrar oportunidades laborales y de formación ajustadas a sus perfiles. Además, me da la oportunidad de demostrar que también una mujer joven, migrante y racializada puede, con esfuerzo y perseverancia, ocupar puestos de responsabilidad. […] Lo que antes vivía como un «menos» ahora es un «más» del que estoy orgullosa.

Paralelamente a mi trabajo, el amor que tengo por los niños y por mi profesión me han motivado a desarrollar un proyecto social relacionado con los cuidados.

En la SGEs, en diciembre de 2023 asumí la responsabilidad del Departamento de Mujeres Jóvenes en la zona Barcelona Est. Estoy compartiendo la lucha por el kosen-rufu con unas maravillosas compañeras. Me siento muy afortunada de contar con cada una de ellas, y de dar continuidad al legado de Sensei como miembro de la juventud Soka.

Esta imagen de la reunión de diálogo de junio en el grupo Tramontana, perteneciente a la zona Barcelona Est de la SGEs, en la que es responsable Lorena (quinta desde la izquierda), muestra que sus miembros también se desafían a L.E.E.R.

Doy fe de las palabras de Daisaku Ikeda cuando dice: «La felicidad insuperable se encuentra en dedicar nuestra vida a la Ley Mística, […] no es la ausencia de problemas ni de preocupaciones».[4]

Determino seguir esforzándome en la práctica y las actividades para brindar aún más felicidad a mi entorno.

¡Felices asambleas de jóvenes!


[1] ↑ Nichiren Daishonin subrayó el valor de las evidencias empíricas al señalar: «A la hora de juzgar el mérito relativo de las doctrinas budistas, yo, Nichiren, creo que los mejores criterios son los de la razón y la prueba documental. Y que aún más valiosa que la razón y la prueba documental es la evidencia de los hechos reales» (Tres maestros del Tripitaka oran para que llueva, en END, pág. 629).

[2] ↑ Basado en las enseñanzas budistas, el Daishonin relacionó la fe con la protección recibida, en pasajes como el siguiente: «El gran maestro Miao-lo afirmó al respecto: “Cuanto más firme es la fe, mayor es la protección […]”. Mientras uno mantenga una fe firme, recibirá sin falta la gran protección de las funciones universales» (La supremacía de la Ley, en END, pág. 644).

[3] ↑ IKEDA, Daisaku: El juramento de Ikeda Kayo-kai, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2017, pág. 32.

[4] ↑ Ib., pág. 10.

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