Àgata Cot Romera | Barcelona
Conocí el budismo gracias a mi madre. Recuerdo perfectamente la emoción de ir juntas a nuestra primera reunión de diálogo, y la alegría con la que regresamos a casa. A partir de ese día de septiembre de 1999, cada una a su ritmo, empezamos a escribir las páginas de nuestra propia revolución humana y a transformar nuestros vínculos familiares. Yo recibí el Gohonzon unos meses antes que ella. Fue en el año 2000, concretamente el 15 de octubre, una fecha que acabamos de celebrar este año también como Día de Maestro y Discípulo de la Soka Gakkai de España.
En aquel tiempo, había terminado una relación de pareja de más de diez años, durante la que supe que no podía tener hijos. Estaba sin trabajo, y también lo estaba mi querida hermana, que acababa de venirse a vivir conmigo junto a sus dos hijos, de dos años y de ocho meses, tras una complicada separación de su pareja.
Gracias al abundante daimoku que entoné desde el principio y al firme apoyo de una antecesora en la fe, experimentaba una gran sensación de paz interior, y la determinación de construir una vida plena me llenaba de esperanza. Así, muy pronto surgió el trabajo que necesitaba y posteriormente llegó otro en el que ahora llevo más de veinte años.
Construir una familia armoniosa es un sueño que anhelo desde la infancia, y ha sido meta y motor en todos estos años de práctica budista, de acuerdo con la primera de las cinco guías eternas de la Soka Gakkai.[1]
Construir una familia armoniosa es un sueño que anhelo desde la infancia, y ha sido meta y motor en todos estos años de práctica budista.
Crecí siendo una niña que se enfadaba con extrema facilidad. En casa vivíamos con frecuencia fuertes discusiones entre mis padres, y durante largo tiempo culpabilicé injustamente a mi madre por ello, hasta que pude comprender que esta circunstancia era parte del karma que yo había elegido en esta existencia.[2]
A medida que avanzaba en la fe, cada vez podía ver con más claridad patrones de comportamiento instalados en mi vida que se traducían en una falta de alegría, rigidez, y necesidad de tenerlo todo controlado. Gracias a la oración seria y sincera, imbuida de la profunda decisión de descartar esa tendencia y abrirme al gozo de vivir, surgió la determinación de vencer y la valentía para pedir ayuda. Recuerdo diálogos con mi madre en los pude abrir mi corazón como nunca antes, y fui descubriendo una manera más sana y amorosa de relacionarme con ella. Durante algún tiempo mi hermana también recitó daimoku. Y supe que mi padre lo había hecho en una ocasión en que nadie lo podía escuchar. Durante los últimos meses de su vida tuve la buena fortuna de poder visitarlo cada día, recitar tres daimoku ante el Gohonzon de mi madre, que estaba en su habitación, y mantener diálogos muy significativos con él.
Mantener la determinación no siempre ha sido fácil. Soñaba con tener una pareja con la que crear mi propia familia y trabajar en el ámbito de la educación infantil. Aunque tuve relaciones en las que me sentí querida, no se consolidaron. Traté de recuperar los estudios de Magisterio que había dejado en mi juventud, pero no logré compaginarlos con el trabajo. Y en un momento dado a mi madre empezó a costarle mantener la práctica budista.
Hubo momentos de decepción y estancamiento, en los que no dejaba de culpabilizarme por tener una determinación que flaqueaba. Sin embargo, me esforzaba de todo corazón en la primera línea de las actividades de la SGEs y, detrás de cada intento fallido por concretar mis metas, siempre surgía en mí una nueva visión, una nueva manera de entender mi camino, y así seguía impulsando mi vida, alentada por mi maestro y por su propia experiencia de no dejarse vencer ante las dificultades.
Hubo momentos de decepción y estancamiento, en los que no dejaba de culpabilizarme por tener una determinación que flaqueaba. Sin embargo, […] detrás de cada intento fallido por concretar mis metas, siempre surgía en mí una nueva visión, una nueva manera de entender mi camino, y así seguía impulsando mi vida.
Lo que me ha permitido vivir cada día elevando mi estado de vida ha sido el juramento del kosen-rufu compartido con Daisaku Ikeda. Lo experimenté con claridad a partir de 2013, un año muy significativo para mí. En abril de ese año participé en un curso internacional de la Soka Gakkai en Japón y, aunque no pude encontrarme en persona con Ikeda Sensei, su corazón palpitaba en todas las personas que nos atendieron y brillaba en cada lugar que visitamos. Conocí el Centro en Memoria de Tsunesaburo Makiguchi, la Universidad Soka, la sede del Seikyo Shimbun y también contemplé como avanzaba la construcción de la Sede del Gran Juramento del Kosen-rufu Mundial, que se inauguraría en noviembre de ese mismo año.
Durante el curso agradecí e informé a Sensei de todos los logros de mis años de práctica, anunciando una nueva partida en la fe. Renové mi determinación de avanzar en inseparabilidad de maestro y discípulo para toda la vida y dar un impulso significativo en mis acciones para concretar su sueño, hacer realidad el kosen-rufu, luchando aún más en Barcelona.
Diez años han pasado desde entonces, y muchísimas cosas.
