Una clínica dirigida con el corazón


Entrevistamos a Rafael Christian Prieto Lei, fisioterapeuta y director de un centro de neurorrehabilitación en Torremolinos, Málaga.

Rafael Christian Prieto Lei | Foto: Cortesía de Activaneuro

 

¿Qué te llevó a dedicarte a la fisioterapia?

Creo que mis padres, como profesionales de la salud de gran corazón, dedicados siempre a ayudar a los demás, tuvieron mucho que ver. De hecho, antes de Fisioterapia estuve a punto de estudiar Medicina, pero una gran atracción hacia el mundo deportivo me llevó a plantearme entrar en INEF (licenciatura en Educación Física). Las pruebas eran bastante exigentes y una lesión interrumpió mi preparación, recibiendo por ello rehabilitación. Este fue mi primer contacto directo con la fisioterapia. Además, mi hermana ya cursaba estudios de la materia y sentí que era una carrera que podría encajar conmigo.

Al terminar, mi idea era ir al Reino Unido, pero mi madre enfermó y tuve que quedarme apoyando a la familia.

Tras fallecer mi madre, decidí ir finalmente a Inglaterra. Trabajé allí casi dos años, durante los cuales tomé contacto con el apasionante mundo de la neurología y el generoso corazón de quienes se dedicaban a ella en cuerpo y alma. Creo que, sin saberlo, hice un juramento que marcaría mi vida y que no me iba a permitir ser plenamente feliz si no lo llevaba a cabo.

Me dediqué muchos años a la rama de trauma, pero sentía un vacío dentro de mí. Cuando conocí la práctica del budismo Nichiren en la Soka Gakkai, pude hacer emerger ese deseo y compromiso de dedicarme a la neurología. Entonces, mi vida despegó.

Sin duda… Decidiste, siendo aún joven, crear tu propia clínica. Emprender no es tarea sencilla, menos aún si se hace con el propósito de «dirigir el negocio con el corazón», que sabemos que albergas. ¿Podrías hablarnos del motor que te movió al hacerlo?

Yo diría que el motor fue el deseo, y que el medio para manifestarlo fue, como he apuntado antes, la práctica budista. Esta no solo me permitió revelarlo, sino que fue dotando mi vida de los elementos necesarios para hacerlo realidad: el deseo se posicionó en mi mente como una meta, al igual que la cima de una montaña en la de un alpinista.

Antes de abrir la clínica en el 2016 yo ya había experimentado muchos beneficios desde que me inicié en el budismo en el 2009. El más importante fue conocer a quien ahora es mi mujer y tener una hija maravillosa, formando así mi propia familia. Una práctica sólida y constante, tanto personal como en las actividades de la SGEs, me permitió adquirir una confianza en mí mismo que nunca había conocido. Todas mis acciones venían respaldadas por mi vínculo con el Gohonzon.

Tras conocer la noticia de que una amiga había sufrido un accidente de coche que le ocasionó lesiones cerebrales, decidí que el escenario de mi vida laboral iba a ser el campo de la neurorrehabilitación.

Tras conocer la noticia de que una amiga había sufrido un accidente de coche que le ocasionó lesiones cerebrales, decidí que el escenario de mi vida laboral iba a ser el campo de la neurorrehabilitación, con el que había conectado tan fuertemente en Inglaterra. Comencé a formarme en profundidad, con algunos de los mejores profesores del mundo, y un buen día, por Internet, encontré un local en venta. En otra época de mi vida ni se me habría pasado por la cabeza que ese local podría convertirse en lo que es hoy. Pero ese «nuevo yo» que había alumbrado mi práctica budista, y que estaba cargado de ilusión por la vida y determinado a lograr la felicidad, solo avanzaría en una dirección: hacia delante, siendo quien era, cumpliendo con mi misión y haciendo mi revolución humana.

Con determinación renovada intensifique mi práctica y, basando mis oraciones en el propósito de contribuir al kosen-rufu, comprendí que el proyecto solo saldría adelante si en mi corazón, agradecido por lo que la vida me estaba dando, palpitaba el deseo de que fuese un lugar que contribuyera al bien de todas las personas.

Comprendí que el proyecto solo saldría adelante si en mi corazón, agradecido por lo que la vida me estaba dando, palpitaba el deseo de que fuese un lugar que contribuyera al bien de todas las personas.

