Contribuir a avanzar en la estrategia climática


Entrevistamos a Melina Aliayi Drescher, joven economista enfocada en políticas públicas ambientales.

Melina Aliayi Drescher

Muchas gracias, Melina, por aceptar la propuesta de dialogar con nosotros. Para empezar, ¿podrías explicarnos en qué consiste el trabajo que desempeñas actualmente?

Gracias a Civilización Global por darme la oportunidad de compartir mi historia.

Actualmente colaboro en una consultora que asiste a Gobiernos y otros agentes tomadores de decisiones en la tarea de analizar el impacto de las acciones climáticas, así como en su implementación para asegurar una transición justa. Para dar un poco de contexto, seguramente los lectores han oído hablar del Acuerdo de París y los compromisos que han fijado las partes firmantes (Gobiernos) para reducir su impacto ambiental y mitigar los efectos del cambio climático. Para lograr esos compromisos, los países han desarrollado estrategias de crecimiento bajas en emisiones y resilientes, con objetivos concretos. Llevar a cabo esos objetivos implica la transformación de sectores productivos, principalmente aquellos que son intensivos en el uso de combustibles fósiles, más contaminantes. Es aquí donde las políticas públicas y planes de acción entran en juego, ya que se requiere un cambio en el modelo de producción, las formas de trabajo y la forma de vivir, y esto implica varios desafíos que impactan sobre las sociedades y la economía.[1]

Colaboro en una consultora que asiste a Gobiernos y otros agentes tomadores de decisiones en la tarea de analizar el impacto de las acciones climáticas, así como en su implementación para asegurar una transición justa.

A nivel de los países, la transición implica, por ejemplo, contar con medios económicos para financiar el cambio e invertir ese dinero de forma que solo se cumpla con los objetivos climáticos, sino que el nuevo modelo también genere oportunidades para todas las personas. A nivel de los hogares, por ejemplo, habrá trabajadores que se verán desplazados de sus puestos de trabajo por ser intensivos en emisiones, y que tendrán que reentrenarse para realizar nuevas tareas.

La transición ofrece muchísimas oportunidades, ya que no solo implica la toma de acciones concretas para frenar la crisis climática, sino que también es una instancia para repensar el modelo de desarrollo de los países y cómo, desde las políticas públicas, se puede incluir a los grupos que ahora son más vulnerables. El concepto de transición justa recoge esta visión; se trata de que grupos de personas a los que, a causa de la estructura de la sociedad actual, les resulta más difícil encontrar un lugar para desarrollarse –por cuestiones de género, condición migrante o edad– sean objeto de mayor atención y reciban el apoyo necesario para aprovechar esas oportunidades. Por ejemplo, que haya programas de entrenamiento para los nuevos puestos de trabajo que incentiven a las mujeres; que personas de bajos ingresos tengan apoyo para acceder a educación en carreras «verdes»; que personas de elevada edad reciban una prestación o prejubilación, etc.

Este es el enfoque que utilizo para analizar los impactos de políticas de acción climática en el ámbito de mi trabajo, llevándolo al contexto de los países, las ciudades y las comunidades locales.

No debe ser fácil calcular el valor económico de algo tan complejo para guiar decisiones de inversión y políticas públicas. ¿Nos podrías poner un ejemplo para entenderlo mejor?

Como todo trabajo, tiene su complejidad. En este caso, creo que el mayor desafío es comprender bien el contexto local donde se está implementando esa política de acción climática específicamente. Como ejemplo concreto, puedo referirme a un proyecto de transición energética en el que estoy trabajando actualmente.

El país que estamos investigando tiene un objetivo concreto de reducir emisiones a partir de incrementar la generación de electricidad con fuentes renovables (hidro, solar, y eólica), así como mejorar la eficiencia energética de los edificios de construcción antigua. A partir de investigar sobre la realidad del país y dialogar con autoridades del Ministerio de Economía y Ambiente, logramos poner en contexto los desafíos con los que se encuentra. Luego comienza el análisis cualitativo y cuantitativo, pensando en los principales indicadores que reflejarán los impactos generados por las medidas de acción climática que estamos estudiando: instalación de un número determinado de plantas de generación solar, hidráulicas y eólicas.

