Una solemne determinación


La vida es el tesoro más preciado y protegerla debe ser siempre nuestra máxima prioridad; las armas nucleares representan la máxima expresión de las funciones demoníacas que arrebatan la vida y por eso deben ser prohibidas: estos mensajes cristalinos los encontramos en el capítulo de La nueva revolución humana al que nos referimos este mes, «El tesoro de la vida».

Agosto de 1975 marcó el 30.º aniversario de los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki.[1] En recuerdo de las víctimas, la Soka Gakkai estableció que ese año se realizara una reunión de la sede central para responsables –una actividad habitualmente organizada en Tokio– en la primera de esas dos ciudades.

La decisión se tomó con notable antelación. En aquel momento, el traslado de un evento de estas características implicaba un importante desafío logístico. Pero, sobre todo, el recién nombrado presidente de la SGI Daisaku Ikeda estaba determinado a que el encuentro tuviera el máximo significado y trascendencia; por eso trabajó a lo largo de los meses previos en el desarrollo de nuevas propuestas, con la meta de que se pudieran presentar ese día. Para él, aquella visita a Hiroshima corporeizaba el compromiso de jamás desistir en los esfuerzos por la paz como discípulo de Josei Toda, quien el 8 de septiembre de 1957 presentara su «Declaración para la abolición de las armas nucleares».[2]

El capítulo «El tesoro de la vida», el cuarto del volumen 22 de La nueva revolución humana, recrea aquella visita a Hiroshima, empezando por un importante acto previo a la reunión:

Nubes blancas flotaban en el cielo otoñal sobre el Parque de la Paz de Hiroshima. A las 13 del 8 de noviembre de 1975, Shin’ichi se paró frente al cenotafio de las víctimas del bombardeo atómico. […] Tras recibir la bienvenida del alcalde de la ciudad, Takeshi Araki, Shin’ichi depositó la corona de flores y entonó daimoku tres veces en una profunda oración por la paz. […] Desde la plataforma para depositar las ofrendas florales, Shin’ichi observó la inscripción en el cenotafio: «Descansad en paz, pues jamás repetiremos el error».[3]

Cenotafio en el Parque de la Paz de Hiroshima | Foto: BriYYZ, bajo licencia CC BY-SA 2.0

Al día siguiente, en la reunión de la sede central en la ciudad, Shin’ichi Yamamoto comenzó su intervención con una declaración que entroncaba con el mensaje inscrito en el monumento: «Antes que nada, quiero declarar que hoy, en el año que marca el trigésimo aniversario de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, efectuamos este encuentro con la solemne determinación de jamás permitir que se repita esa tragedia humana».[4]

A continuación, se presenta una selección de pasajes del capítulo referidos a la dedicación de la Soka Gakkai a atesorar la vida y, partiendo de la transformación interior, promover la abolición de las armas nucleares y la paz mundial.

LA META FUNDAMENTAL DE LA SOKA GAKKAI

«Los participantes escuchaban con gran interés las palabras de Shin’ichi Yamamoto, su reafirmación de que la meta fundamental de la Soka Gakkai sería siempre el kosen-rufu y que, para concretar ese objetivo, la labor de cada miembro consistía en perseverar en el esfuerzo de transmitir el budismo. […] Reiteró que el movimiento para difundir esta filosofía, que permite a todas las personas manifestar su naturaleza de buda, es la lucha primordial para restaurar los valores humanísticos y establecer firmemente el principio de respeto absoluto por la vida en la sociedad contemporánea.

–Es más, desde la perspectiva de la responsabilidad social de la Soka Gakkai como organización laica budista, podría decirse que su propósito es promover el florecimiento de una cultura de respeto por la vida. A nivel individual, esto radica en hacer que nuestras comunidades sean armoniosas; y nuestros lugares de trabajo, ámbitos donde prevalezcan los valores humanísticos. […]

[E]l Daishonin escribe en su tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra: “Si el país es arrasado y los habitantes se quedan sin hogar, ¿adónde huirá la gente en busca de amparo? Si a usted le importa su seguridad personal, debe ante todo orar por el orden y la tranquilidad en los cuatro sectores del territorio, ¿no lo cree así?”.[5] En otras palabras, el gran objetivo de nuestra práctica es concretar una paz duradera en este mundo».[6]

UN FIRME COMPROMISO CON LA ABOLICIÓN DE LAS ARMAS NUCLEARES

«Shin’ichi pasó a tratar el tema de las armas nucleares. Comenzó reafirmando su compromiso de hacer cuanto estuviese a su alcance para que en todos los países del mundo se prohibieran la producción, el acopio, la detonación en experimentos y el empleo de armas nucleares; y así, ver llegar el día en que estas desaparecieran de la faz de la Tierra.

Desde la perspectiva budista, tales armas son una manifestación de las funciones demoníacas que arrebatan la vida de las personas. Por eso, como budista que sostiene el principio de la dignidad humana, Shin’ichi había venido abogando por la prohibición de las armas atómicas. […]

Para eliminar la amenaza nuclear es indispensable implantar una filosofía fundamental e irrevocable que sostenga que las armas atómicas son un mal absoluto. De lo contrario, según las circunstancias, estas serán vistas como un mal necesario, lo que constituye, en definitiva, la afirmación de su existencia y utilización. Sin una firme base filosófica será imposible construir un bastión de la paz».[7]

LA REVOLUCIÓN HUMANA COMO FUERZA MOTRIZ DEL CAMBIO

«[Shin’ichi] citó la teoría de un estudioso que planteaba que la “degradación moral” era una de las razones por las cuales la humanidad no lograba aunar sabiduría para gestionar los numerosos problemas que enfrentaba, como la explosión demográfica, la escasez de alimentos, el agotamiento de los recursos naturales y la destrucción ambiental.

Según Shin’ichi, esta degradación moral era una manifestación del desconocimiento u oscuridad fundamental que reside en las entrañas de la existencia humana, una ignorancia que el budismo de Nichiren Daishonin enseña a vencer. Agregó que la educación, en particular la formación del yo, es crucial para disipar esa oscuridad y manifestar la benevolencia y la creatividad inherentes a cada individuo.

Todo comienza a partir del ser humano. A menos que este cambie, no puede haber dicha personal, prosperidad social ni paz mundial. La revolución humana es la fuerza motriz para crear un nuevo siglo que realmente enaltezca a la humanidad».[8]


[1] ↑ Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki tuvieron lugar el 6 y el 9 de agosto de 1945, respectivamente.

[2] ↑ El tema se aborda también en otras secciones de esta revista, como «Jóvenes 2030».

[3] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana. Volúmenes 21 y 22, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2020, págs. 386-387.

[4] ↑ Ib., pág. 395.

[5] ↑ En END, pág. 25.

[6] ↑ IKEDA, op. cit., pág. 397.

[7] ↑ Ib., pág. 398.

[8] ↑ Ib., pág. 399.

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