¿Percibes un reflejo de tu compromiso, como director del centro, en el equipo de trabajo y en las personas que atendéis?

Sí… Con el tiempo, he podido percibir que mi vida está unida a todo lo que me rodea, y que la clínica no sería lo que es si no tuviese el propósito de servir a todas las personas por igual. El agradecimiento que siento en mi corazón sustenta mi labor de dirección de la clínica y abarca tanto las relaciones con mis compañeros, intentando crear un clima de respeto y amistad, como con mis clientes; con un trato familiar, intento hacerles sentir como si estuviesen en casa.

Rafael, realizando un tratamiento en su clínica | Foto: Cortesía de Activaneuro

En algunas ocasiones has cedido, fuera de horario, las instalaciones de tu clínica para la realización de actividades extraordinarias de la SGEs. Debe de representar un esfuerzo considerable. ¿Qué te ha motivado a hacerlo?

De hecho, el compromiso personal que asumí al abrir la clínica era que estuviera a disposición como lugar de recuperación para personas con lesiones neurológicas y también, cuando fuera necesario, como «fortaleza» del kosen-rufu en el sur de España.

La realidad es que no siempre ha resultado tarea fácil, llegado el momento, acondicionar el espacio para realizar una reunión en la clínica. Sin embargo, desde el principio tuve claro que sería una forma de saldar mi deuda de gratitud hacia Daisaku Ikeda y mis compañeros de fe, que tanto me apoyaron, especialmente cuando al inicio de mi práctica estaba pasando por malos momentos.

Puedo decir, con total sinceridad, que cuando celebramos una actividad de la SGEs en nuestro centro, siento un enorme regocijo y un profundo agradecimiento por poder hacerlo.

Espacio principal de la clínica que dirige Rafael | Foto: Cortesía de Activaneuro

Qué espíritu tan hermoso… La clínica está prosperando y, escuchándote, está claro que subyace al proyecto un claro sentido de misión. En este contexto, has manifestado tu conciencia de que «empezar es fácil; continuar es difícil».[1] ¿Podrías hablarnos un poco más de ello?

Es un pasaje con gran significado. Tardé en tomar conciencia de ello…

De hecho, en este caso, mentiría si dijera que empezar fue «fácil». Siguiendo con la analogía del alpinista, encontrar la ruta de ascenso, escoger los mejores momentos para avanzar y mantener el estado de vida alto para poder superar los fuertes vientos y otras dificultades de la montaña que había determinado ascender, no fue coser y cantar. Pero, acompañado de una oración y una decisión firmes, pude disfrutar de cada etapa hasta llegar a la cima.

Sin embargo, la sorpresa surgió cuando logré coronar la cima y abrir la clínica. Aunque sabía que ese momento era cuando, más que nunca, debía redoblar esfuerzos en mi práctica budista, las funciones demoníacas aparecieron, fieles al propósito que las define: tratar de obstruir la práctica. Tal como se lee en los escritos de Nichiren Daishonin, «[a] medida que avanza la práctica y mejora la comprensión, comienzan a surgir los tres obstáculos y los cuatro demonios de manera confusa, pugnando entre sí por interferir. […] [Q]uien cae bajo su influencia acaba desviándose a los caminos del mal».[2]

«[Tal como se lee en los escritos de Nichiren Daishonin,] “continuar es difícil”. Sin embargo, gracias a las orientaciones de Ikeda Sensei […] sigo adelante con ilusión, dispuesto a continuar llevando a cabo mi misión.

Mis responsabilidades en el hogar y el trabajo, acrecentadas, consumían mi tiempo y tendían a ocupar el centro de mi mente, desplazando a un lado al Gohonzon. Me di cuenta de que, si lo permitía, esto significaría quedar desprovisto de un eje o mástil central, lo cual dificultaría, entre otras cosas, el manejo de mi empresa y mantener el rumbo marcado. Y es en esta lucha donde ubico la parte de la frase que afirma que «continuar es difícil».

Gracias a las orientaciones de Ikeda Sensei y los beneficios acumulados, nunca abandoné la práctica. Sigo adelante con ilusión, dispuesto a continuar llevando a cabo mi misión como Bodisatva de la Tierra.


[1]La dificultad de mantener la fe, en END, pág. 493.

[2]Carta a los hermanos, en END, pág. 525.

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