De Daisaku Ikeda
Año 1955
MIÉRCOLES, 18 DE MAYO
Lluvia débil
Mi cansancio va aumentando poco a poco. Por la tarde, asistí a una feria internacional en Tsukishima. Aguardo con esperanza el gran avance y desarrollo en la industria, la ciencia y la producción. Después, todos nos encontramos para cenar. Por la noche, se cambió una reunión de profesores del Departamento de Estudio por una reunión de planificación para decidir sobre las oficinas auxiliares del Seikyo Shimbun. Recibí orientación estricta de Sensei sobre varios temas. Me partió el corazón. Leí Un crítico descalificado y Sobre crimen y castigo de Haruo Kobayashi con mucho interés. Cualquier libro que leo parece decir que lo que es grande, por encima de todo, es el «uno mismo». Leí poesía de Walt Whitman:
Del progreso de las almas de hombres y mujeres a lo largo de los grandes caminos del universo, todo otro progreso es el emblema y el sustento necesarios.
Por siempre vivo, siempre adelante.
Majestuoso, solemne, triste, retraído, desconcertado, loco, turbulento, débil, insatisfecho,
Desesperado, orgulloso, cariñoso, enfermo, aceptado por los hombres, rechazado por los hombres,
¡Van! Sé que van, pero no sé a dónde van, pero sé que van hacia lo mejor, hacia algo grandioso.
—«Canción del camino abierto», Hojas de hierba
A las 2:00 estaba somnoliento. ¿Cuál es mi sueño? ¿Ser un poeta? ¿Un hombre de negocios? ¿Un gran político? ¿Un filósofo cualquiera? ¿Un revolucionario? ¿O el rey sin corona de las personas comunes?