Aportar esperanza y acción en colaboración con las Naciones Unidas


A continuación, presentamos una entrevista realizada por Civilización Global a Alexandra Masako Goossens-Ishii, cuya labor como coordinadora de programas en la Oficina de Asuntos de las Naciones Unidas de la SGI se centra, precisamente, en los ámbitos del medio ambiente, el cambio climático y la biodiversidad.

¿Podrías explicar brevemente qué es la Oficina de Asuntos de las Naciones Unidas de la SGI, cuál es su misión y cuál es tu rol en ella?

La Oficina de Asuntos de las Naciones Unidas de la SGI se originó en los esfuerzos de Daisaku Ikeda para apoyar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En cuanto organización no gubernamental, la SGI ha sido reconocida como entidad consultiva por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) desde 1983, cuando Daisaku Ikeda emitió su primera propuesta de paz. Desde entonces, cada año ha sido autor de propuestas de paz que se han centrado constantemente en explorar formas de revitalizar y fortalecer el papel de las Naciones Unidas, y en la importancia de la participación de la sociedad civil, desde la convicción de que la solidaridad global de los ciudadanos comunes comprometidos a apoyar a la ONU ayudará a empoderarla y fortalecerla. Estas propuestas son también la base para orientar el trabajo de la SGI en las Naciones Unidas.

La Oficina de la SGI para Asuntos de las Naciones Unidas –que representa a la SGI en la ONU– opera en Nueva York y Ginebra, y nuestras áreas de trabajo incluyen la paz y el desarme, la sostenibilidad y el cambio climático, los derechos humanos, la educación, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, y la ayuda humanitaria.

En mi caso, soy coordinadora de programa y me centro en los procesos de la ONU relacionados con el medio ambiente, el cambio climático y la biodiversidad. Nos involucramos en estos temas desde la perspectiva de los derechos humanos, el empoderamiento de las personas, y la justicia climática y social.

En el ámbito en el que trabajas, una de las reuniones más importantes es la COP (o Conferencia de las Partes), es decir la cumbre anual sobre el cambio climático. El año pasado, en la COP26, la SGI fue acreditada como entidad observadora por primera vez. ¿Podrías explicarnos la importancia de este hecho?

Recibir la acreditación como entidad observadora nos permitió participar más activamente en la COP sobre el clima. Por ejemplo, la SGI pudo emitir la declaración «Sembrando semillas de esperanza: Un llamamiento budista para una acción valiente por la justicia climática», que se pronunció durante una conferencia de prensa y que pedía una genuina solidaridad global de acción para abordar la emergencia climática. Juntos con otros defensores de la sociedad civil, pedimos que la justicia climática y los derechos humanos estén en el centro de las negociaciones climáticas. Esta es en gran medida una batalla en curso. Como parte del Comité de Enlace Interreligioso (ILC), que reúne a grupos religiosos activos en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), la SGI co-convocó un diálogo interreligioso antes de la COP26, que involucró a más de 200 participantes que compartieron sus iniciativas, preocupaciones y esperanzas en su trabajo por la justicia climática. Este evento desembocó en un llamamiento interreligioso que se entregó al secretario ejecutivo adjunto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

El Comité de Enlace Interreligioso (Alexandra, en primer término de la imagen) presenta un llamamiento al secretario ejecutivo adjunto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC)

También apoyamos una serie de eventos organizados en Glasgow por la Soka Gakkai del Reino Unido y el Centre for Applied Buddhism (Centro para el Budismo Aplicado) sobre el tema «Sembrando semillas de esperanza: Acción por la justicia climática», durante la cual también lanzamos la exposición «Semillas de esperanza y acción», cocreada por la SGI y la Carta de la Tierra Internacional. Este espacio de diálogo ofreció la oportunidad de mantener ricos diálogos intergeneracionales, incluso sobre temas difíciles como la colonización, la compensación y justicia climática. Los resultados de esta serie de eventos fueron realmente significativos y muchas personas se sintieron inspiradas para emprender acciones concretas en su vida diaria.

¿Cuáles han sido las principales aportaciones de la SGI a la COP26 y, con una perspectiva más amplia, a la continuación de los esfuerzos en este ámbito, ahora que se acerca la COP27 (que se celebrará en Egipto del 6 al 18 de noviembre)?