Para hacer análisis de impacto socioeconómico se utilizan diferentes modelos que buscan mapear todos los agentes que participarían en este sector, y en qué medida resultarían positiva o negativamente impactados. Por ejemplo: por un lado, el número de trabajadores que serían desplazados de la industria del gas y, por otro lado, el número de nuevos puestos de trabajo generados, o los impactos en los precios de la electricidad. Todo esto conlleva un ejercicio de investigación y análisis de datos. Finalmente, una vez que se realizan estas estimaciones, enviamos un informe a las autoridades locales con recomendaciones sobre cómo mitigar los costos y aprovechar las oportunidades.

Este ejemplo sintetiza uno de los tipos de proyecto en los que trabajo. Dependiendo del país, del tipo de política y sector productivo, así como del objetivo del proyecto, las tareas van cambiando.

En los últimos siglos especialmente, las ciencias han tendido a operar basadas en una concepción de la realidad en la que ha primado la abstracción, y diversas voces autorizadas vienen señalando la necesidad de una revisión de raíz de este enfoque. En el caso de la economía, se ha dicho que «es probable que el “capital financiero”, el corazón de la era industrial, se vea superado por un nuevo orden económico impulsado por el “capital ecológico”».[2] ¿Percibes esta tendencia?

Por el propio modelo productivo en el que vivimos, regido por una lógica de maximizar el beneficio económico y la productividad, no hay duda de que la naturaleza no queda fuera. La forma en la que la industria extractivista ha ido explotando los denominados «recursos naturales» no ha tenido en cuenta que interviene en un ecosistema que tiene su equilibrio, con elementos finitos, de los cuales nuestra vida depende absolutamente.

Desde mi perspectiva, hablar de capital ecológico es otra forma de seguir en la lógica de lo financiero, pero con otro nombre. Es decir, el «capital», desde que surge este concepto en la época industrial, hace referencia a los medios de producción que utilizaban los trabajadores para producir y generar beneficios que básicamente iban a las manos de los dueños de esos medios de producción. Ahora, poner el nombre de «capital» a la naturaleza, ¿no estaría perpetuando esta misma lógica? Creo que tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de conceptualizar, porque esto conlleva qué ideología se tiene por detrás y, en última instancia, cuáles son los intereses subyacentes.

Creo que el nuevo orden económico tiene que conducir a los agentes que participan en el ámbito público y en corporaciones privadas, así como a la sociedad civil en general, a comprender que con esta lógica maximizadora alcanzamos un techo, y este límite no puede seguirse empujando. Entonces, las relaciones económicas deben redefinirse, de forma que la distribución de los recursos (si económicos) nos permita vivir dignamente en concordancia con ese techo ecológico. ¿Es posible? Sí, claro, pero implica un gran cambio en la lógica de consumo y en cómo nos vinculamos con los ecosistemas.

¿Cómo llegaste a la decisión de enfocar tu vida profesional hacia el cambio climático?

Mi decisión de enfocarme al estudio de políticas climáticas surge en 2020, un momento en que gracias a la pandemia se hizo evidente la enorme huella ambiental que tiene la actividad humana en el planeta. Cuando, forzadamente, no hubo otra opción que frenar con la vorágine de este modelo de vida que tenemos, el planeta respiró.

El principio budista de unidad de sujeto y ambiente refleja muy bien esa interconexión.[3] Además, recuerdo leer la propuesta de paz de Daisaku Ikeda para ese año, donde enfatizaba la importancia de que tomemos acción en respuesta a la emergencia climática que estamos viviendo.[4]

Mi decisión de enfocarme al estudio de políticas climáticas surge en 2020 […], recuerdo leer la propuesta de paz de Daisaku Ikeda para ese año, donde enfatizaba la importancia de que tomemos acción en respuesta a la emergencia climática.

