A cincuenta años de la publicación de «Los límites del crecimiento»


El informe «Los límites del crecimiento», encargado por el Club de Roma al Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en su momento fue objeto de un encendido debate e incluso de burlas. Con el paso del tiempo, no obstante, sus tesis se han visto ampliamente respaldadas por los acontecimientos. El siguiente artículo alude a la publicación de este trabajo pionero, así como a la relación de amistad y colaboración que Daisaku Ikeda entabló con sus promotores y a las iniciativas que, como presidente de la SGI, ha impulsado consecuentemente en el medio siglo transcurrido desde entonces.

De acuerdo con el informe publicado el año pasado por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas, ya no hay duda de que las actividades humanas son responsables del calentamiento global.

Hasta ahora se había señalado la posibilidad de que el principal causante del cambio climático fuera el ser humano, pero esta es la primera vez que se ha confirmado: mientras continúe el consumo masivo de energía obtenida de combustibles fósiles, no habrá futuro para la Tierra. La humanidad necesita urgentemente cambiar los valores que sustentan las actividades económicas y el estilo de vida moderno.

Hace cincuenta años, una organización vislumbró la crisis y dio la voz de alarma: se trata del Club de Roma, un think tank global que promovió la redacción y publicación en 1972 del informe titulado «Los límites del crecimiento». Este advertía de que, si el crecimiento de la población y la producción industrial continuaban al mismo ritmo, la sociedad humana alcanzaría los «límites de crecimiento» en cien años debido a la escasez de alimentos, el agotamiento de los recursos y el aumento de la contaminación, y que las condiciones para su mera supervivencia se verían amenazadas.

En el mismo año, Daisaku Ikeda inició un diálogo con Arnold J. Toynbee, historiador reconocido mundialmente. Mientras algunos intelectuales expresaban una visión pesimista del futuro de la humanidad, ellos dos hablaron de la posibilidad de que la humanidad se labrase un futuro a través de sus propias elecciones.

Lo que estuvieron de acuerdo en identificar como clave para abrir el futuro fue una religión que superara el egocentrismo humano y alentara un cambio de comportamiento individual. «Las amenazas modernas a la supervivencia de la humanidad solo pueden eliminarse mediante un cambio revolucionario en la mente de todos y cada uno de los seres humanos», dijo el doctor Toynbee. Ese fue el cometido que confió a Daisaku Ikeda [39 años más joven], con la esperanza de ver llegar ese momento; y uno de los amigos con quien le recomendó dialogar para lograrlo fue Aurelio Peccei, fundador (en 1968) del Club de Roma.

El primer encuentro entre Aurelio Peccei y Daisaku Ikeda tuvo lugar en 1975. [Véase el texto complementario más abajo].

El 21 de junio de 1983, Daisaku Ikeda y su esposa recibieron en París con amplias sonrisas a Aurelio Peccei, quien se había apresurado para llegar a tiempo a este –su quinto– encuentro desde los Estados Unidos, donde se encontraba de viaje | Foto: Seikyo

Desde 1983, el maestro Ikeda ha lanzado propuestas de paz cada año el 26 de enero, Día de la SGI. En la propuesta de paz de 2016 se refirió al compromiso de las Naciones Unidas de «no dejar a nadie atrás», como principio básico de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). A través de expresiones como «la empatía que sentimos cuando nos abrimos al sufrimiento de otros»,[1] «el sufrimiento nunca afecta únicamente a los demás»,[2] «el mundo como una trama de relaciones»[3] y aprender «acerca del trasfondo y las causas de los problemas»,[4] describía a quien sufre como persona otra pero no ajena a nosotros.

También apeló a la importancia de una educación que enseñe a pensar por sí mismos y aevaluar correctamente las consecuencias de las propias acciones, en lugar de dar respuestas correctas. Hacía hincapié en que las metas y las acciones de los jóvenes, la «Generación del Cambio», son la clave para determinar el futuro de la humanidad.

Se puede considerar el desarrollo sostenible como «el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades». Pero, incluso si tenemos los ODS, no se puede garantizar un planeta sostenible a menos que las actividades para lograrlos continúen durante años y décadas. Al mismo tiempo, es esencial que nosotros, como adultos, hagamos lo que podemos hacer ahora mismo y, a la vez, eduquemos a los jóvenes, niños y niñas –que son la generación futura– para que sean creadores de una sociedad sostenible.

Las Naciones Unidas vienen impulsando la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) no solo porque se posiciona como el Objetivo 4 de los ODS, «Educación de calidad para todos». Se debe también a que la 74.ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (2019) confirmó que la EDS «contribuye a la realización de los 17 objetivos de los ODS».