En septiembre de ese mismo año 2013, cuando yo cumplía los cincuenta, pude concretar una meta por la que había orado mucho: desarrollar una actividad extraescolar con niños y niñas. La realicé durante varios años compaginándola, esta vez sí, con mi trabajo habitual, y fue una experiencia muy enriquecedora.
Al mes siguiente, asumí la responsabilidad de Mensajeros de Paz[3] y me comprometí a transmitir el corazón de Sensei y a proteger su legado, siendo guardiana de la palabra escrita eternamente.
Además, en el trabajo, tras dieciséis años desempeñando el mismo cargo como secretaria de dirección, me propusieron ser parte de la creación de un nuevo departamento técnico de seguros de ciberriesgos. Empecé desde cero, sin conocimientos, y en un momento en que casi me veía más cerca de la prejubilación. Fue una oportunidad para pulir muchos aspectos de mi vida y de mucha apertura. En este nuevo escenario vital, mis diálogos sobre el budismo cobraron vigor, y pude hablar de la práctica a varias personas. Una de ellas ingresó en la SGEs en mayo de 2016, algo que me celebré muchísimo.
En 2020, a las puertas de celebrar en la SGEs el festival Protagonistas de la Alegría, al que había invitado a toda mi familia, mi madre tuvo que enfrentar graves dificultades con la justicia. Se abrió el telón de una etapa de gran sufrimiento en la familia, y respondimos uniéndonos como nunca en el amor y el apoyo a mi madre. En el último año de su vida, pudimos avanzar con la alegría y la convicción de haber construido las bases sólidas de la familia armoniosa que siempre habíamos soñado.
En este último período, estoy viviendo momentos sorprendentes. Uno de mis hermanos, que es músico, participó en el encuentro organizado por el Departamento de Artistas de la SGEs el año pasado. Mi otro hermano, en mayo recitó por primera vez daimoku, en junio asistió a la Asamblea de la Alegría Soka de su zona y, a la vuelta del verano, fuimos juntos a un seminario de estudio budista. Y, en julio, mi sobrina María y yo recitamos daimoku e hicimos gongyo juntas por primera vez.
Cuando, a finales de este mes de septiembre, pude participar en el Curso para los Departamentos de Mujeres y de Hombres de la SGI de Europa, realizado en nuestro Centro Cultural Soka,[4] escuché el siguiente fragmento: «En la Soka Gakkai, “mentor” se refiere al adalid de los Bodisatvas de la Tierra que han surgido en esta época para cumplir el juramento de transmitir ampliamente la Ley Mística, a aquel que constituye el eje del avance del kosen-rufu. Cuando los discípulos deciden alinear sus vidas con la del mentor, las ruedas del kosen-rufu empiezan a girar con fuerza. De ahí que la unión de mentor y discípulo sea esencial en la Soka Gakkai».[5]
Algo se movió en mi al escuchar que al «alinear sus vidas con la del mentor, las ruedas del kosen-rufu empiezan a girar con fuerza». Decidí profundizar en el significado de este pasaje y llevarlo a mi vida. Estoy orando cada mañana con la determinación de alinear mi vida con la de mi maestro, y está siendo muy revelador. Esta manera de iniciar el día me aporta una visión amplia y una predisposición a la acción.
Estoy orando cada mañana con la determinación de alinear mi vida con la de mi maestro, y está siendo muy revelador. Esta manera de iniciar el día me aporta una visión amplia y una predisposición a la acción.
Ahora, diez años después de la visita al país de mi maestro, estoy abriendo un nuevo capítulo. Mi determinación es establecer vínculos de confianza con más jóvenes en mi entorno, incluyendo mis cuatro sobrinos, y redoblar esfuerzos en las visitas hogareñas y en los diálogos de uno a uno.
¡Disfrutemos de maravillosas Asambleas del Juramento del Kosen-rufu!
[1] ↑ N. de E.: Las cinco guías eternas de la Soka Gakkai son: 1) fe para una familia armoniosa; 2) fe para lograr la felicidad; 3) fe para superar obstáculos; 4) fe para tener una vida larga y saludable, y 5) fe para lograr la victoria absoluta.
[2] ↑ N. de E.: Un profundo principio estudiado y practicado en el budismo Nichiren es el de «adoptar voluntariamente el karma adecuado». De acuerdo con él, los bodisatvas, aun pudiendo recibir recompensas puras de la práctica budista, renuncian a ellas y juran, en cambio, renacer en una tierra impura para salvar a los seres vivos. La creencia en este principio permite cultivar la convicción de que afrontando y superando adversidades mediante la práctica budista mostramos la fuerza de la Ley Mística.
[3] ↑ N. de E.: En la SGEs, Mensajeros de Paz es la actividad de promoción de las publicaciones de la órbita Soka, en particular de la revista CG, Civilización Global, basada en la convicción del carácter fundamental de su papel en el impulso del kosen-rufu y, con ello, en la construcción de una sociedad pacífica, justa y sostenible. Àgata fue, durante más de un lustro, responsable nacional de esta actividad, al frente de la cual la ha sucedido Lola Monzón (véase la revista CG, n.º 216, abril 2023, sección «Especial»).
[4] ↑ N. de E.: Puede leerse una noticia sobre esta actividad en «Actualidad».
[5] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana. Volumen 30. Parte I, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2021, pág. 27.