La SGI se ha sumado a los esfuerzos de la sociedad civil en un fuerte llamamiento a la justicia climática y, más concretamente, ha estado trabajando desde antes de la COP26 para garantizar que la parte de las negociaciones de la COP que se centra en la educación sobre el clima, la participación y concienciación ciudadana, y el acceso del público a la información, ofrezca un resultado sólido que impulse a los Estados a cumplir estos compromisos a nivel nacional. En la COP27 debería adoptarse un nuevo plan de acción sobre este tema, y la SGI participará en los debates. También continuaremos apoyando el empoderamiento de los jóvenes durante varios eventos, incluidos los que se centran en los jóvenes de fe y la acción climática, y seguiremos ampliando el diálogo basado en el espíritu de la exposición «Semillas de Esperanza y Acción». Por último, seguiremos participando en los esfuerzos interconfesionales y en el diálogo por la justicia climática.

Hay una cita del abogado medioambiental James Gustave Speth que me gusta mucho y que dice: «Solía pensar que los principales problemas medioambientales globales eran la pérdida de biodiversidad, el colapso de los ecosistemas y el cambio climático […], pero estaba equivocado. Los principales problemas medioambientales son el egoísmo, la avaricia y la apatía, y para tratarlos necesitamos una transformación espiritual y cultural».

En los últimos años, la eco-ansiedad y la concienciación social sobre la misma se han extendido, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Este estado puede llevar al bloqueo y a la inacción, mientras que, para neutralizar sus causas, probablemente sea necesario todo lo contrario. En relación con esto, en su propuesta de paz de 2022, Daisaku Ikeda escribe: «El ser humano posee intrínsecamente la fuerza para superar cualquier dificultad. Cuando los jóvenes se solidarizan, convencidos de que pueden determinar el futuro, ese impulso y esa conciencia actúan como una fuerza motriz que abre el camino hacia un futuro más brillante». Como joven Soka, ¿cómo vives esto, y qué te gustaría transmitir a otros jóvenes de Europa y del mundo?

La eco-ansiedad es un problema real: a veces, yo también me siento abrumada y desempoderada. En esos momentos, lo que me ayuda es leer palabras de aliento de mi maestro Daisaku Ikeda y ampliar mi mirada profundizando en la visión budista de la vida, que es tan esperanzadora y fortalecedora. En esos momentos, también estoy tremendamente agradecida de ser miembro de la SGI y de tener esta increíble red de amigos que me permite tender la mano, conectarme con otros y apoyarnos mutuamente.

Además, es crucial actuar a nivel local de la manera que podamos: unirnos a otros para emprender acciones colectivas aumenta drásticamente nuestra capacidad y nuestra confianza en que se puede lograr un cambio positivo. Y me gustaría añadir que el poder de la juventud que se levanta en solidaridad por la justicia climática en todo el mundo ya ha inspirado y llevado a un cambio en muchas personas e instituciones. Aunque queda mucho por hacer, me anima la visión de Daisaku Ikeda de que el cambio climático no es solo una crisis que hay que detener, sino que tiene el potencial de catalizar una solidaridad y una acción globales sin precedentes y hasta ahora inéditas.

En Bonn, durante la 56.ª Sesión de los Órganos Subsidiarios de la CMNUCC en junio pasado, Alexandra interviene en un acto paralelo centrado en la aplicación del Acuerdo de París

Por último, nos gustaría preguntarte por tu experiencia sobre el papel que juegan las organizaciones religiosas en la lucha por el cuidado del medio ambiente. Y también, enlazando con la pregunta anterior, cómo explicas este papel a otros jóvenes activistas climáticos, especialmente a aquellos que pueden creer que otras formas de lucha son más efectivas…

Muchos grupos religiosos y espirituales están tomando acción activamente para desprenderse de los combustibles fósiles, cambiar a la energía renovable, reducir los residuos, abastecerse de alimentos de forma sostenible, participar en la limpieza, proteger la biodiversidad en sus tierras, así como participar en actividades de sensibilización, por citar solo algunas. Lo hacen basándose en su profunda conciencia de nuestra interconexión con los demás y con la naturaleza, y en su creencia en el carácter sagrado de toda vida. Aunque a menudo son una poderosa voz para la justicia climática, también abordan la necesidad de que la ciudadanía se comprometa con la transformación interior como la forma más directa para que una persona pueda efectuar un cambio en varios niveles en la sociedad, en toda la humanidad y en la naturaleza. En la exposición «Semillas de Esperanza y Acción», hay una cita del abogado medioambiental James Gustave Speth que me gusta mucho y que dice: «Solía pensar que los principales problemas medioambientales globales eran la pérdida de biodiversidad, el colapso de los ecosistemas y el cambio climático. Pensaba que con 30 años de buena ciencia podríamos abordar estos problemas, pero estaba equivocado. Los principales problemas medioambientales son el egoísmo, la avaricia y la apatía, y para tratarlos necesitamos una transformación espiritual y cultural».

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