En definitiva, una empatía real, capaz de ver la vida de las personas que sufren en los rincones de la sociedad como algo propio; la imaginación para pensar y preocuparse por todas las personas que vivirán en el futuro; y el coraje de dar un paso adelante hacia el cambio desde donde nos encontramos ahora mismo: cultivar en los jóvenes este espíritu y fortaleza sin falta conducirá directamente al avance de los ODS.


En el volumen 21 de La nueva revolución humana, capítulo «Resonancia», se recrea el primer diálogo entre Daisaku Ikeda y Aurelio Peccei, centrado en el futuro del planeta.*

Recreación del primer diálogo con Aurelio Peccei, en París, el 16 de mayo de 1975 | Ilustración: Kenichiro Uchida (cortesía de Seikyo)

(Shin’ichi Yamamoto había asumido como presidente de la SGI en la primera Conferencia por la Paz del Mundo, celebrada en Guam el 26 de enero).

«El doctor Peccei simpatizó con el movimiento global por la paz basado en la revolución humana que impulsaba la organización. Y en enero de 1975, envió un mensaje de felicitación por la Primera Conferencia por la Paz del Mundo en Guam. En febrero de 1975, Shin’ichi recibió una carta del doctor Peccei comunicándole su deseo de mantener un diálogo. Ambos empezaron entonces a considerar la fecha y el lugar para el encuentro […].

El doctor Aurelio Peccei llegó al centro comunitario de París el 16 de mayo […] Shin’ichi lo invitó a pasar a la sala de recepción del centro comunitario. El doctor Peccei llevaba un ejemplar en inglés de La revolución humana y le pidió que lo firmara» (págs. 137-138).

«El diálogo de Shin’ichi con el doctor Peccei empezó y terminó con el tema de la revolución humana. Advirtiendo que el uso descontrolado y arbitrario del enorme poder de la ciencia y de la tecnología había llevado a la humanidad a la actual crisis global, el doctor Peccei enfatizó que la causa fundamental de todos los problemas está en el egoísmo. Por eso, sostuvo, es necesaria una revolución humana para asegurar la prosperidad y la dicha de todas las personas. Nuestro futuro depende de esto.

Shin’ichi Yamamoto habló sobre la relación entre la felicidad verdadera y la revolución humana desde la perspectiva budista: “El budismo enseña que mientras las personas sean dominadas por sus deseos y busquen la dicha a través de cosas materiales o de circunstancias externas, jamás podrán lograr una felicidad genuina. Y explica que el camino a la felicidad consiste en establecer una autonomía que nos libere de los deseos egoístas y de los impulsos instintivos, cooperando con los demás y viviendo en armonía con el entorno natural.

Esa clase de vida puede lograrse cuando tratamos de alinearnos con el principio eterno que existe dentro de todos los seres humanos y que, de hecho, impregna y une a todo el universo. Esto, de acuerdo con el budismo, es el camino de la revolución humana. Sin una transformación interna, los problemas que enfrenta la humanidad son insolubles”. […]

El doctor Peccei preguntó: “¿Cuánto tiempo cree usted que le llevará a la humanidad lograr esta ‘revolución’? El mundo actual enfrenta una miríada de complejos dilemas, como la difusión de las armas nucleares y la destrucción ambiental. No podemos esperar cientos de años para lograr un cambio mental en la gente. Es necesaria una acción inmediata”.

Shin’ichi contestó: “El movimiento para transformar a la humanidad es gradual y llevará un tiempo considerable. Pero nada se logrará sin emprender acciones ahora y sembrar las semillas del cambio. Estoy decidido, como mínimo, a abrir un camino hacia la solución de estas cuestiones en este siglo. Para hacerlo, me esforzaré aún más; ofreceré propuestas desde diversos ángulos y enviaré señales de advertencia a la humanidad. Y para solucionar el problema del egoísmo en un nivel fundamental, trabajaré con más ahínco para impulsar nuestro movimiento por la revolución humana”» (págs. 141-142).

(Después de eso, los dos continuaron hablando en lugares como Tokio e Italia, y el contenido del diálogo se materializó en un libro cuyo título es Antes de que sea demasiado tarde. Hasta el día de hoy, la obra ha sido publicada en 17 idiomas.

En sus últimos años, el doctor Peccei les dijo a sus hijos: «Solo los jóvenes pueden cambiar el mundo. La clave para un futuro mejor es la revolución humana de la juventud».

Hay un límite para el crecimiento económico, pero no hay límite al aprendizaje humano. Los recursos externos son finitos, pero la riqueza interior del ser humano es infinita. Para cumplir su promesa al doctor Peccei, Shin’ichi tomó acciones concretas en la realidad).

[Regresar a la llamada en el texto principal].

* IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vol. 21, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2020.


[1]IKEDA, Daisaku: El respeto universal a la dignidad humana: El gran camino hacia la paz, Rivas-Vaciamadrid, Ediciones Civilización Global, 2016, pág. 21.

[2]Ib.

[3]Ib.

[4]Ib.

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