Basada en el deseo de contribuir desde mi lugar con un granito de arena a la transformación de la concepción de la vida y del crecimiento, promoviendo un modo de vida más respetuoso para con nosotros y el planeta, fui redireccionando mi carrera profesional. Vine a España a estudiar un máster en políticas públicas y fui perfilándolo hacia políticas climáticas. Al finalizar el máster participé un año como activista en una ONG ecologista, lo que me conectó muchísimo con la lucha comunitaria y con la perspectiva de género. Son todos valores que resonaron siempre en mí, gracias a los valores budistas que he ido internalizando desde muy pequeña.

El maestro Ikeda nos alienta a que vivamos nuestro día a día basados en los valores del budismo del sol y a que, llevando a cabo nuestra misión como Bodisatvas de la Tierra, contribuyamos a la construcción de una sociedad pacífica, en armonía con el medio ambiente, e inspirando esperanza en los demás. Su orientación, así como las enseñanzas budistas que estudiamos en la Soka, me van guiando en este camino.

Melina (en primer término) y otros miembros del Departamento de Jóvenes de la SGEs atendieron las contribuciones y consultas en línea durante la presentación de la propuesta de paz de 2022 de Daisaku Ikeda, en septiembre del año pasado

En la actualidad, especialmente entre las generaciones más jóvenes, se está extendiendo la llamada «ecoansiedad» o «ansiedad climática». Entre otros efectos perniciosos, esta tiende a bloquear la capacidad de acción y el potencial creativo que se necesita para enfrentar la crisis climática. Como joven y como practicante del budismo Nichiren en la Soka Gakkai, ¿qué piensas de ello y cómo afrontas este tema en tu día a día?

Es cierto que la conciencia de la emergencia climática está cada vez más presente, sobre todo en las generaciones más jóvenes porque vemos amenazado nuestro futuro. También siento esa impotencia, indignación y enfado al ver cómo algunas personas ni siquiera reconocen el hecho de que estamos alterando el equilibrio ecológico y poniendo en peligro la vida de muchísimas especies, incluida la nuestra.

Como nos enseña el budismo, es posible transitar todas estas emociones desde un estado de vida elevado que promueva la creación de valor. De este modo, como ciudadana budista, intento contribuir desde mi entorno más inmediato.

Al nivel de la fe, […] dialogar con nuestros compañeros y compañeras y compartir experiencias de vida me inspira y me permite darle aún mayor sentido a mis esfuerzos del día a día.

Una forma que encontré para canalizar esta ansiedad con acciones concretas fue colectivizarme. Hay muchas asociaciones y pequeños grupos comunitarios que buscan promover pequeños cambios alineados con la conciencia ecológica. Considero que poner en marcha, desde el lugar donde estamos ahora, alguna iniciativa que nos vincule con el entorno en el que vivimos, basada en el respeto por la biodiversidad y el fomento del consumo responsable, es una forma de llevar cotidianamente una vida acorde con el principio budista de revolución humana: el cambio de un individuo puede generar un cambio en la sociedad y en el mundo. Todo comienza por dar un primer paso junto a quienes tenemos al lado.

Al nivel de la fe, transito esas emociones de ecoansiedad a través de la práctica y las actividades de la Soka Gakkai. Dialogar con nuestros compañeros y compañeras y compartir experiencias de vida me inspira y me permite darle aún mayor sentido a mis esfuerzos del día a día.


[1] ↑ N. de E.: En relación con esta temática, véase también CG, n.º 219, julio 2023, sección «En sociedad».

[2] ↑ RIFKIN, Jeremy: La era de la resiliencia, Barcelona: Paidós, 2022, «Introducción».

[3] ↑ N. de E.: En relación con esta cuestión, puede leerse más, p. ej., en el sitio web global de la Soka Gakkai.

[4] ↑ N. de E.: Véase IKEDA, Daisaku: La construcción de una era de solidaridad humana, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, págs. 28 y ss.

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